Robert Smith: fotos de ti

Robert Smith: fotos de ti

Viejas instantáneas como relatos de la devoción y la influencia del líder de The Cure en varias generaciones, en un mundo gótico de sombras, telarañas y melancolías, donde también cuela el humor y una indisimulada sobredosis de pop. Este jueves 30 volverá a Chile a bordo de The Cure, con un show en el Estadio Monumental de Santiago.


Hace 25 años, la aparición de Robert Smith en la temporada inaugural de South Park en Comedy Central, marcó un hito en la historia de la televisión estadounidense. Por primera vez una estación de cable se imponía en competencia horaria con una gran cadena tradicional como ABC.

Para el líder de The Cure el episodio tuvo una resonancia familiar. Sus sobrinos -Smith es casado sin hijos- quedaron maravillados con el tío convertido en un dibujo animado. Que a esas alturas fuera una de las más grandes e influyentes estrellas de rock del mundo, un ídolo generacional que había inspirado el cine de Tim Burton con El joven manos de tijera (1990), daba lo mismo. Pero un detalle les intrigaba. En el capítulo, cuando el músico se marcha tras derrotar al robot de Barbra Streisand -una “zorra calculadora, egocéntrica y egoísta” según el guión-, Kyle Broflovski le grita agradecido:

“¡Disintegration es el mejor álbum de la historia!”.

“¿Qué es Disintegration, tío Bob?”, preguntaron los pequeños.

Smith definió la obra cúlmine de The Cure publicada en 1989, como “algo que había hecho hace mucho tiempo”.

“Desde mi aparición en South Park -siguió- soy inmortal y famoso para ellos”. “Bastardos”, remató.

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Robert Smith había definido a la Generación X como ningún otro artista rock en los 80. The Police y Duran Duran remecieron la década de la video música con un fórmula efervescente y moderna, para superar las letanías de los dinosaurios de los 70, con Led Zeppelin a la cabeza. Sin embargo, la belleza de pasarela y el glamour de Sting y Simon Le Bon eran de difícil identificación. David Lee Roth de Van Halen y la escuela hair metal liderada por Mötley Crüe encantaban como la espuma con un sentido circense y travestido, parrandero y caricaturesco hasta el absurdo.

El líder de The Cure implicaba algo completamente distinto al exitismo, el triunfo yuppie de los 80 y la promesa de fiesta eterna californiana. Robert Smith transmitía la tristeza y la melancolía de la vida urbana, en una década en que el menú noticioso incluía la posibilidad de un enfrentamiento nuclear y, en el caso chileno, unos inviernos brutales, un terremoto, y la democracia suspendida.

Robert Smith de The Cure

Era un antihéroe escarmenado con el trazo de un sombrío cómic, el espíritu adolescente representado en la desazón de la existencia cuando se asume la mortalidad por primera vez, y el romance contiene sinsabores, como hacer añicos las fotos del ser amado -”nunca logro aferrarme a tu corazón”- la trama de la hermosa Pictures of you.

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Arde la torre Santa María. Se cae el Austin Mini al Mapocho encabritado. Michael Jackson camina en reversa. Explota el Challenger. Tratan de matar a Pinochet. Cecilia Bolocco se lleva las manos al rostro cuando es elegida Miss Universo. Lagos apunta a la cámara.

Postales definitivas de los 80.

Pero hay secuencias personalizadas alternativas: dónde estabas la primera vez que escuchaste a The Cure. Qué sentiste.

Los amigos más antiguos, varios con entradas para este jueves en el estadio Monumental, elucubran por chat. Tal como sucedió con millones de adolescentes alrededor del mundo, The Cure fue banda sonora durante largos años entre los 80 y los 90, con más de alguno intentando imitar su look con lamentables resultados.

“Un mazazo cargado de oscuridad, humor negro y buenas canciones”, responde René.

“Refrescaban similar al punk -sigue- pero con más melodías”.

“La gracia de Smith era la diferencia con el glam y el pop feliz -replica Carlos-; representaba el nihilismo que me hacía más sentido que embriagarse e irse de farra (sin saber en ese tiempo que Smith se embriagaba también), el apego a lo triste y solitario. Era la promesa de algo más profundo”.

“Un gran compositor”, agrega Aníbal al otro lado del Atlántico. “Desde que vi su video Boys don ‘t cry en el vetusto programa Hot de Pilar Cox, me enganchó la pinta y, sobre todo, el sonido de esa guitarra”.

En una época en que el walkman revolucionó el consumo musical permitiendo su portabilidad, la música se convirtió en soundtrack urbano justo en el momento en que The Cure deja atrás el indie para transformarse en una banda popular. “Cada canción era perfecta para el entorno”, dice Karlo. “Para los pasajes del cerro Alegre, The Blood”.

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Robert Smith reacciona alérgico al gótico como una definición a su música. El material fue extraordinariamente sombrío hasta el dramatismo wagneriano y apocalíptico de Pornography (1982), un periodo de drogas duras hasta las cejas y peleas a puñetazos entre Robert Smith y el bajista Simon Gallup, que casi acaban con el grupo.

El lado burbujeante surgió con Let’s go to bed (1983) y sus baterías programadas como palmas batientes, y no se detuvo durante una década hasta Friday I’m in love. Fue una seguidilla asombrosa de sencillos que si bien nunca renunciaron del todo a la oscuridad, reflejaban que el universo de The Cure era mucho más caleidoscópico y colorido: los pianos en cascada de The Caterpillar; la guitarra moscardón de In between days; el vodevil y la fanfarria de Why can’t I be you?; el funk retorcido de Hot hot hot!!!; el romanticismo quebradizo de Catch; la perfección pop rock de Just like heaven; el cuento de terror convertido en hit de Lullaby; la melancolía sublime de Pictures of you, y el rock ácido de Never enough.

Tampoco todo era expresiones lánguidas y extraviadas en ese rostro pintarrajeado entre blanco, rojo y negro de Robert Smith; el remate de un cuerpo que solía moverse como una marioneta desarticulada.

El video de Close to me era 100% humor negro con la banda encerrada en un armario al borde de un acantilado, hasta precipitarse al mar hundiéndose inexorablemente.

Lejos de algún atisbo de religiosidad, el origen de The Blood con sus guitarras españolas es prosaico: un homenaje a un vino portugués de segunda categoría llamado Lágrimas de Cristo, con algo de remordimiento del cantante por el exceso. La etiqueta con la imagen de la Virgen cargando a Jesús y una botella, fascinó a Robert.

“Completamente brillante”, declaró.

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Aunque The Cure dejó de ser creativamente relevante desde Wish (1992), la contundente discografía ochentera, la estética única y la solidez en vivo, traspasaron a las siguientes generaciones. No fue precisamente el grunge el inspirador de diferentes bandas relevantes entre los 90 y los primeros 2000. El emo y el nü metal deben a The Cure parte de sus cimientos.

Robert Smith declaró no entender el impacto que provocaba en esas escenas, a pesar de la evidencia de su genética en las melodías crepusculares de Chino Moreno de Deftones, el giro gótico de Blink-182 y Korn, el sonido de Placebo en Without you I’m nothing (1998), el debut de Interpol Turn on the bright lights (2002), y la discografía de Slowdive.

Photo of CURE and Robert SMITH

Con la guitarra creó una escuela de acordes minimalistas, a pesar de contar con entrenamiento clásico desde los nueve años, preparado en la lectura de partituras. En su posición de líder y compositor principal creó una dinámica de sonido por capas montadas en distintas frases, siempre melódicas. Varios títulos se construyen lentamente mientras su voz -la única al interior de The Cure-, se retrasa lo máximo posible.

En The Kiss entra cuando la canción se encamina a los cuatro minutos. Plainsong se extiende por más de dos minutos y medio, antes de cantar unos versos definitorios de su imaginario:

“Creo que está oscuro y parece que llueve”, dijiste

“Y el viento sopla como si fuera el fin del mundo”, dijiste

“Y hace tanto frío, es como el frío si estuvieras muerto”,

Y luego sonreíste por un segundo

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En los 80 las chicas imitaban el look de Madonna o Cyndi Lauper, mientras Axl Rose provocó el mismo efecto de mímesis en los adolescentes. Bastaba un pañuelo bucanero para sentirse malvado.

Con los embrujados por las sombras de Robert Smith, su influencia sirvió como puerta de entrada a “drogas más duras” -apunta mi amigo René-, aludiendo a Siouxsie and the banshees (donde Smith fue guitarrista un par de temporadas tomando nota del aspecto y el dominio escénico de Siouxsie), Echo & the Bunnymen y The Mission -ambas bandas amigas de los Cure-, y los ruidosos Jesus and Mary chain.

Por supuesto, también había espacio para The Smiths, aunque Moz y Robert se odiaban, en una adorable batalla de egos, pesadeces y sarcasmos hasta el infinito y más allá; lo que se espera de verdaderos rockstars.

Cada tribu tenía sus motivos. Los que elegimos a The Cure probablemente no sabíamos por qué la desazón y la melancolía parecían más llamativas; que la vista y el riesgo del precipicio como lo mostraban las imágenes de los videos de Just like heaven y Close to me, resultaba atractivo e intrigante. El invierno, la ciudad, la noche, los romances, la risa, la borrachera y la resaca; todo congeniaba con el universo creado por Robert Smith. Un encantador del lado oscuro del corazón. Un hechicero para las almas en pena.

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