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Claudio di Girolamo: todas las caras de un icono de la cultura y cómo fueron sus trabajos finales

El artista que llegó desde Roma extendió su huella creativa en una multiplicidad de disciplinas, como la pintura, el teatro, el mundo audiovisual y la TV. Fue asesor cultural de los gobiernos de la Concertación y en los últimos años había entregado su voluminoso archivo a la UC. Su última aparición fue en abril, cuando se restauró uno de sus murales y hasta aprovechó de referirse a la muerte del papa Francisco.

Claudio di Girolamo: todas las caras de un icono de la cultura y cómo fueron sus trabajos finales FONDO HISTORICO - CDI COPESA

En 2023, cuando contaba 93 años, Claudio di Girolamo donó un gigantesco acervo de 3.000 obras al Archivo de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Una decisión basada en la importancia que le daba al archivo, el rescate y la memoria. Por entonces, ya se mostraba consciente de que el tiempo es finito, pero la muerte no lo asustaba.

“Nací y me moriré siendo un curioso -dijo a El País-. Sobre la muerte, estoy curioso de saber lo que hay allá. Es definitorio de este proceso, pero no es definitivo. Y que no me digan que hablo de la vida eterna porque soy religioso. Yo sé que esto no termina, pero cambia”.

Archivo Histórico – Cedoc Copesa

Cambio fue la palabra que resume su vida. Una de novela, si se quiere, porque Claudio di Girolamo Carlini era italiano de nacimiento, pues vino al mundo en Roma, en 1929, cuando el fascismo de Mussolini llevaba poco años en el poder. Su interés siempre estuvo en la cultura, y de hecho, estudió en el Liceo Artistico Statale Mamiani y posteriormente, estudió escenografía en la Accademia di Belle Arti di Roma. Esto por la influencia de su padre, el pintor Giulio di Girolamo. Todos esos conocimientos le servirían después.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, llegó a Chile a sus 19 años junto con el resto de su familia.

“En aquel lejano 1948 del siglo pasado, atravesamos el gran charco desde un continente a otro, con nuestros sueños y la esperanza a cuestas. Después de 29 días de navegación, en Buenos Aires. ¡Por fin!, pisamos tierra americana. Nos subimos al Pampero para llegar a Mendoza. Allí nos enteramos de que el Trasandino (tren conexión Mendoza-Santiago, que atravesaba la cordillera), estaba varado por una tempestad de nieve. Luego de una semana de espera, viendo mermar peligrosamente nuestro mínimo capital para gastos de viaje, conseguimos embarcar en la línea aérea argentina Zonda, un DC3 (uno de esos usados por los paracaidistas yanquis en la Segunda Guerra Mundial). Pasamos la cordillera debajito del Aconcagua, chupando aire de una manguerita que salía del techo de cada asiento y llegamos a Santiago, al antiguo aeropuerto de Cerrillos”, cuenta Di Girolamo en el libro CDG 70. Claudio Di Girolamo, setenta años de arte religioso (Ediciones UC).

Y agrega que “llovía a cántaros. Salimos en un minibús hacia la oficina central de la línea aérea, pasamos frente a La Moneda y nos dejaron frente al hotel Carrera. Cuando miré la Plaza de la Constitución pensé: ‘¡qué nos pasó a nosotros que vinimos a caer aquí!’. Estaban todos los edificios chorreando agua con hollín y tirando humo… Al día siguiente despejó. Nos asomamos a la Alameda, miramos hacia el oriente y se nos vino encima en todo su esplendor la Cordillera de los Andes… Así empezamos nuestra vida en Chile, en el mes de julio de 1948 del siglo pasado”.

Sus inicios y su influencia

En el país comenzó a dedicarse de lleno a la actividad artística, fundamentalmente en las Artes Visuales. En este campo, destacó en las artes escénicas y audiovisuales, donde realizó un trabajo como artista visual y muralista. Fue prototípico de un creador del siglo XX: a partir de un lenguaje puntual, comenzó a expandirse hacia otras disciplinas.

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Comenzó justamente como escenógrafo de teatro, para la obra Los Condenados, del Teatro Ensayo de la Universidad Católica, que se presentó en el Municipal de Santiago. Su trabajo fue tan reconocido que de eso sacó una lección: “La escenografía era demasiado personaje. Entendí que tenía que estar al servicio de la obra. Los protagonistas son los actores, la escenografía tiene que ayudarlos a ellos”.

En 1954 se casó con Carmen Quesney Besa, con quien tuvo cinco hijos, entre ellos, la destacada actriz Claudia di Girolamo.

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Otra de sus labores en Chile tiene una marca singular e incluso desconocida: la Gaviota del Festival de Viña. Sí, Claudio di Girolamo fue el diseñador del preciado trofeo. Creada en 1969 para sustituir tanto a la Lira de Oro como al Arpa de Oro. Fue un encargo de Carlos Ansaldo, el fundador del evento, para festejar las diez ediciones del encuentro veraniego.

“En la edición de 1969 comenzó la entrega de trofeos con forma de Gaviota, reemplazando a la lira y al arpa de oro que se obsequiaba a los ganadores de los géneros internacional y folklórico, respectivamente”, apunta el libro Historia Social de la Música Popular en Chile 1950-1970, de Juan Pablo González, Oscar Ohlsen y Claudio Rolle.

gaviota viña

Acaso su labor como escenógrafo teatral ha sido una de las más renombradas. Ahí su nombre ha sido asociado a la compañía de teatro ICTUS; de hecho, erróneamente se le atribuye como uno de los fundadores, pero eso no fue así. Quienes fundaron la compañía fueron Mónica Echeverría y Paz Yrarrázaval, quienes junto a un grupo de estudiantes emigraron del Teatro Ensayo de la UC. Di Girolamo trabajó con ellos.

En una entrevista, de 1979, a la revista cultural CAL, dijo sobre su labor: “Es muy distinto un teatro que tiene que sobrevivir a condiciones adversas -como es el caso actual- a un teatro que es producto de un entorno que no solo permite, sino estimula. El teatro al que yo me incorporé crecía en un caldo de cultivo riquísimo. Mientras el Teatro Experimental de la Universidad de Chile exhibía Fuente Ovejuna, el ballet bajo la dirección de Ernst Uthoff daba La Mesa Verde, El Hijo Prodigo, Petrouchka y tantos otros memorables ballet, la Orquesta Sinfonica daba conciertos semanales bajo la direccion de Victor Tevah y de los más relevantes directores del mundo que eran invitados. El coro de Mario Baeza cantaba El Rey David y así, un impresionante numero de actividades artísticas donde el teatro era una de ellas. Muy diferente. por cierto, a lo que ahora acaece".

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El ICTUS fue uno de una de las cumbres dentro de la meseta cultural chilena en dictadura. “La dictadura nos hizo bien al Ictus porque nos obligó a no hacer teatro de panfleto, nos lo prohibían. La gente nos preguntaba ‘¿cómo lo hacen?’ Aprendimos a decir sin decir y a no decir diciendo”, dijo a El País.

En paralelo, continuaba sus labores en las artes visuales, fundamentalmente como muralista. Acá destacan obras como el Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político, en el Cementerio General; también realizó dibujos y pinturas que terminó donando a la UC.

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Otra de sus labores estuvo en la televisión. Entre 1969 y 1971 fue Director Ejecutivo del Canal 13, justo en el período en que las estaciones universitarias se posicionaban en el gusto colectivo de la pantalla chica como un faro asociado a la cultura y la educación.

Entre 1990 y 1991, en TVN, integra el equipo del Programa Cultural Ojo con el arte, entre 1992 y 1993 y 1996 condujo el programa cultural Bellavista 0990, de TVN.

En abril de 1997, el Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle le otorgó la nacionalidad chilena por gracia. En 2016, recibió la Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda, otorgada por la Presidenta Michelle Bachelet.

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Además, fue jefe de la División de Cultura del Ministerio de Educación de Chile en los Gobiernos de los presidentes Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos, y dos veces en el Gobierno de la Presidenta de la República, Michelle Bachelet. También fue asesor cultural en el gobierno del presidente Gabriel Boric. Es que de gestión cultural, era quizás uno de los referentes mayúsculos. En 2003, hizo una reflexión al respecto.

“Un ‘gestor cultural’ que se respete, está indisolublemente ligado a ese proceso. Definitivamente no es un simple administrador de una empresa ya organizada y establecida en todas sus partes, ni menos un ‘productor’ de ‘eventos culturales’ aislados, por muy exitosos que parezcan”.

Lo defi­niría más bien como un constructor de redes culturales, basadas en la cooperación activa, cuyo trabajo tiene validez y sentido si es capaz de abrir y acompañar un proceso de empoderamiento y desarrollo de las capacidades creativas tanto personales como grupales de los miembros de la comunidad social en la que realiza su labor".

Sus trabajos finales y su última aparición

Su última obra fue la exposición Fragmentario: trayectos de obra, durante agosto de 2024 en el Centro de Extensión UC Alameda. Fue curada por su hijo, el arquitecto Franceso di Girolamo. Ahí presentó el montaje y hasta dio una charla de las piezas que mostró, algunas simbólicas de su estética más clásica y otras que jamás habían visto la luz ante el público.

Y todo partió con un hecho que para casi todos puede ser trivial, pero que para él fue el émbolo de una futura obra de arte: cuando el artista recibió el rebote de una piedra en el parabrisas de su auto, lo que vio no fue una grieta, sino que la posibilidad de una inspiración, un nuevo dibujo. Así, retrató lo que estaba frente a él, un vidrio roto, el que fue desdibujando hasta transformarlo en algo así como un ave o un bicho. A la pieza la llamó Variaciones e integró su última exhibición.

Ya en 2021, el artista realizó la donación de su obra religiosa a la UC, con más de 700 bocetos, dibujos y pinturas creados en diversos soportes y técnicas, formando una colección en el Campus Oriente, a cargo de la Dirección de Extensión Cultural.

Además, como ya está dicho, en 2023, firmó un convenio de donación de su acervo personal al Archivo de la Escena Teatral de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica, entregando 3.500 materiales documentales para su resguardo y difusión. Así, hizo entrega de sus fotografías, afiches, documentos, bocetos de diseño, programas de mano y cartas personales —algunas incluso sin abrir— con la certeza de que el Archivo de la Escena Teatral de la Escuela de Teatro UC las atesoraría.

Claudio di Girolamo Karina Fuenzalida

Cuando presentó Fragmentario, sus palabras fueron: “Nuestra vida es una secuencia de cosas. Y pasa que soy muy curioso, soy muy trabajólico, y he vivido mucho, con 94 años. Nunca tenía un estilo. Muchas veces uno sacrifica mucho para tener un estilo que se reconozca, empieza a hacer todo de una manera hasta que es un manierismo. Nunca quise tener un manierismo. Yo creo en lo efímero. Según lo que tomaba y veía, según esas experiencias, dejaba que el flujo de la sociedad manejara los temas. Mi vida en Chile ha sido estar en diálogo con la sociedad. Entonces, tengo un montón de cosas que me han interesado, y con Fragmentario me interesaba demostrar que mi vida se ha hecho con este punto de vista”.

Según cercanos y testigos de tal exhibición, el dramaturgo estaba en una fase retrospectiva, de cerrar proyectos y terminar lo pendiente.

Quizás bajo ese contexto se entiende el mural La Buena Noticia de nuestro Hermano y Señor Jesús, en la Facultad de Teología de la Universidad Católica, el que fue restaurado por su hijo, el también artista Roberto di Girolamo. Ahí Claudio apareció para ver la obra. Fue quizás su última aparición pública, en abril pasado. De hecho, según cuentas testigos, aprovechó de hablar de la muerte del Papa Francisco y del cónclave que por esa fecha se aproximaba.

“Con profunda tristeza despedimos a un hombre cuya vida fue un acto de amor constante hacia el arte, la cultura y la educación: Claudio di Girólamo, un sembrador de conciencia, un tejedor de humanidad y un incansable defensor de la belleza. En la Universidad Católica su huella es honda y luminosa. Aquí compartió su talento, su generosidad, espíritu crítico y su compromiso con la formación de nuevas generaciones. Su paso por la universidad y por donde fuese que estuviera, fue siempre una invitación a mirar más allá de lo evidente y a encontrar en la expresión artística un lenguaje para sanar, para cuestionar y construir comunidad”, dice Daniela Rosenfeld, directora de Extensión Cultural UC.

También se pronunció sobre el deceso, la alcaldesa de Viña del Mar, Macarena Ripamonti. “Claudio Di Girolamo, uno de los creadores del emblemático galvano de la gaviota del Festival Internacional de Viña del Mar, deja una huella imborrable en la historia cultural de Chile. Su obra, que se ha convertido en un símbolo del certamen, refleja su talento artístico y su profunda conexión con la ciudad y su patrimonio”.

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