
Crítica de discos: Arcade Fire sin ideas, Los Prisioneros reviven y Thom Yorke para el otoño
El grupo canadiense suena desolado y no consigue su mejor versión, mientras que Los Prisioneros viajan a su prehistoria para demostrar por qué son un grupo único. En tanto, una colaboración revive la rúbrica del cantante de Radiohead.

*Los Prisioneros - La voz de los 80 (Los Demos)
Así como la frescura de Nevermind the bollocks (1977) de los Sex Pistols se cocinó a fuego lento entre numerosas maquetas y demos, Los Prisioneros siguieron un camino similar en La voz de los 80 (1984).
Entre 1983 y 1984, el trío de San Miguel fue registrando y puliendo las canciones de ese primer disco, y otras descartadas. Esta selección incluye media docena de títulos reconocidos como Paramar y Brigada de negro, y otras cinco composiciones con diferentes calidades, aunque ninguna lo suficientemente atractiva y válida para el corte final. Las letras contienen algunas diferencias mínimas -”limpia tus ojos” en vez de “abre los ojos” en el corte homónimo-; resaltan armonías más agudas y saltarinas en ¿Quién mató a Marilyn?, como destaca la influencia de La Nueva Ola en Mi profesor se está volviendo loco, una de las desechadas.
La temprana combinación de electrónica y guitarras vintage distingue a De Rusia con amor, una veta refinada a partir de Pateando piedras (1986). La televisión y el consumismo, asuntos centrales en el pop rock de los 80, articulan Cuanto vale el show y Para eso está la publicidad, sin despegar de la obvia influencia de The Clash. A su vez, Descubre tus poderes ofrece una estructura más trabajada con un final intempestivo rumbo al ska. Las canciones habrían mejorado enormemente con cualquier otro guitarrista y baterista. Pero no habrían sido Los Prisioneros.
*Arcade Fire - Pink elephant
Si Arcade Fire quiere transmitir un bajo estado anímico en este séptimo álbum mediando composiciones minimalistas, circulares y desoladoras -el reflejo de un espacio hermético y desconfiado-, felicitaciones, lo lograron.
Pink elephant encarna una obra contrita: es el primero sin el multiinstrumentista Will Butler y, sobre todo, el trabajo que sucede a las acusaciones de conducta sexual inapropiada en contra del líder Win Butler. Las revelaciones de la revista Pitchfork en 2022 -un medio clave en el estatus de los canadienses como referentes máximos del indie-, provocaron un cisma en su reputación como referente generacional de los últimos 20 años. El músico alegó sexo consensuado, recibiendo el apoyo público de su esposa y miembro de la banda, Régine Chassagne. Los testimonios no arrojaron acciones legales ni arreglos extrajudiciales.
Producido por el experto en parajes tristes Daniel Lanois (73) -uno de los diseñadores de los mejores años de U2-, hay material que fantasea con reseteos profundos como propone la melancólica Ride or die -”yo podría trabajar de 9 a 5, y tú podrías ser camarera”-, en tanto Stuck in my head versea repetitivo sobre un cambio basal profundo. Los deseos no van aparejados de mucha creatividad ni chispa, excepto donde se percibe sónicamente la mano de Lanois, en una obra anémica de melodías, urgencias e ideas.
*Mark Pritchard & Thom Yorke - Tall tales
El comienzo es áspero, difícil, a tono con las palabras de Thom Yorke (56) sobre esta colaboración con el músico electrónico y productor británico Mark Pritchard (54). “¡Espero que la gente lo entienda (...)!”, declaró entusiasmado, aludiendo a los resultados de una alianza creativa que se remonta al álbum Under the sun (2016) de Pritchard, donde el líder de Radiohead puso voz al corte Beautiful people.
Tall tales tomó forma a distancia durante la pandemia. Pritchard, identificado principalmente con el ambient, envió un extenso MP3 a Yorke. La reacción del astro rock de voz desoladora refuerza y eleva las vibras del material, consonante con algunos de los pasajes más experimentales de Radiohead y su descuelgue solista en The Eraser (2006).
Son fondos sonoros fuera de los márgenes tradicionales en una metamorfosis constante. En Ice shelf, dibujada en medio de los restos de una sinfonía que persiste a distancia, Yorke superpone su registro distorsionado como un robot que se queda sin energía. Back in the game ofrece formas más acotadas con un reconocible sonido de sintetizador vintage. El corte homónimo instala sirenas espaciales surcadas por voces en collage, en una trama que se expande por capas. The men who dance in stag’s heads resuena como una elegía con cierta luminosidad, mientras Wandering genie irradia un ascenso celestial con un coro montado por Thom Yorke que repite “me estoy cayendo”. Marida con el otoño.
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