La historia del primer León en el Vaticano: León el Grande, el papa que se enfrentó a Atila
Un intelectual y teólogo destacado, el papa León, además fue hábil con la palabra. En un momento de crisis y de debilidad del Imperio Romano, asumió la pesada responsabilidad de convencer a Atila, el rey de los Hunos, de respetar la ciudad de Roma. Acá la historia.
Le llamaban “el azote de Dios”. En efecto, el ataque de las hordas de jinetes que comandaba Atila, el rey de los hunos, seguía la misma brutal secuencia; incursiones rápidas, muy violentas y con el consiguiente saqueo de todo lo que pudieran llevarse.
Por entonces, en el 452 d.c, el Imperio Romano era un remedo de su antigua gloria. Colapsado por la entrada repentina de varias tribus germánicas, desbordando sus fronteras, ahora debía enfrentar a un enemigo formidable.
Atila, un rey guerrero proveniente de las estepas asiáticas, había invadido los territorios romanos en los balcanes, Tracia e Iliria, Macedonia, Panonia y Germania. Con sus rápidos y feroces jinetes había cruzado el Rin y ya había puesto pie en el norte de Italia.
Los hunos, en un avance espectacular, se apoderaron de algunas zonas del norte de la península, en Aquilea, Padua y Milán. Se esperaba por ello, el inminente asalto sobre Roma y con ello, la posibilidad cierta de que la “ciudad eterna” acabara destruida. Algo que no había logrado ni siquiera el célebre general cartaginés Aníbal, en la segunda guerra púnica.
Asustados, los nobles romanos buscaron a una persona que pudiera ayudar. Ahí se fijaron en el papa León. “En esos momentos, el emperador romano Valentiniano III lucía débil debido a las derrotas, por lo que la gente de Roma puso sus ojos en el papa. Y León I decidió hacer algo”, explica Ryan Denison, experto en historia de la Iglesia del Instituto BH Carroll en Texas, en declaraciones a BBC Mundo.
Elegido como papa en el 440 d.c, tras ejercer como consejero de su antecesor, Sixto III, León debió hacer frente a una época convulsa, en cuanto a desacuerdos doctrinales, y eso sin contar la compleja situación política y social del Imperio.
“León Magno, como se lo conoce, se convierte en papa en un momento muy convulso, en términos doctrinales, porque había muchas decisiones sobre la naturaleza de Jesús”, señala Onésimo Díaz Hernández, historiador y teólogo de la Universidad de Navarra, a BBC Mundo.
“Algunos discutían que Jesús era un superhombre pero que carecía de naturaleza divina, mientras que otros negaban cualquier particularidad humana dentro de él”, explica.
Además de sacerdote, León fue un prolífico autor. En su Tomo a Flaviano, fijó las claves de la doctrina de la Iglesia a través de los años, en un momento en que existían variadas corrientes.
“Uno de los mayores aportes de León I a la doctrina de la Iglesia es que logró unificar el criterio de que Jesús tiene naturaleza humana y divina a la vez. Y lo logra gracias a ese texto”, señala Díaz Hernández.
León, de hecho, fue quien convocó al Concilio ecuménico de Calcedonia (hoy Kadiköy, en Turquía), el que reconoce y afirma la unión en Cristo de las dos naturalezas, humana y divina. Un eje de la doctrina.
Cuando León Magno enfrentó a Atila
Así, mientras el papa León se ocupaba en fijar los pilares de la doctrina, se encontró con la noticia del avance incontenible de Atila en el norte de Italia. Ante el sufrimiento de la población, decidió tomar la iniciativa y enfrentar al feroz rey de los hunos.
En el libro Lecturas de historia europea, volumen I, James Robinson traduce el testimonio de un testigo del legendario encuentro entre León y Atila, en las cercanías del río Mincio.
“Entonces León se compadeció de la calamidad de Italia y Roma, y con uno de los cónsules y gran parte del senado romano fue al encuentro de Atila. El anciano de inofensiva sencillez, venerable con su cabello canoso y su majestuosa vestimenta, dispuesto por voluntad propia a entregarse por completo a la defensa de su rebaño, salió al encuentro del tirano que lo estaba destruyendo todo", detalla el texto.
Y muy a tono de la época, se narra un acontecimiento considerado milagroso. “Mientras León decía estas cosas, Atila permaneció contemplando su venerable atuendo y aspecto, en silencio, como si reflexionara profundamente. Y he aquí que, de repente, aparecieron los apóstoles Pedro y Pablo, vestidos como obispos, de pie junto a León, uno a la derecha, el otro a la izquierda. Sostenían espadas extendidas sobre su cabeza y amenazaron a Atila de muerte si no obedecía la orden del papa”.
Fue así, que el feroz Atila habría tomado la decisión de retirarse. La historia cuenta que el papa León habría logrado negociar la retirada a cambio de un tributo, lo que salvó a la ciudad.
Aunque en algunas fuentes y estudios históricos se señala que para entonces, Atila veía a su ejército ya agotado tras la extensa campaña, por lo que fue un factor a considerar tras la entrevista con el papa León.
Como sea, poco después, en el el 455 d.c, nuevamente la ciudad de Roma confió su suerte a la elocuencia del papa León. Esta vez, negociando ante los guerreros vándalos de Genserico. Pese a su empeño, la ciudad fue saqueada, pero no fue incendiada. Además, los vándalos no tocaron las Basílicas de San Pedro, San Pablo y San Juan, en las que se refugió gran parte de la población. La santa labia de León volvió a salvar a los fieles.
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