Baradit: La caída del profeta

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Foto: Mario Téllez

No fue el fascismo el que derrotó a Baradit ayer, fue el sentido común. Para algunos es más fácil culpar a unos robots que abusan de las redes sociales, que asumir que hay un país cansado de manipulaciones y de imposiciones acomodaticias.


La decisión de la Fundación Teletón de cancelar la presentación del diseñador Jorge Baradit causó la conmoción del progresismo de izquierda. Uno a uno, desolados, escribieron sus mensajes de apoyo figuras como Beatriz Sánchez, Alejandro Guillier, periodistas, artistas y tuiteros prominentes. No era sólo para levantarle el ánimo al profeta caído, sino que principalmente para alertar el avance del fascismo y cómo, en cosa de horas, la ultraderecha había sido capaz de rayarle la pintura a uno de los mejores de los suyos.

"Yo no le estoy hablando a la academia, a los historiadores, yo tengo la necesidad de que la gente común me entienda" respondía Baradit hace algunos años para hacer frente a las críticas que los historiadores hacían a sus obras. De cierta forma, Baradit incomodaba, pues luego de 12 años de una carrera como diseñador inexistente, había logrado convertirse en un superventas de la literatura contemporánea y el oficio de narrador, lo terminó transformando en un ícono social y mediático para el activismo de izquierda.

Pero el año pasado, todo cambió. Las acusaciones de abuso y acoso contra el director Nicolás López lo terminaron enredando y se viralizaron sus antiguos mensajes de grueso calibre en contra de mujeres y animales entre otros. Su reacción, tampoco fue de las mejores. Primero, desprenderse rápidamente de cualquier vinculación con el defenestrado López, al afirmar que representaba lo peor del país y que buscaba de su poder para oprimir, acosar y explotar a sus semejantes. Luego, con cierta ingenuidad digital, trató de borrar todos sus mensajes y pidió disculpas arguyendo que el lenguaje de hace 10 años no era el mismo de ahora.

"La historia es líquida, es blanda, moldeable, cortable, redefinible y esculpible" reflexionaba Baradit y quizás lo propio trató de hacer con su propia historia. Redefinía su amistad con López y cortaba el pasado oscuro de sus mensajes públicos, buscando dar vuelta la hoja rápidamente y seguir disfrutando de éxito literario, político y social del presente. Ese fue el error de Baradit. Siendo exitoso en su capacidad de conectar con la gente común, mediante la distorsión provocadora y marketera de nuestra historia como país, fracasó rotundamente al tratar de hacer lo propio con su historia personal, pues se alejó del ciudadano común y buscó alterar su propia biografía, de manera cínica y conveniente. Una disculpa sincera podría haber sido más efectiva, que un falsa excusa que lo ha llevado a disminuirse lentamente.

Por eso, de ahí en más y a pesar de que Baradit ha seguido con el apoyo de las editoriales que lo siguen publicando, medios de comunicación que lo siguen difundiendo y toda la elite progresista que lo sigue idolatrando, su base popular se ha ido socavando y la resistencia a su figura comienza a crecer consistentemente.

No fue el fascismo el que derrotó a Baradit ayer, fue el sentido común. Para algunos es más fácil culpar a unos robots que abusan de las redes sociales, que asumir que hay un país cansado de manipulaciones y de imposiciones acomodaticias. Son esas personas las que se rebelan y las que ven, en estos pequeños actos de rechazo, los momentos exactos para vocear su descontento.

Porque las personas, de carne y hueso, se dieron cuenta del engaño de ese profeta y no se dejaron llevar por su arrepentimiento conveniente ni la defensa corporativa de sus adherentes. Se dan cuenta como los aduladores de Baradit son los primeros en pedir las penas del infierno si el infractor es de derecha, pero en su caso guardan un silencio cómplice y lo victimizan cuando cae en desgracia. ¿Cómo olvidar a Fernando Villegas que, sin mediar acusaciones concretas ni evidencias, fue crucificado en la plaza pública y suspendido de todo en menos de un día por un reportaje periodístico, y nadie ha osado escribir una sola línea ni exigir responsabilidad alguna en contra del ícono literario de la izquierda?

Es ese sentido común el que hoy avanza en Chile. No uno impoluto ni moralizante, sino que uno que busca interpretar a esa gran mayoría de personas que está cansada del doble estándar totalitario de la izquierda que predica, a través de falsos profetas, la imposición de su hegemonía ideológica y la proscripción de las legítimas diferencias de opinión o de pensamiento.

Es la primera caída del Profeta Baradit y el inicio de una agonía que lo extinguirá lentamente. Más pronto que tarde, otros profetas seguirán cayendo y demostrando que hay un pueblo ansioso por liberarse de las cadenas del progresismo reinante.

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