Las contradicciones de Asia Argento

Asia Argento
La actriz Asia Argento. Foto: AP Photo/Frank Franklin II.

No podemos caer en la ley del empate. Si bien algunas mujeres cometen abusos hacia hombres e incluso hacia otras mujeres, esto no es lo común ni lo extensivo. Es solo cosa de ver los números de acosos callejeros, de abusos de poder y sexuales hacia mujeres.


Hace unos días se reveló que Asia Argento, líder del movimiento #MeToo, habría pagado una buena cantidad de dólares para silenciar una denuncia de acoso sexual realizada por Jimmy Bennet, un joven actor que fue agredido por Argento cuando solo tenía 17 años. La primera reacción, por supuesto que obvia, es escandalizarse ante la contradicción de Argento quien –recordemos– fue una de las denunciantes de Harvey Weinstein.

Sin embargo, hay análisis más delicados que hay que mencionar. En primer lugar, como feministas sabemos que el acoso y abuso sexual se relacionan con el poder. Es la estructura vertical y heteronormada del poder la que va generando abusos cotidianamente. En este caso, las mujeres que llegan a lugares de poder y no lo transforman pueden fácilmente caer en estas prácticas. Es por estas razones que el llamado es a construir espacios seguros, más horizontales y menos violentos. Sin estas nuevas construcciones el avance feminista se verá coartado por todos sus flancos.

La constitución del machismo ha estado tan arraigada en nuestras sociedades que, las mujeres, debemos pensar en nuestras propias prácticas machistas. Aquí no hay tiempo para declarar supuestas purezas ideológicas. No, no existen. Todos y todas somos parte de una sociedad altamente jerarquizada que discrimina cotidianamente. Y nosotras, a la vez que podemos padecer esta estructura también la podemos perpetuar. Este es el caso de Argento. Por un lado lucha contra la violencia, pero también la comete. Una contradicción escandalosa pero que ha sido común en la historia de la humanidad. Como señaló Plauto en el año 200 antes de Cristo, "el hombre es un lobo para el hombre".

A pesar de esto, un segundo punto a considerar es que no podemos caer en la ley del empate. Si bien algunas mujeres cometen abusos hacia hombres e incluso hacia otras mujeres, esto no es lo común ni lo extensivo. Es solo cosa de ver los números de acosos callejeros, de abusos de poder y sexuales hacia mujeres. Es cosa de mirar las cifras de golpes, maltratos y asesinatos a mujeres. El número es escalofriantemente alto. Considerando esto, el caso de Argento más que develar contradicciones simbólicas es una oportunidad para pensar sobre los lugares y situaciones particulares que permiten el abuso y, como feministas, nos permite ir a modificar esas estructuras.

El acoso sexual efectuado por Asia Argento debe ser reprochado transversalmente. Tenemos que exigir justicia para todos y todas. Así como exigir justicia para la propia Argento que fue violada por Harvey Weinstein. Ella debe hacerse cargo de sus propias contradicciones y nosotros de las nuestras. Mientras tanto, debemos seguir impulsando la lucha por una sociedad menos violenta y enfocada en las principales víctimas de estos casos: las mujeres, la comunidad LGBTQ, los indígenas, afrodescendientes, etcétera. No hay tiempo para perder el foco.

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