Fin al programa de Liceos Bicentenario: cuatro miradas desde adentro

Una directora, una estudiante, una apoderada y una profesora. Cuatro miembros de comunidades de Liceos Bicentenario desmenuzan lo que les ha tocado vivir desde que sus establecimientos recibieron el sello de excelencia. Las visiones son encontradas, y mientras algunas defienden a ultranza el aporte de estas instituciones, otras lo ponen en duda o exhiben las dificultades con que se han encontrado.


Cuatro protagonistas de la educación en Liceos Bicentenario entregan su mirada ante la lápida que le puso el gobierno al programa iniciado durante la primera gestión de Sebastián Piñera.

Angélica Vallejos, directora Liceo Chacabuco (Colina)

“Estos liceos han demostrado que sí se puede tener educación pública de calidad”

Angélica Vallejos trabaja hace 11 años en el Liceo Chacabuco de Colina y hoy es la directora de uno de los establecimientos creados junto al programa de Liceos Bicentenario y que, asevera, tiene una gran demanda de matrícula. Ella ya había trabajado en liceos de La Reina y Vitacura, por lo que tiene de dónde comparar. “Hoy los Liceos Bicentenario (LB) son mejores alternativas que otros”, asegura.

“Lo esencial de los LB es su compromiso con la excelencia académica y su responsabilidad social y educativa”, expone. Y es que, desde su experiencia, este tipo de instituciones “han sido una real alternativa de educación pública de calidad, demostrando un cambio significativo en los estudiantes que participan de estos proyectos”.

Sobre los LB suma que han permitido en los estudiantes obtengan “avances significativos en su calidad educativa (...) A más de 10 años de existencia de estos liceos hemos evidenciado cómo sus resultados, tanto académicos como en otros ámbitos, están siendo mejores que los otros liceos”.

Pero ¿qué destaca en concreto de los LB? “El sello Bicentenario declara explícitamente el orden, el método y constancia, siendo además agentes de cambio, entonces, ¿por qué no replicar esto en el resto de los liceos en vez de pensar en terminar con un proyecto?”, se pregunta, antes de señalar que “estos liceos han demostrado que sí se puede tener educación pública de calidad”. En esa línea, agrega que los LB “tienen una ruta muy clara en lo pedagógico, con foco en los aprendizajes de los estudiantes, a diferencia de los otros, que su foco a veces no es precisamente lo pedagógico”.

A su juicio, el programa fue desahuciado por el Mineduc que comanda Marco Antonio Ávila, “solo porque fue creado en otro gobierno, y eso es un gran error. ¿Por qué mejor ven cómo pueden potenciar este proyecto para que logren todos los liceos tener la oportunidad de ser Bicentenario y transformarlo en una política de Estado?”.

Al cierre, Vallejos destaca que estos liceos “sí son una gran oportunidad para todos aquellos jóvenes que quieran tener una oportunidad de educación pública y calidad efectiva” y que los establecimientos “han demostrado con creces la excelencia académica y en educación hay que nivelar hacia arriba y no destruir lo bueno”.

Catalina Pizarro, presidenta Centro de Estudiantes Liceo Isaura Dinator (Santiago)

“A nivel estudiantil no hemos visto cambios relacionados con ser Liceo Bicentenario”

Catalina Pizarro es la presidenta del Centro de Estudiantes del Liceo Isaura Dinator de Santiago, uno de los pocos Liceos Bicentenario (LB) que tiene la comuna. Ese sello lo recibió en diciembre de 2020.

Hoy, a casi dos años de ese suceso, la dirigenta estudiantil asegura: “Personalmente y a nivel comunidad estudiantil no hemos vistos cambios que se hayan relacionado con ser un LB. Seguimos teniendo las mismas problemáticas de un liceo municipal y seguimos siendo igual que un liceo municipal común y corriente, solamente con un título de Bicentenario”.

Esto, asevera, se debe a que hasta hace poco tuvieron “un director que no supo gestionar el dinero que nos pasaron por ser LB”, al punto de que cuando obtuvieron el sello Bicentenario no hubo ninguna ilusión de mejora dentro de la comunidad estudiantil: “La gestión del director anterior fue pésima, no supo ni siquiera masificar la información de que éramos LB, entonces no hubo esperanza de nada”.

De hecho, asegura, “la mayoría del estudiantado ni siquiera sabía que íbamos a ser un LB, algunas se enteraron este año y estoy segura de que otras ni siquiera saben todavía, porque las cosas siguen igual”.

En ese sentido y para clarificar, la estudiante asegura que hasta aquí “lo único que se ha utilizado del título Bicentenario son guías de Matemática y Lenguaje”. Esto, detalla, para cursos de séptimo básico y primero medio. “Fuera de eso, nada”.

Según se le ha dicho al estudiantado, eso sí, el próximo año deberían comenzar las capacitaciones en digitalización del establecimiento, “porque hay muchos docentes que no saben ocupar Excel y esas cosas, pero eso es lo único”. Por eso, insiste, “ni este año ni el pasado vimos algún cambio o mejora por ser LB. No nos perjudicó ni mejoró en nada”.

Por eso, añade, las tiene sin cuidado que el gobierno le haya puesto la lápida al programa. “Da un poco igual que nos quiten el título de Bicentenario o que sigamos teniéndolo, porque hasta el momento no hemos recibido nada. Todos los cambios que pueda haber podrían ser el próximo año”.

Seguimos siendo igual de precarios que cualquier otro liceo municipal”, complementa, antes de recordar que se les había prometido mejor clima escolar, formación docente y capacitaciones para ellos.

Catalina Estrella, presidenta Centro de Padres Liceo Santa María (Las Condes)

“Teníamos otras alternativas de colegios, pero con esta calidad, no”

Catalina Estrella lleva 26 años en la comunidad del Liceo Bicentenario (LB) Santa María de Las Condes. Allí estudiaron primero sus hijos y ahora son sus nietos. Ha sido apoderada, parte de la directiva del Centro de Padres y hoy también presidenta del mismo. Por eso conoce el establecimiento y su evolución como nadie.

Desde que somos LB el barrio tiene otra mirada, los vecinos quieren estar acá, todo el mundo lo empezó a mirar distinto. La matrícula ha subido, hay una gran cantidad de niños interesados en este colegio por el solo hecho de tener un sello Bicentenario”, asegura, además de añadir que la propia comunidad se siente “orgullosa de pertenecer a esta red de excelencia. Como padres y apoderados tenemos esa gran posibilidad y se nos da esa alternativa de tener un colegio cercano y con una educación de calidad”.

Y es que, recalca, como padres “teníamos otras alternativas de colegios, pero con esta calidad, no. Tener LB cercanos, para nosotros sí que es un logro”. ¿Por qué? Sus 26 años en los pasillos del establecimiento le permiten decir con autoridad que notaron “muchos” cambios. “Primero, en la infraestructura, que se mejoró un techo que es espectacular. También es importante recalcar la participación de los padres en un nuevo manual de convivencia, eso nos ayudó a unirnos. Y el colegio capacitó a todos los profesores, con lo que tuvimos cambios en la calidad de la educación”. Un buen ejemplo de esto, dice, son las constantes mejoras en las pruebas de acceso a la educación superior.

En ese sentido, la apoderada rememora el día en que se enteraron, hace ya más de dos años, cuando se les dio el sello Bicentenario. “No lo podíamos creer y eso nos dio la pauta para decirles a nuestros niños que todo se puede, para decirles a los profes lo mismo y a los papás para decir que sí podemos sacar a nuestros niños adelante, que no hay techo. Eso es para nosotros un LB, siempre al alza”.

Por eso dice dolerle que el programa como se le conoce llegue a su fin, con las dudas que esto genera. “Hay un porcentaje de papás que están incrédulos, que dicen ‘no, no puede ser’. Pasa que el sello Bicentenario nos cambió a todos, por eso esta es una puñalada la que nos están dando. Estamos viendo la forma de hacer un día de luto en protesta”.

Alejandra Panes, coordinadora pedagógica Liceo Luis González Vásquez (Nueva Imperial)

“La comunidad va a poder seguir adelante si el proyecto está bien implementado”

Alejandra Panes no pone en duda realmente la calidad de los Liceos Bicentenario (LB), pero sí las complejidades que enfrentaron al pertenecer a un Servicio Local de Educación Pública (SLEP) y haber obtenido el sello casi en paralelo a la pandemia.

“Muchas de las ideas que queríamos implementar quedaron un poco truncas para ejecución”, señala. Agrega, además, que el Covid hizo que tuvieran que adaptarse. “No podría decir que vivimos la experiencia como otros, no puedo decir que fue mejor o peor. Sí recibimos acompañamiento, sí estuvieron atentos a nosotros, pero tuvimos que realizar grandes adaptaciones para salir adelante. Tuvimos que dejar de lado algunas acciones asociadas a LB. Tuvimos que rehacernos de una manera que ni los LB pudieron darnos todas las herramientas”.

Por otro lado, agrega como dificultad, “pertenecemos a un SLEP y los Bicentenario no tenían contemplada la forma de traspaso de fondos, que llegaron tarde y muchos avances no los pudimos hacer”. Y es que, con un trabajo de más de 10 años como coordinadora pedagógica territorial en comunas de La Araucanía, Panes tuvo la posibilidad de conocer otros LB y tiene dónde comparar. “Hay algunos que dan cátedra de cómo realizar un trabajo pedagógico de excelencia”, dice. Eso sí, advierte que la realidad de LB particulares subvencionados, versus municipales, es muy distinta. “Y los que pertenecemos a SLEP más todavía, porque tenemos más limitaciones, los procesos son más lentos”.

Además, la profesional revela que esta lápida al programa la comenzaron a intuir hace tiempo. “Nos habíamos dado cuenta, porque todo el apoyo que tuvimos antes descendió ostensiblemente, bajó la comunicación y el trabajo que se hacía en red. Comenzó a haber dificultad de acceder a la información; antes era más fluido”.

De los LB destaca que lo más potente, a su juicio, es la estrategia pedagógica, esa idea de no avanzar hasta que el 80% del curso logre los aprendizajes. “Es algo que quedó en cuanto a visión de los docentes”, dice.

En tal sentido, cree que a pesar del desahucio a los LB, “si los proyectos están bien implementados, independiente de que no haya una coordinación tan robusta, esas comunidades van a poder seguir adelante”. Y cierra: “Al final, un programa se evalúa por su sustentabilidad en el tiempo”.

De izquierda a derecha: Angélica Vallejos, Catalina Pizarro, Catalina Estrella y Alejandra Panes.

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