Cómo se viene el 2023 en cuanto a deuda morosa y qué segmento es el más complicado

El 28% de la población chilena mayor de 18 años posee deudas impagas por un monto total de US$ 9.384 mil millones.

El 28% de los chilenos está en mora, afectando principalmente al grupo socioeconómico D, el mayoritario del país, que posee ingresos familiares por hasta 640 mil pesos, y que presenta deudas impagas por 2,33 veces el monto de sus recursos mensuales en promedio. Esta realidad es expuesta en el último Informe Nacional de Deuda Morosa, elaborado por la U. San Sebastián y Equifax, cuyos detalles te presentamos en esta nota.



Los últimos datos económicos presentados por la autoridad tienen de dulce y agraz. El inesperado Imacec de 0,4 por ciento en enero, mejor de lo previsto por el mercado, se enfrenta a un desempleo sostenido que alcanzó 8 puntos porcentuales en el trimestre noviembre-enero, mostrando que más personas salieron a buscar trabajo (4,3%) y una ocupación informal en crecimiento, que se ubicó en el 27,3%.

A este panorama se suma el costo de la vida medido mediante los precios a los consumidores o IPC, empinándose a 12,3% en un año. Y si bien las remuneraciones han crecido sobre el 10% en un año, al compararlo con el alza de los precios, el poder adquisitivo de los hogares ha caído para los trabajadores contratados, lo que supone un impacto mayor en las personas con ingresos informales.

En este panorama económico poco auspicioso, las personas deben priorizar su gasto, adquiriendo deuda para llegar a fin de mes o dejando de pagar compromisos adquiridos con antelación ante instituciones financieras o el retail, por ejemplo.

La morosidad afecta al segmento D

Más allá del debate sobre la resiliencia de la economía o si se verificará el mal pronóstico que de Chile han efectuado instituciones internacionales para este 2023, como el del Fondo Monetario Internacional, es necesario escarbar en lo que esconden los promedios.

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En el grupo D solo el 34% de las y los jefes de hogar tienen enseñanza media completa y el 93% trabaja en oficios que no requieren educación formal.

De allí que adquiere relevancia el 39° y último Informe Nacional de Deuda Morosa, elaborado por la Universidad San Sebastián y Equifax, con datos al 31 de diciembre de 2022, el que reportó un aumento de la morosidad (personas que no han pagado sus deudas contraídas en la fecha determinada) en 2,1% en un año, registrándose un total 4.126.570 personas en esta situación (al cierre de 2022), casi 90 mil más que a igual fecha del año anterior. Ello implica que el 28% de la población chilena mayor de 18 años posee deudas impagas por un monto total de US$ 9.384 mil millones.

Al hacer un zoom en la composición de esta morosidad en escalada, el documento da cuenta que el segmento socioeconómico más complicado es el grupo D considerado el más vulnerable, superando los dos y medio millones de personas; es decir, corresponde al 61,9% del total de los chilenos en esta situación. Lo preocupante es que el 47,3% de los morosos del segmento D poseen deudas impagas por 2,33 veces sus ingresos mensuales. Este grupo socioeconómico es el mayoritario del país, ya que representa el 35,9% de la población, con ingresos mensuales no superiores a los 640 mil pesos.

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"Todos los días y en todas partes nos bombardean de manera permanente para consumir y no existe la contraparte de educación financiera", afirma el economista USS Esteban Carrasco.

La caracterización del grupo D indica que solo el 34% de las y los jefes de hogar tienen enseñanza media completa y que el 93% trabaja en oficios que no requieren una educación formal, como operadores y vendedores. En tanto que las regiones del país que más hogares de este grupo poseen, resaltan: Maule (45,7%); Los Lagos (45,5%); La Araucanía (43,8%); Biobío (42,9); Coquimbo (42,2%); O’Higgins (41,4%). Y si bien en la Metropolitana es de 31,3%, el alto volumen de población la empina como la principal zona con familias pertenecientes a este segmento socioeconómico con deudas morosas.

¿Qué ocurre con los demás grupos socioeconómicos? Se debe partir de la base de que, sumados y excluyendo al grupo D, el resto de los segmentos explican solo el 38,1 por ciento de la deuda morosa, y se descompone de la siguiente manera: El C2 o “clase media alta” tiene 629.042 deudores morosos; el C3 o “clase media”, 605.430 personas en esta situación; el ABC1 o “clase alta”, 171.511 morosos; y el grupo E, el más vulnerable, tiene 167.883 personas con deudas morosas.

Cómo se llegó a esta deuda impaga

Para explicar esta situación, el economista Esteban Carrasco, director de la Escuela de Ingeniería Comercial en la Facultad de Economía y Gobierno USS, afirma que “hay que recordar que en medio de la pandemia se perdieron muchos empleos, lo que produjo que casi cinco millones de personas cayeran en morosidad. Luego de eso, empezamos a ver una marcada tendencia a la baja, en la que un millón de personas dejaron de tener deudas morosas. Esto estuvo relacionado con las ayudas que entregó el Estado (USD 28.000 millones) y los retiros de la AFP (USD 51.000 millones), bonanza que duró hasta septiembre de 2021. Después de esta fecha, la morosidad viene experimentando alzas”.

El economista Esteban Carrasco, director de la Escuela de Ingeniería Comercial en la Facultad de Economía y Gobierno USS.

Para dimensionar esta magnitud de recursos, el presupuesto fiscal de 2023, de USD 81 mil millones, es solo US$ 2 mil millones mayor que la suma de las ayudas estatales y los retiros, que en conjunto alcanzaron los USD 79 mil millones. Es decir, en la pandemia hubo un gasto extra de prácticamente un presupuesto nacional completo.

“Con este dinero extra, las personas adquirieron bienes y servicios, suscribieron créditos y pagaron deuda. Pero la bonanza duró poco, pues la mayor demanda hizo subir la inflación a niveles no vistos en 30 años, los salarios reales cayeron, el desempleo aumentó y el empleo informal se disparó”, explica el académico USS, agregando que “para este 2023, la situación no se ve esperanzadora”.

De hecho, se estima que el Producto Interno Bruto (PIB), que es el conjunto de los bienes y servicios producidos por el país en un año, se contraerá hasta un 2 por ciento y la inversión caerá en torno a 5 por ciento. Esto repercutirá en un aumento del desempleo y de la informalidad, lo que afectará los ingresos de las personas y, por ende, la capacidad para pagar deudas.

El Estado debe incorporar la educación financiera desde el aula de clases.

La única manera de disminuir este verdadero círculo vicioso que impacta el poder adquisitivo, principalmente de las familias más vulnerables, es enfriando la economía con altas tasas de interés, disminuyendo la demanda y focalizando las ayudas. En esta línea, el Banco Central informó que los bancos elevaron las tasas de interés a un nivel que no se veía desde agosto de 2013, promediando 31,69% en la semana del 8 al 15 de febrero.

Urgente educación financiera

¿Cómo evitar caer en morosidad? “Es la pregunta más importante en materia de finanzas personales -sostiene Carrasco. Hay un déficit de conocimiento financiero a todo nivel en el país, desde los niños a los más adultos, en todas las clases sociales y en todos los niveles de educación”.

El académico USS explica que “nuestra sociedad valora altamente el consumo, vivimos expuestos a la promoción de productos y servicios todo el día, sea de manera presencial, vial, televisiva, radial o virtual. Todos estos estímulos nos bombardean de manera permanente y no existe la contraparte de educación financiera”.

Se debe revertir la tendencia de los jóvenes de endeudarse para comprar un par de zapatillas caras, un televisor, una entrada a un concierto o un viaje.

Por ejemplo, no se conocen los conceptos básicos como la tasa de interés, las comisiones, el prepago, el pago en muchas cuotas, los tipos de ahorro existentes o qué es y para que se usa la unidad de fomento, solo por nombrar algunos.

“Tampoco se comprende qué significa tener un endeudamiento responsable, en el sentido de poder comprender que la deuda en sí no es negativa, porque permite acceder a bienes que pueden entregar un beneficio por un período prolongado, como lo es el caso de endeudarse para obtener una vivienda propia, cuyo beneficio se prolonga por mucho tiempo; o bien endeudarse para tener un vehículo o para un perfeccionamiento profesional. Hay beneficios de larga data detrás de estas deudas y eso es bueno”, afirma Esteban Carrasco.

La contracara de estas “deudas beneficiosas” para los consumidores es la adquisición, mediante endeudamiento, de bienes que tienen corta vida útil o que no se pueden volver a transar, como el caso de endeudarse para comprar un par de zapatillas caras, un televisor, una entrada a un concierto o un viaje, que es lo que suele ocurrir con los jóvenes, quienes no dimensionan las consecuencias negativas de caer en morosidad, como por ejemplo, no poder acceder al arriendo de una vivienda siendo morosos.

Se requiere el compromiso de todos para tener una sociedad responsable y educada en educación financiera. Foto: Andrés Pérez.

“Para revertir la morosidad debe haber un acuerdo social que nos involucre a todos, partiendo porque el Estado se haga cargo de una buena vez de la educación financiera desde el aula y que mejore la regulación del sistema, y que las propias compañías puedan promover un endeudamiento responsable, incluyendo el actuar de su fuerza de venta. Se requiere el compromiso de todos para tener una sociedad responsable y educada en esta materia que entregue conocimiento y herramientas que van a acompañar las nuevas generaciones durante toda su vida para que puedan salirse de este frenesí consumista”, propone el economista.

Accede al 39° Informe Nacional de Deuda Morosa en este link.

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