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"Cajón y espiga" Revalorizarla arquitectura en madera

Sin pernos ni clavos, esta técnica traída en el siglo XIX por los colonos alemanes al sur de Chile está siendo recuperada por los hermanos Nicolás y Héctor Ducci, que ya la han llevado al Centro Cultural La Moneda y el Museo Nacional Bellas Artes, como una forma de revalorizar este patrimonio arquitectónico. Aquí, cómo esta pareja de hermanos se ha propuesto rescatar del olvido este antiguo sistema constructivo.

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Antes de que la arquitectura se valiera de la era industrial y su tecnología para erigir cualquier construcción; antes, siglos antes, cuando en medio de la precariedad y la naturaleza el ingenio era la principal herramienta para levantar cualquier estructura, la técnica del ‘cajón y espiga’ fue fundamental en la construcción de viviendas firmes y resistentes al paso del tiempo. El simple acoplo de dos trozos de madera -uno tallado más fino y otro con una cavidad exacta donde introducirlo- fue capaz de instaurar un método tan eficaz como magistral que se traspasó por generaciones, y constituyó la base de la arquitectura en madera en el mundo.

Los hermanos Nicolás y Héctor Ducci -arquitecto y artista, respectivamente- comenzaron a introducirse en esta desconocida técnica cerca del año 2000, cuando trabajaron en reparaciones de viejos galpones de una comunidad amish en Nueva York. Años después, de vuelta en Chile, se sorprendieron al darse cuenta de que en el sur del país había muchas de estas construcciones, la mayoría de ellas abandonadas o en creciente deterioro. La técnica, se cree, fue traída al país por colonos alemanes y austríacos durante el siglo XIX, aunque lo cierto es que nació muchos años antes, en la antigua Grecia. “Posteriormente los romanos la llevaron a Europa, y se fue sofisticando en países como Inglaterra, Alemania, Holanda y Francia. En Japón paralelamente se desarrolló una técnica casi igual, incluso todavía hay casas y galpones que se siguen edificando con este método. En Chile no solo están en el sur, también en Valparaíso, en las salitreras del norte y toda la zona central”, explica Nicolás.

“En realidad todo Santiago fue construido así -interrumpe Héctor-, eso es lo más loco, pero se tapó, se escondió. Recién desarmamos una estructura de 1880 en Manuel Montt que era un bar, y estaba completamente ensamblado. Y acabo de ver en barrio Yungay otra casa de 1928 hecha con la misma técnica. Yo diría que hasta 1950 muchas casas se edificaron bajo este método, después de eso se empezaron a ocupar otras técnicas. Hemos descubierto que gran parte de Chile fue construido así, por eso no queremos que se pierda”.

“Los galpones del sur eran ocupados para el grano y los animales -añade su hermano-, pero poco a poco la técnica se expandió a toda la construcción chilena. Lo que pasa es que estas estructuras se taparon con adobe y otros materiales y finalmente dejaron de verse, pero abrir la armazón permite darse cuenta de que es un mecano supercomplejo, muy interesante, y eso es lo que queremos revalorar”.

Obsesionados con esta técnica, ambos hermanos -que hoy trabajan bajo la firma Ducci&Ducci- comenzaron a trabajar en la reparación de estas antiguas estructuras. El primer galpón que se propusieron recuperar fue uno de 1892 ubicado cerca del lago Llanquihue en la Región de Los Lagos. No obstante, cuando ya tenían gran parte del proyecto avanzado, este se canceló por orden de sus dueños. “Fue en ese momento que empezamos a buscar un destino para el galpón: lo iban a picar para leña y era un crimen, en especial porque este galpón era tipo alemán medieval, muy raro de encontrar en Chile. No queríamos que desapareciera”, cuenta Héctor.

Así fue como finalmente el año 2014 desarmaron la estructura para rearmarla en el frontis del Centro Cultural Palacio La Moneda, y un año más tarde volvieron a repetir la experiencia, pero esta vez a la entrada del Museo Nacional de Bellas Artes. Ambas instancias supusieron una gran apuesta territorial de la arquitectura colona en un espacio museal, una forma de integrar una parte del paisaje sureño en un escenario público, monumental y artístico, que pone en valor esta antigua técnica patrimonial y, sobre todo, la devuelve a la memoria colectiva.

¿Cómo es el proceso de recuperación de los galpones?

N: En general los galpones están hechos de maderas nativas del sur de Chile como roble, laurel, ulmo y alerce. Siempre tratamos de mejorar las debilidades que encontramos en cada estructura. Muchas veces están superdeterioradas en una parte, casi a punto de caerse: ya sea porque había un hoyo en el techo que nadie nunca reparó o porque un terremoto debilitó la estructura y con los años hizo que se empezara a caer de un lado. En esos casos nos toca reparar con otras maderas.

¿Cómo es la reacción del público al ver esa tensión producida entre el galpón antiguo puesto en contraste con el espacio museal?

H: Nos encanta ese contraste o ese choque al relacionarnos con el edificio moderno. Es otra forma de hacer llegar el patrimonio a la memoria colectiva; es decir, hay que ver algo puesto en el lugar que no corresponde para que te des cuenta de ello, y en ese sentido el público juega un rol fundamental. Quizás la pregunta ahí debería ser ¿qué rol juega el patrimonio en la vida de las personas? Nosotros lo consideramos un valor del país; de hecho, mucha gente va al sur a ver la calidad rural de los galpones, porque son tremenda parte del paisaje. Nosotros queremos rescatar ese patrimonio y revalorizar su cuidado. d

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