Luis Alonso Balaguer: defensor de la promiscuidad funcional
Su decimotercer libro, "Despegando ideas… Aterrizando proyectos", acaba de ser lanzado. A través de 74 proyectos, en 14 países, muestra sus procesos y su visión característica: una ciudad con edificios y barrios unifuncionales es un contrasentido, la ciudad es por naturaleza heterogénea. En distintos sectores los santiaguinos estamos empezando a ver cómo funciona lo que ya ha probado en decenas de países, cómo un número de actividades conviven y enriquecen un lugar.


Algunas azafatas se sorprenden, otras ya lo conocen. Cada vez que el arquitecto español Luis Alonso Balaguer aborda un avión, antes de cualquier cosa, y excepto cuando las aerolíneas las hacen negras o de plástico, pide unas diez bolsas de mareo.
Esta costumbre comenzó en algún momento de 1995, por casualidad, en un viaje junto a Pasqual Maragall, quien fue alcalde de Barcelona y posteriormente presidente del gobierno catalán. En pleno vuelo iban discutiendo un proyecto y Alonso sintió la necesidad de dibujar. Lo que tenía más a mano era la bolsa de mareo. “Me di cuenta de que gastaba una cantidad brutal de horas al año en viajes, lo que suele ser un tiempo ocioso. En segundo lugar, me di cuenta de que el tamaño es ideal para ser específico, para concentrar tus pensamientos. Me obliga a sintetizar y saber lo que quiero trasmitir luego a mi equipo. La textura también era especialmente adecuada para plasmar ideas”, cuenta ahora en su nueva oficina de Las Condes.
Ese primer dibujo, junto a más de 100 bolsas de su vastísima colección, que año tras año se apodera de más paredes en sus casas, está publicado en su decimotercer libro, “Despegando ideas… Aterrizando proyectos”. Eso de que ‘la estrategia se aplica pero no se explica’ es algo contra lo que Alonso siempre se ha rebelado: “A través de 74 proyectos en 14 países el libro muestra esa línea -que nunca es recta- entre el primer dibujo, el concepto original, y el resultado final, una vez construida la obra. Un tercio de esos proyectos están ejecutados, otro tercio se encuentra en proceso y el resto se trata de concursos o ideas que no llegaron a fructificar. Yo siempre digo que en los concursos a veces se gana y a veces se aprende”.

Hay varias cosas que Luis Alonso siempre dice. Otra es que transparentar las ideas y procesos tras sus proyectos no solo le parece necesario, sino higiénico. “Cuando presenté el libro con el intendente de Santiago, Claudio Orrego, empecé hablando de la primera bolsa. Luego mostré algunas que desembocaron en proyectos en Santiago, porque insisto en que es muy higiénico ver cómo eso se aterriza en proyectos locales. Creo que uno de los grandes paquetes de problemas que tiene Santiago, que deberían resolverse a nivel urbanístico y arquitectónico, es el de la promiscuidad funcional: Santiago ha tenido una tendencia muy influenciada por el mercado norteamericano de las últimas décadas, de hacer edificios y barrios unifuncionales. Desde que estoy establecido acá y viajo a los países en que tenemos oficinas, intento transmitir a los promotores privados y a la clase política la necesidad de hacer barrios y edificios promiscuos funcionalmente”.
Una bolsa de mareo incluida en el libro es el origen de un proyecto que, Alonso está seguro, generará una nueva categoría y será un referente de hacia dónde va el urbanismo del futuro. Por supuesto es intensamente promiscuo funcionalmente. “Estamos proyectando un edificio en Príncipe de Gales, en La Reina, que es una especie de síntesis de toda nuestra teoría arquitectónica. Primero concentra una edificabilidad y libera espacio. Para mí eso es muy importante, que los edificios en altura den un valor añadido a la ciudad a través de la calidad estética del proyecto, pero también a través de consideraciones como generar un gran parque abierto al público. Es un edificio que va a tener por supuesto viviendas, oficinas, auditorio, teatro, parque público, centro de eventos, galerías gastronómicas, gimnasios de nueva generación y terrazas multiusos. Uno de los grandes temas que están por desarrollarse en esta ciudad es el uso de las terrazas: tenéis prácticamente ocho o nueve meses al año de un clima muy benigno y además una ciudad muy fotogénica desde la altura, sobre todo por la presencia de la cordillera”. Pruebas con drones han demostrado que desde la cota de La Reina y sumando la altura del edificio las vistas serán espectaculares.

Otra de las cosas que Alonso siempre dice es que mientras la gente asocia sustentabilidad con fachadas verdes, con placas solares, él cree que hay que ir más allá, hacer que los edificios estén en funcionamiento el máximo de horas al día y el máximo de días al año. Eso sí es sustentable. “La gente piensa que para hacer buena arquitectura lo único que hace falta es un buen arquitecto, pero no es cierto. La segunda es tener un buen mandante (como Inmobiliaria 21 en este caso) que entienda el mensaje, lo potencie y lo amplifique, que te acompañe. Lo tercero es que la clase política entienda y apueste por uno de los mejores regeneradores sociales, que es la arquitectura, capaz de regenerar barrios, generar comportamientos diferentes en la ciudadanía. Creo que en todos los programas políticos se hace muy poco énfasis en la importancia del urbanismo, de cómo se hace la ciudad y cómo se desarrolla en el futuro”.
Con este nivel de promiscuidad funcional ha desarrollado 10 proyectos en diferentes países. Un ejemplo que le gusta especialmente es la recuperación de la antigua plaza de toros de Barcelona, que caída en desuso sería reemplazada por un centro comercial. “Ese edificio no estaba protegido patrimonialmente. Se podía botar y punto. Pero luchamos por convencer a nuestro mandante y a la municipalidad de la conveniencia de salvaguardar su fachada, por su valor histórico y porque estaba anclada en la retina de los ciudadanos por más de 100 años. Todo el mundo la había visto. En segundo lugar, era una forma circular, muy inusual en la arquitectura actual. Pusimos un desarrollo tecnológico importantísimo con grandes ingenierías estructurales para hacerla levitar durante más de dos años, para poder hacer todo el trabajo subterráneo. Luego le dimos una consistencia de usos tremenda. Ahí conviven perfectamente la cultura, los museos, las oficinas, las áreas comerciales, los restaurantes, los cines y los espacios multiusos”. Pero además se logró algo que para Alonso tiene un valor incalculable: se estimaba que el edificio podía recibir alrededor de 5 millones de visitantes al año. El año pasado se superaron los 11 millones. En eso han influido la buena ubicación, la buena gestión y, por supuesto, la buena arquitectura.
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