Sustentable experiencia
Vivir sustentablemente fue el desafío que me presentaron cuando comenzamos a planificar este número especial de la revista. Yo, la mas verde de todas, pensé, sin embargo abrace una causa verde, como una especie de autodisciplina que, finalmente, se incorporó a mi vida diaria. Aquí les cuento mi vivencia ecológica que, por más de un mes, se transformó en mi realidad.
Por más de 40 días, un tema dio vueltas en mi cabeza y fue pauta de conversación en reuniones sociales junto a mi familia, amigos y conocidos.
Todos estaban al tanto, me preguntaban, me aconsejaban, alguno que otro llamado por teléfono diciéndome: “¿Cómo está la Gracia Ecológica?”. Nadie quería dejar de aportarme con alguna idea sobre este interesante mundo de la sustentabilidad.
Concluí, y lo afirmo con alegría, que el tema de preservar el medioambiente está completamente IN, y estando en el año 2009 ya no se considera vivir, aunque sea, sin una sola práctica sustentable.
Fueron varias las tareas que realicé en forma paralela dentro y fuera de mi casa. Al principio, con un sentimiento de autodisciplina que, más tarde, se transformó en un atractivo estilo de vida; por ejemplo, con el reciclaje de cartones, vidrios, plástico, diarios y variados elementos que, ordenadamente, dispuse en un espacio del lavadero.
“Una verdadera invasión”, me comentó entre risas alguien que vino a verme y quien apenas entró por la puerta, quiso dirigirse rápidamente a ver mi sitio de reciclaje.
Todo el tiempo pensaba cuándo iría al Punto Limpio de Vitacura; en verdad ¡lo único que quería era llevar todo!, no sólo para desocupar el espacio, sino por la reconfortante sensación de ir arrojando uno a uno todos los desechos en los diferentes containers. Un lunes en la mañana, estas ansias ya estaban cumplidas.
¿Ahorro de luz y agua? Me pregunté cómo lo haría y en dos días ya había cambiado las ampolletas por otras de bajo consumo; desconecté aparatos apagados de sus enchufes; me preocupé de apagar luces y abrir cortinas; procuré no dejar el agua corriendo, algo tan típico ¿o no? Y en verdad, ¡no cuesta nada! Pero el resultado me dejó aún más contenta: las cuentas bajaron alrededor de un 5%.
Algo que siempre he hecho es reciclar papel, más que nada porque mi profesión de periodista lo exige y trato de imprimir por ambos lados; aprovechar como borrador los pedazos de hojas que ya no sirven, e imprimir con letra un poco más pequeña, tamaño 12, igualmente visible para mis correcciones de textos.
Aproveché esta excusa para abrir cajas y bolsas que todavía seguían apiladas con sobres y partes de matrimonio que me habían sobrado desde cuando me casé, el año pasado. “Participan a usted su matrimonio…” fue algo que todo el tiempo vi sobre mi escritorio e incluso me hizo rememorar aquella época. Me propuse de ahora en adelante acabar con esa caja y reciclar los kilos de papel que aún quedan.
:fuera de casa
Cuando en la reunión de pauta hablamos de vivir esta experiencia sustentable, lo primero que se me vino a la cabeza fue el reemplazo del auto por la bicicleta o caminatas. Algo que debiéramos hacer todos, aunque sea una o dos veces a la semana. Hace bien, nos olvidamos del manejo y, de paso, hacemos ejercicio.
“Un desafío”, me dije a mí misma, porque literalmente paso todo el día sobre ruedas, contra el tiempo y haciendo extensos recorridos; en verdad, dependo un poco del auto, aunque me cueste decirlo, pero creo que la bicicleta de frentón no me ayudaría a cumplir todo lo que hago durante el día, menos en esta ciudad donde las vías exclusivas son muy pocas.
Por eso me relajé y opté por caminar en mis ratos libres, ¡exquisito!: me reencontré con mi barrio, descubrí nuevas peluquerías, cafés, hasta lavanderías, y reemplacé otros sitios más lejanos a los que seguía yendo.
No puedo dejar de mencionar en este reportaje lo rara que me sentí cuando me fui caminando y, por primera vez, entré al supermercado más cercano de mi casa con mi bolsa de género; hasta me tupí cuando al pagar empecé a echar todo adentro y mi mano inconscientemente quería las de plástico. Una causa verde que debiéramos empezar a adoptar y ¡es tan fácil!, porque al andar trayéndola dentro de la cartera nos olvidamos, no ocupa espacio; además que estéticamente es más bonita.
“Tienes que probar la fruta y verdura orgánica”, me dijo una amiga un día que conversábamos sobre el tema. Al minuto pensé que era la oportunidad para saber y tener una opinión propia sobre cómo son estos alimentos.
Me contacté con ApioPalta, la empresa de Cristina Goyeneche y José Manuel Soffia. Ellos tienen tres años de experiencia en la distribución de productos orgánicos y una amplia red de productores a lo largo de todo Chile. Tienen venta directa a través de ferias los días viernes y sábados y yo, en particular, me dirigí a la ubicada en San Carlos de Apoquindo, a un costado del supermercado Lider.
No es por exagerar, pero probar fruta y verdura orgánica, sin químicos en la piel, fue lo mismo que trasladarme a mis años de infancia. “Me recuerda el campo de chica”, les comenté a mis papás la misma tarde que me comí una manzana, probé la lechuga y piqué zanahoria. Definitivamente, se siente otro sabor, más rústico, y da la sensación de haber sacado todo del mismo árbol o la propia tierra.
Investigando y leyendo en internet, que es algo que recomiendo cuando comenzamos a adentrarnos en este mundo ecológico, me convencí de que incorporar plantas al hogar reduce toxinas y renueva el aire.
Hace rato andaba buscando especies naturales para incorporar en mi casa, con un fin más decorativo, para armar de una vez por todas mi pequeño jardín. Aproveché esta ocasión y me fui de compras. Y ahí están, creciendo y llenando de color los espacios, las riego sagradamente todos los días y ¡hasta les converso!
Fue aquí donde nació mi idea, y hasta aquí llego con esta enriquecedora experiencia; de plantar un árbol en un parque público, algo que siempre vi en las películas, como un sueño o una especie de granito de arena para hacer más verde nuestra atmósfera.
No lo dudé y me fui rápidamente al Parque Bicentenario, un lugar que visito mucho, me encanta, lo recorro caminando los fines de semana junto a mi marido. Tiene 12 hectáreas ya formadas y proyectadas por el arquitecto Teodoro Fernández y está por comenzar la segunda etapa. Aquí, en este verdadero pulmón, planté un tulipero que con su frondoso follaje dará mucha sombra, la misma que gozaré cada vez que vaya a visitarlo de ahora en adelante.
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