Review | Kirby’s Dream Buffet o el triste caso de las carreras solitarias

Este nuevo spin-off de la franquicia de la bola rosada de Nintendo es un título que captura toda la magia y la esencia de la saga, pero cuyo éxito está atado a una base de usuarios que hasta ahora es prácticamente inexistente.


“Corrió solo y llegó segundo”. Así es como podemos resumir la experiencia que hace unos días he tenido con Kirby’s Dream Buffett, un juego pequeño y sorpresivo lanzado por Nintendo para la Switch durante este año, posiblemente por el aniversario número 30 del personaje, pero también como la posibilidad de vender aparte un modo que perfectamente pudo haber sido parte del excelentísimo Kirby and the Forgotten Land.

En su presentación muchos no dudaron en comparar la idea con Fall Guys, principalmente por la paleta de colores, el modo de juego simple y por ser ambos juegos de carreras con obstáculos.

Pero la verdad es que Kirby siempre ha tenido presente el género de las carreras impregnado en su ADN. Desde las Gourmet Race de Kirby Superstar hasta el mismísimo Kirby’s Air Ride de Gamecube (o la ya mítica demo del Kirby para 64 que nunca salió al mercado), la bolita rosada ha demostrada que no solo es buena para comer, sino que también para correr.

Así es como Dream Buffet se enmarca como una nueva iteración de la franquicia con antecedentes previos, los cuales, desde el punto de vista creativo, cumple a cabalidad para sentirse no solo fresca, sino que también como un perfecto complemento en el universo de Kirby.

Una partida de Kirby’s Dream Buffet se divide en una serie de eventos que siempre siguen la misma estructura: una carrera, un minijuego, una segunda carrera y finalmente una batalla real en donde todo puede definirse. El objetivo final es obtener más frutas que el resto las cuales irás recolectando a lo largo de hermosos escenarios basados en diferentes tipos de apetitosas comidas.

Las carreras son siempre de cuatro jugadores y los tres primeros que cruzan la meta obtendrán una bonificación extra de frutillas, las cuales obligan a hacer la doble tarea de recoger lo que hay en el camino, pero no descuidar el ser de los primeros en llegar.

Tal como ya es costumbre, Kirby puede adquirir ítems para transformarse y atacar a sus rivales, adelantarlos, quitarles frutillas y más, en momentos muy parecidos a lo que ocurre en Mario Kart. Los minijuegos suelen ser aun más sencillos, 20 segundos de recoger cosas que caen del suelo y el Battle Royale, donde todo se pone en juego, es un combate en arena donde el objetivo es lanzar a tus rivales fuera de una plataforma. Acá lo interesante es que los jugadores que más han comido son físicamente más fuertes aunque también es más fácil pegarles y visualmente son el objetivo a golpear.

Todo esto ocurre en un lapso de no más de 10 minutos y al terminar irás sumando puntos para recolectar cosméticos, nuevas canciones e incluso nuevos escenarios para disfrutar.

En ese sentido, la idea del juego funciona perfecta para lo que es: un divertimento de una media hora para jugar quizás diariamente, relajarse y disfrutar de hermosos entornos hechos con hamburguesas, donas y churros.

La propuesta en cuanto a modos es muy sencilla: Puedes jugar lo antes descrito de manera online -ya sea con desconocidos o con partidas privadas- con hasta cuatro jugadores, de manera local en la misma pantalla con hasta dos jugadores o multijugador local con cuatro jugadores, pero cada uno teniendo su propia Nintendo Switch y su copia del juego. En las partidas locales puedes modificar ciertos parámetros, como jugar solo una carrera o un mini juego, pero el 90% de las veces vas a querer jugar el plato completo, con las dos carreras, el minijuego y la batalla final.

Considerando que es un juego de 15 dólares -y 15 dólares para un original de Nintendo- no es mucho más lo que puedes pedir, pero el principal problema del juego es que, ya en sus primeras semanas me di cuenta de que no prendió. Cada vez que busco partidas online, nunca he podido llenar el lobby. Y es un lobby de 4 jugadores, no es demasiado exigente.

En ese caso la partida se llena con bots e igual puedes jugar y disfrutar, pero claramente no es lo mismo. Les prometo que, jugando en diferentes días, horarios, y en sesiones de casi una hora, lo máximo que he logrado tener ha sido un rival conectado. Y sí, es cierto que es muy común que otros juegos multijugador rellenen el online con bots, no poder llenar una partida de cuatro jugadores para al menos saber que estoy compitiendo con otra gente es bastante triste.

Creo que el remedio perfecto habría podido haber tenido la opción de jugar con cuatro jugadores, pantalla dividida y de manera local, al estilo de Mario Kart, pero quizás los escenarios son muy demandantes para que el sistema los corra de manera óptima. Limitarlo a dos le quita el espíritu de party game que sí tiene -y que prácticamente es todo lo que ofrece- y que la única opción de hacerlo de manera local sea con cuatro Switchs y cuatro copias, me parece un retroceso.

Y es una lástima porque en cuanto a contenido, su forma visual y lo que finalmente ofrece por su precio, este juego hace honor a su nombre y efectivamente trae un buffet de desbloqueables que van desde colores y disfraces para personalizar a tu Kirby, canciones que representan todas las eras del juego y hasta nuevos niveles y escenarios que se agregan al pool disponible mientras más vas jugando. Esa necesidad de desbloquearlo todo, como fanático de la serie, sea quizás el único incentivo que me mantiene jugando.

Nintendo acá falló drásticamente con la fecha y modelo de distribución del juego. Sabemos que gratis no iba a ser, pero quizás tuvo que haberlo sido para los suscriptores del servicio online -como lo han hecho con las expansiones de Animal Crossing y de Mario Kart- para que al menos hubiese una base de usuarios que llene las salas.

Y si además le sumamos que en cosa de semanas se lanzará Splatoon 3, juego que moverá prácticamente a toda la comunidad que juega online en la Switch a disfrutar de las peleas de calamares, el destino de Kirby’s Dream Buffet ya estaba sentenciado.

Finalmente el juego logra sentirse como un banquete, una mesa llena de comida hecha para hacerte feliz y disfrutar hasta quedar satisfecho, pero aunque el festín esté repleto de platos, comer en soledad no es lo mismo que compartir los platos y ese es el principal pecado de este juego, que si no convences a tus amigos de que también lo compren, tendrás que acostumbrarte a competir contra bots.

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