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Cómo la guerra en Ucrania precipitó la caída de la “fábrica de espías” rusos en Brasil

Según una investigación del diario The New York Times, el país sudamericano se convirtió en una base secreta del Kremlin para infiltrar el mundo con agentes encubiertos.

El presidente ruso, Vladimir Putin, se reúne con el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en el Kremlin, el 9 de mayo de 2025. Foto: AFP MAXIM SHEMETOV

Fueron a Brasil no para espiar, sino para convertirse en brasileños. Años después, fueron enviados a todo el mundo para espiar para Rusia, con impecables historias inventadas que les permitieron operar en la sombra con total impunidad. Esa es la conclusión de una profunda investigación sobre cómo los servicios de inteligencia rusos, durante décadas, utilizaron a Brasil como cámara de incubación para sus oficiales de élite.

Según una investigación de The New York Times, durante años, Moscú utilizó a Brasil como punto de partida para sus agentes de inteligencia de élite, conocidos como “ilegales”. En una operación audaz y de gran alcance, los espías se despojaban de sus pasados ​​rusos. Creaban empresas, hacían amigos y tenían aventuras amorosas; a lo largo de muchos años, todo esto se convertía en los cimientos de identidades totalmente nuevas, asegura el reporte.

Por qué Brasil

En Brasil, a los rusos les resultó fácil conseguir documentos falsificados, obtener pasaportes y actuar en otros países como brasileños. Un disfraz perfecto, dice el medio brasileño G1 de Globo. Creaban empresas, hacían amigos y tenían aventuras amorosas; a lo largo de muchos años, todo esto se convertía en los cimientos de identidades totalmente nuevas.

Los rusos consiguieron nuevas identidades, con certificados de nacimiento y un portugués impecable. Una doble vida que jamás despertó sospechas entre sus amigos y amantes. “Los rusos convirtieron Brasil en una cadena de montaje para agentes encubiertos”, escribió el Times.

El juez Jochen Boesl durante un juicio contra un hombre sospechoso de espiar para Rusia en el Tribunal Regional Superior de Múnich, Alemania, el 17 de febrero de 2022. Foto: Archivo Lennart Preiss

En el pasado se han descubierto importantes operaciones de espionaje ruso, incluyendo una en Estados Unidos en 2010. Sin embargo, esto era diferente. El objetivo no era espiar a Brasil, sino convertirse en brasileños. Luego, bajo el manto de identidades convincentes, partían hacia Estados Unidos, Europa o Medio Oriente, donde comenzaba su verdadero trabajo.

Brasil, con su reputación de neutralidad política y una población tranquila y cálida, se convirtió en la nación perfecta en la cual basar una operación fríamente calculada, apodada “la fábrica de espías”.

Además, el pasaporte brasileño es uno de los más útiles del mundo, ya que permite viajar sin visa a casi tantos países como el estadounidense. Es poco probable que alguien con rasgos europeos y un ligero acento destaque en el multiétnico Brasil, dice la investigación del Times.

Las recientes revelaciones resaltan la estrecha relación entre el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y su par ruso, Vladimir Putin. A pesar de esto, no existen pruebas de que su gobierno o administraciones anteriores estuvieran al tanto del uso de Brasil por parte de Rusia como base para operaciones encubiertas, hasta el descubrimiento del proyecto.

La guerra en Ucrania reveló la operación

Fue la decisión del presidente Vladimir Putin de invadir Ucrania en febrero de 2022 la que impulsó una respuesta global contra los espías rusos, incluso en regiones del mundo donde estos oficiales habían gozado durante mucho tiempo de cierta impunidad. Esto condujo indirectamente a un avance de la CIA.

Los servicios de inteligencia de todo el mundo colaboraron y priorizaron desmantelar el espionaje del Kremlin. La vida de los espías rusos desplegados en todo el mundo se vio trastocada. Y entre esos países se encontraba Brasil, que históricamente ha mantenido relaciones amistosas con Rusia.

El presidente ruso Vladimir Putin habla con periodistas en el Centro Educativo Sirius en Sochi, el 19 de mayo de 2025, después de una conversación telefónica con el presidente estadounidense Donald Trump. Foto: AFP VYACHESLAV PROKOFYEV

A principios de abril de 2022, pocos meses después de que los soldados rusos entraran en Ucrania, la CIA transmitió un mensaje urgente y extraordinario a la policía federal de Brasil.

Los estadounidenses reportaron que un oficial encubierto del servicio de inteligencia militar de Rusia había llegado recientemente a Países Bajos para hacer prácticas en la Corte Penal Internacional, justo cuando esta empezaba a investigar los crímenes de guerra rusos en Ucrania.

El aspirante a becario viajaba con pasaporte brasileño, bajo el nombre de Victor Muller Ferreira. Tenía abundantes documentos para demostrarlo: un pasaporte; pruebas de haber completado el servicio militar en Brasil, e incluso un título, con su nombre brasileño, de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos. Pero para entonces, la CIA ya sabía que su verdadero nombre era Sergey Cherkasov, un ruso que trabajaba para el servicio de inteligencia militar del país.

Esa información llegó a manos de agentes de contrainteligencia de la Policía Federal de Brasil, encargados de investigar su pasado. Cherkasov tenía un certificado de nacimiento brasileño que lo identificaba como hijo de una mujer real, que había muerto en 1989, cuatro años después del supuesto nacimiento de Victor.

Pero cuando los agentes hablaron con la familia de la mujer, se encontraron con un dato clave: ella nunca tuvo hijos. El documento había sido tramitado con la declaración de dos testigos que afirmaron, falsamente, que “Victor” era su hijo.

Ese hallazgo abrió una puerta inesperada: las autoridades comenzaron a identificar otros casos de espías rusos con documentos brasileños falsos.

Desde su moderno cuartel general de cristal ubicado en la capital, Brasilia, un equipo de agentes de contraespionaje de la policía federal brasileña pasó años revisando millones de registros de identidad brasileños en busca de patrones. El operativo llegó a conocerse como Operación Este.

Los agentes de contrainteligencia brasileños han descubierto al menos a nueve oficiales rusos que operaban bajo identidades encubiertas brasileñas, según documentos y entrevistas. Seis nunca habían sido identificados públicamente hasta ahora. Al menos dos fueron detenidos. Otros huyeron precipitadamente a Rusia. Entre ellos, una mujer que se hacía llamar María Isabel Moresco García y decía ser modelo.

Cherkasov fue arrestado. Actualmente cumple condena en una cárcel de Brasilia por falsificación de documentos. Rusia lo declaró narcotraficante y pidió su extradición, pero Brasil rechazó la solicitud.

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