El viejo líder sindicalista que retornó al Palacio de Planalto tras pasar 580 días en la cárcel

Lula saluda a sus partidarios después de emitir su voto en un colegio electoral, en São Bernardo do Campo, en las afueras de Sao Paulo, el 30 de octubre de 2022. Foto: Reuters

Después de gobernar Brasil entre 2003 y 2010 y no poder participar en las elecciones de 2018 tras ser declarado culpable de los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero, el histórico líder del PT, a sus 76 años, vuelve al poder 12 años más tarde.


Sindicatos, movimientos sociales, presidencia, cárcel, y presidencia de nuevo. Luego de su victoria este domingo en las presidenciales brasileñas, Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años, vuelve a las puertas del Palacio de Planalto, escribiendo un nuevo capítulo en la carrera de un líder de talla mundial, y de paso, confirmando la “ola izquierdista” que viene eligiendo presidentes en la región.

Como anticipando su retorno al poder después de 12 años, Lula declaró la mañana de este domingo: “Hoy, posiblemente, sea el día 30 de octubre más importante de mi vida. Y creo que es un día muy importante para el pueblo brasileño porque hoy el pueblo está definiendo el modelo de Brasil que quiere, el modelo de vida que quiere”. Lo hizo luego que a las 9.25 horas votara en la Escuela Estadual Dr. João Firmino Correia de Araújo, de São Bernardo do Campo, la cuna política del Partido de los Trabajadores (PT), en el Gran Sao Paulo.

Después de una campaña presidencial polarizada, en la que el expresidente lideraba las encuestas desde el año pasado, los brasileños pasan la página del bolsonarismo, debilitado luego de la pandemia. A diferencia del actual Presidente Jair Bolsonaro, señalan lo expertos, Lula siempre ha sido un político negociador y con habilidad para el diálogo.

Respecto a lo que pueda suceder en los próximos cuatro años, con el PT de vuelta al poder, el cientista político de la Universidad Presbiteriana Mackenzie de Sao Paulo, Rodrigo Augusto Prando, señala: “Podemos esperar, una vez más, un gobierno con énfasis en lo social, pero no confrontando al mercado con una visión política de izquierda radical. El mismo Lula ya hizo declaraciones donde dice que, por ejemplo, podría revocar el techo de gastos federales, así como una reforma laboral”.

El comienzo de la historia de Lula es la de millones de brasileños. Nació en 1945 en Caetés, Pernambuco, en el nordeste de Brasil. Es el séptimo de ocho hijos de una familia humilde que decidió migrar hacia el sur en búsqueda de nuevas oportunidades. El trayecto a Sao Paulo lo hizo con su madre, su padre los abandonó cuando Lula era muy joven.

“Esa mujer que era analfabeta consiguió criar una familia de ocho hermanos, cinco hombres y tres mujeres en una armonía total y absoluta. Nunca peleamos entre nosotros”, asegura Lula en una entrevista para Televisión Pública.

Habiendo dejado la escuela a los 10 años para trabajar en la calle como vendedor ambulante, mensajero y lustrabotas, entró en su adolescencia a una fábrica metalúrgica, volviendo obrero de ésta y perdiendo un meñique en un accidente. A los 21 años se sindicaliza, y da sus primeros pasos en política, donde su talento para hablar en público lo hace líder entre los obreros metalúrgicos, pero a la vez le vale la persecución de la dictadura brasileña, por la cual pasa distintas estancias en prisión.

Ya en 1980 funda el Partido de los Trabajadores, y resulta electo diputado seis años más tarde, uno después del fin de la dictadura. Luego de tres intentos fallidos (1989, 1994 y 1998), por fin llega a la presidencia en 2003, cargo que ocuparía hasta 2010. En 2002 fue elegido presidente en segunda vuelta con el 61,3% de los votos, tras imponerse a José Serra (PSDB).

“Cuando tienes un presidente como Lula, un sindicalista, metalúrgico, que tiene un gran conocimiento de las necesidades de la población, que ha vivido y experimentado eso, claro que hace una diferencia”, dijo Luciana Santana, politóloga de la Universidade Federal de Alagoas e investigadora del Observatório das Eleições INCT, a France 24.

En ese entonces, Lula siguió la política de rigor monetario y financiero seguida por su predecesor, Fernando Henrique Cardoso, pero agregándole aquello que lo hará tan recordado por los brasileños: su política social. Durante sus gobiernos aumentó el salario mínimo, volviendo la lucha contra el hambre una de sus grandes prioridades, y sistematizando la Bolsa Familia, una asignación pagada a familias de bajos ingresos, quienes a cambio deben enviar a sus hijos a la escuela y tomar las vacunas obligatorias.

Luego de dos períodos presidenciales, la desnutrición en Brasil bajó un 70%, y la tasa de mortalidad infantil un 47%, según los balances de las Naciones Unidas, sacando a tres millones de brasileños de la pobreza. “Lula ha usado su gobierno para compararlo con el de Bolsonaro, y es la primera vez en la historia de Brasil en la que dos presidentes disputan una elección. En eso, Lula no se ha equivocado”, asegura Lincoln Secco, historiador de la Universidad de Sao Paulo y autor de un libro sobre la historia del PT.

Prueba de la popularidad de Lula, en abril de 2010 es elegido en el primer puesto en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Time. En enero de 2011, deja el cargo con un índice de aprobación del 90%. En octubre de ese mismo año se le diagnostica un cáncer de garganta, del cual se anuncia, en febrero de 2012, que está en completa remisión.

El cientista político Rafael Antonio Duarte, académico de la Universidad de Sao Paulo, señala que el legado de los gobiernos pasados ha sido clave para esta última campaña: “La alta popularidad que Lula mantiene entre los sectores pobres, medido por las intenciones del voto, significa que todavía se mantiene muy fuerte en la memoria de esos sectores un Brasil de políticas sociales que funcionaron, y que los llevó a tener más calidad de vida. Para amplios sectores de la inmensa clase media brasileña aquellos años representaron también una mejoría de su nivel de vida”.

Lula, en la sede de Policía Federal en Curitiba, durante una entrevista para El País y Folha de Sao Paulo.

En 2014, mientras Dilma Rousseff era presidenta, el escándalo Petrobras estalló. Una amplia investigación llevada a cabo por agentes federales reveló un sistema de sobornos y malversación de gigantes de la construcción y del grupo petrolero público Petrobras, que involucra a decenas de figuras políticas, incluidos cuadros del Partido de los Trabajadores. En marzo de 2016, Lula acepta una oferta para convertirse en jefe de gabinete de su sucesora y protegida. El nombramiento le da cierta inmunidad legal en una investigación por corrupción y aviva las tensiones políticas en el dividido país.

Pero ya en 2014 el juez Sergio Moro había comenzado la operación “Lava Jato”, en la que ordena detener a Lula, sospechoso de haber recibido un departamento tríplex por parte de la constructora OAS, implicada en el escándalo. En agosto de 2016 la presidenta Rousseff fue destituida tras ser declarada culpable del delito de responsabilidad en el maquillaje de las cuentas fiscales y la firma de decretos económicos sin aprobación del Congreso.

El 12 de julio de 2017, Lula es condenado a nueve años y medio de prisión, siendo finalmente detenido en abril 2018, e impedido así de presentarse a las presidenciales que terminó ganando Jair Bolsonaro.

La suerte del líder izquierdista comenzó a mejorar en 2019, cuando el medio de The Intercept reveló una investigación, según la que el juez Sergio Moro habría complotado junto con los investigadores de Lava Jato, con el objetivo de impedir la candidatura del petista. Ese mismo año, la Corte Suprema ordena liberar al expresidente después de 580 días de presidio, hasta que en marzo 2021 se anulan todas sus acusaciones: la institución estima que el tribunal que condenó a Lula no era competente, señalando la parcialidad del juez Moro, que luego se volvió ministro de Justicia de Bolsonaro.

Respecto a esa etapa de la política brasileña, Secco asegura que no está tan presente: “Las acusaciones de corrupción afectan a políticos de todos los partidos, pero ahora el PT es oposición y eso tiene poco peso en la campaña electoral. La operación Lava Jato fue desmoralizada por la ‘Vaza Jato’, y los procesos contra Lula anulados. Para la mayoría de la población no creo que su paso por prisión sea importante”.

Former Brazilian President Luiz Inacio Lula da Silva walks out after being released from prison, in Curitiba
El expresidente brasileño, luego de salir de la prisión en Curitiba. Foto: AP

Ya fuera de la cárcel, las encuestas automáticamente lo empezaron a dar como ganador de las siguientes elecciones. En mayo de 2022, Lula anuncia formalmente su precandidatura a la presidencia en las elecciones de octubre. Durante los últimos meses, con su vuelta a los actos electorales y los debates, el petista terminó de elevar sus posibilidades de derrotar al presidente en la primera vuelta.

Duarte evalúa el desarrollo de esta campaña hasta la primera vuelta del 2 de octubre: “A pesar de no ser una campaña brillante, porque ha contado mucho con los errores de su principal adversario, Jair Bolsonaro, ha tenido una campaña eficiente en varios sentidos: primero, porque consiguió el objetivo de mantenerse en primer lugar en las encuestas hasta la primera vuelta de las elecciones presidenciales; segundo, porque consiguió que la propaganda de Bolsonaro, centrada en la corrupción de los gobiernos de Lula, tuviese muy poco impacto entre los electores de diversas categorías sociales; tercero, no hay duda de que el candidato Lula consiguió mantener entre electores de renta muy baja la idea de que en sus años Brasil era mucho más justo y eficiente en la redistribución de la renta; y finalmente, como las exitosas articulaciones políticas y sociales muestran, la campaña consiguió pasar muy bien la idea de que Lula es el único capaz de recuperar la fragilizada democracia brasileña de los años Bolsonaro”.

Pero no fue suficiente. Sorpresivamente, y desafiando las proyecciones de las encuestas que incluso mostraban ganando a Lula por mayoría absoluta, Bolsonaro forzó el balotaje de este domingo, luego que alcanzara el 43,20% de los votos, contra el 48,43% del petista en la primera vuelta del 2 de octubre pasado.

Ahora bien, no todo ha sido ideal en la campaña del expresidente, al que algunos han criticado por afirmarse demasiado en sus gobiernos anteriores, y no proponer tanto para el futuro. “Una cuestión muy criticada durante la campaña presidencial fue que Lula no presentó de forma clara sus planes para la economía, y cuando se le preguntó, afirmó que el pueblo ya conoce sus ideas porque ya fue presidente dos veces”, apunta Prando.

Asimismo, Secco dijo a La Tercera que “Lula nunca permitió el surgimiento de nuevos líderes nacionales”. “En 2014 todo indica que él quería ser candidato, pero Dilma estaba en el gobierno y seguía siendo candidata a la reelección. La renovación sólo llegará posiblemente en las próximas elecciones por la edad de Lula”, sostiene.

Lo que sí se sabe es que un nuevo mandato de Lula podría, por ejemplo, dar atención a las áreas donde el gobierno de Bolsonaro se ha mostrado más negligente: el medio ambiente, las relaciones internacionales y la educación.

“Vamos a reconstruir el Mercosur, la Unasur, porque somos fuertes estando juntos, y separados somos muy débiles para negociar con China y Estados Unidos y la Unión Europea. Brasil, como la economía más grande, debe tener la generosidad de juntar a todos sin hegemonía pero sí con mucha cooperación”, aseguró Lula tras votar en São Bernardo do Campo.

Y, al parecer, energías para llevar adelante una agenda ambiciosa no le faltan a Lula. “Lo veo con mucho ánimo, disposición de hacer ahora lo que no hizo en los dos mandatos anteriores. Está muy animado”, comentó a mediados de octubre a La Tercera, Frei Betto, escritor, teólogo y amigo del líder del PT.

Pero la oposición que puede enfrentar el nuevo gobierno de Lula es un gran desafío. “Para sobrevivir, y Lula ya lo ha insinuado, su gobierno tendrá que moverse hacia el centro. Si no lo hace, el Congreso será hostil con él. Lula podría incluso estar abierto a la amenaza de impeachment. Su alianza en el Congreso simplemente no es lo suficientemente fuerte si los partidos bolsonaristas y el Centrão deciden ir tras él”, dijo reciente a este medio Richard Lapper, periodista británico y editor de América Latina del Financial Times entre 1998 y 2008.

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