Impulsor de la guerra en Irak: Quién era Dick Cheney, el exvicepresidente más poderoso de EE.UU., que falleció a los 84 años
Compañero de fórmula de George W. Bush en dos exitosas campañas presidenciales, Cheney fue el robusto arquitecto de la llamada "guerra contra el terror" de la administración Bush y la invasión del país petrolero.
El exvicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney falleció a los 84 años. El fallecimiento del político republicano, que fue subsecretario de Estado del presidente George W. Bush entre 2001 y 2009, fue anunciado en un comunicado emitido por su familia el martes.
El exvicepresidente de Estados Unidos “falleció anoche, 3 de noviembre de 2025. Tenía 84 años”, dijo la familia de Cheney en un comunicado citado por The Hill y otros medios de comunicación.
“Su amada esposa, Lynne, con quien compartió 61 años de matrimonio; sus hijas Liz y Mary, y otros familiares lo acompañaron en sus últimos momentos. El exvicepresidente falleció a causa de complicaciones derivadas de una neumonía y una enfermedad cardiovascular”.
Cheney, antiguo empresario, fue presidente de la empresa de defensa Halliburton y en su vida personal era un ávido cazador, llegando incluso a disparar accidentalmente a un amigo durante una cacería.
Más tarde fue uno de los vicepresidentes más poderosos del país, y según numerosos informes ejerció una gran influencia sobre el menos experimentado George W. Bush, el Presidente bajo el cual sirvió. Cheney estaba en el cargo el 11 de septiembre de 2001, durante los atentados terroristas en Nueva York y Washington.
Mientras Bush era puesto a salvo con urgencia, Cheney colaboró con el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, para asumir el control de la política exterior. Pronto las tropas se desplegaron en Afganistán para combatir a los talibanes y perseguir a Al Qaeda.
Invasión a Irak
El republicano —excongresista de Wyoming y exsecretario de defensa— ya era una figura importante en Washington cuando el entonces gobernador de Texas, George W. Bush, lo eligió como su compañero de fórmula en la carrera presidencial del año 2000, que Bush ganó posteriormente.
Como vicepresidente entre 2001 y 2009, Cheney abogó con vehemencia por ampliar el poder de la presidencia, pues consideraba que este se había ido debilitando desde el escándalo Watergate, que provocó la dimisión de su antiguo jefe, Richard Nixon. Asimismo, reforzó la influencia de la vicepresidencia mediante la creación de un equipo de seguridad nacional que, a menudo, funcionó como un centro de poder independiente dentro del gobierno.
Pero su lugar en la historia estará marcado por la decisión de invadir Irak en 2003, según el diario The Guardian. Había sido secretario de Defensa durante la primera Guerra del Golfo contra Saddam Hussein, en 1990 y 1991, pero ahora la justificación pública de Cheney y Bush para la guerra era que el dictador iraquí estaba vinculado a Al Qaeda y, por lo tanto, al 11-S, y que poseía armas de destrucción masiva.
Para marzo de 2003, cuando las fuerzas estadounidenses y de la coalición invadieron Irak, no se había encontrado ninguna prueba que respaldara ninguna de las dos acusaciones, y ambas pronto se demostraron falsas. Si bien Cheney buscaba la cooperación internacional, también pensaba, según escribió posteriormente en su libro “En mi tiempo: Memorias personales y políticas” (2011), que la administración Bush “tenía la obligación de hacer lo que fuera necesario para defender a Estados Unidos”.
El número de muertos fue elevado. Según la Escuela Watson de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Brown, desde 2001 “al menos 800.000 personas han muerto a causa de la violencia directa de la guerra en Irak, Afganistán, Siria, Yemen y Pakistán”.
El trato dado a los prisioneros capturados por Estados Unidos en su “guerra contra el terrorismo” también resultó sumamente controvertido. Tras dejar el cargo, Cheney continuó defendiendo el uso de la tortura contra los detenidos después del 11-S.
Gigante republicano
Cheney fue asesor de la Casa Blanca durante la presidencia de Richard Nixon; el jefe de gabinete más joven de la historia de la Casa Blanca, con Gerald Ford; miembro del Congreso durante la presidencia de Ronald Reagan; secretario de Defensa con George H.W. Bush y vicepresidente con George W. Bush.
Aunque abandonó sus estudios en Yale y evitó el servicio militar en Vietnam, Cheney se convirtió, no obstante, en un gigante de la política republicana.
Sin embargo, en sus últimos años Cheney, aún un conservador de línea dura, se convertiría en persona non grata en su propio partido y fue prácticamente marginado debido a sus intensas críticas al presidente Donald Trump, a quien tildó de “cobarde” y la mayor amenaza que jamás haya enfrentado la república.
Cheney se convirtió en crítico acérrimo de un hombre que tenía una visión aun más amplia de los poderes presidenciales que él, dice la cadena CNN. Cheney había apoyado a Trump en 2016 a pesar de sus críticas a las políticas exteriores de Bush y Cheney, y a la transformación del partido de Reagan en un Partido Republicano populista y nacionalista.
Pero fue la insurrección del 6 de enero de 2020, tras la derrota de Trump contra el demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales, lo que impulsó a Cheney a pronunciarse de una manera inusualmente pública.
Tal fue el giro que, en un irónico epílogo a una brillante carrera política, emitió su último voto en las elecciones presidenciales de 2024 por una demócrata liberal, y también miembro del club de los vicepresidentes: Kamala Harris, reflejando así cómo el Partido Republicano populista se había vuelto en contra de su conservadurismo tradicional.
Al anunciar su voto inesperado, afirmó que “en los 248 años de historia de nuestra nación, nunca ha habido un individuo que represente una mayor amenaza para nuestra república que Donald Trump” y que sentía el deber de “anteponer el país al partidismo para defender nuestra Constitución”.
En un anuncio de la fallida campaña de su hija Liz Cheney para derrotar a un candidato pro Trump en las primarias de 2022, Dick Cheney —a quien para entonces rara vez se veía en público— miró directamente a la cámara desde debajo de un sombrero de vaquero de ala ancha y transmitió un mensaje contundente.
“En los 246 años de historia de nuestra nación, nunca ha habido un individuo que represente una mayor amenaza para nuestra república que Donald Trump”, dijo Cheney. “Es un cobarde. Un hombre de verdad no mentiría a sus seguidores. Perdió las elecciones, y perdió por mucho. Lo sé. Él lo sabe, y en el fondo, creo que la mayoría de los republicanos lo saben”.
Su hija, que había seguido sus pasos en el Congreso, fue destituida de su cargo por sus críticas a Trump. Y, en un giro inesperado, sus propias críticas a Trump y su apoyo a Harris le granjearían elogios de algunos sectores de la izquierda que décadas atrás lo habían denunciado.
Problemas de salud
Los problemas de salud de Cheney comenzaron en 1978, cuando sufrió su primer infarto a los 37 años mientras hacía campaña para el Congreso. Le siguieron otros tres en 1984, 1988 y noviembre de 2000, pocos días después de que comenzara el recuento de votos en Florida para las elecciones presidenciales, que dio como resultado la victoria de Bush y Cheney.
En aquel momento Cheney declaró que sería el primero en dimitir si supiera que no podría desempeñar el cargo y tenía una carta de renuncia preparada por si se le consideraba incapacitado.
Cheney completó los dos mandatos de Bush y asistió a la investidura de Barack Obama en enero de 2009 en silla de ruedas. Un año después de sufrir su quinto ataque cardíaco en 2010, Cheney recibió una bomba cardíaca que mantuvo el órgano funcionando hasta su trasplante en 2012.
La vida después de la Casa Blanca
Tras dejar el cargo, Cheney regresó a la vida privada, escribiendo dos libros de memorias: uno sobre su trayectoria personal y política y otro sobre su lucha contra la enfermedad cardíaca, además de un libro con su hija, Liz.
Se convirtió en uno de los críticos más acérrimos del presidente Barack Obama dentro del Partido Republicano, quien había basado su campaña electoral en promesas de poner fin a las guerras y otros cambios respecto a lo que él consideraba políticas fallidas de la administración Bush-Cheney.
Años más tarde Cheney criticaba duramente a su propio partido, especialmente la respuesta de sus líderes al ataque al Capitolio. “Estoy profundamente decepcionado por la falta de reconocimiento, por parte de muchos miembros de mi partido, de la gravedad de los ataques del 6 de enero y de la continua amenaza que se cierne sobre nuestra nación”, dijo en un comunicado en el primer aniversario de la insurrección.
En un momento memorable, los demócratas hicieron fila para saludar al exvicepresidente republicano y estrecharle la mano. Fue una escena que habría sido impensable dos décadas antes y una ilustración de cómo los extraordinarios cambios en la política estadounidense provocados por Trump habían hecho que antiguos rivales políticos encontraran una causa común en la lucha por la democracia, dice la cadena CNN.
Postura sobre Ucrania
Cheney fue un defensor de larga data de la expansión de la OTAN hacia Europa del Este, apoyando notablemente la candidatura de Ucrania para unirse a ella en 2008.
“Creemos en el derecho de los hombres y las mujeres a vivir sin la amenaza de la tiranía, el chantaje económico, la invasión militar o la intimidación”, dijo el vicepresidente Cheney en Kiev en aquel momento.
Creía que la OTAN debía seguir siendo la base de las relaciones de seguridad europeas.
Es una postura que contrasta con la de la administración Trump, que se ha negado a respaldar la admisión de Ucrania, bloqueando de facto su entrada al bloque de defensa.
Aunque Trump ha reforzado recientemente su apoyo a la OTAN, durante su campaña electoral de 2024 sembró dudas sobre el compromiso a largo plazo de Estados Unidos, incluso al sugerir que EE.UU. no protegería a los aliados de la OTAN que no gastaran lo suficiente en defensa.
Sus comentarios provocaron que Liz Cheney lo atacara: “Ningún presidente estadounidense cuerdo alentaría a Putin a atacar a nuestros aliados de la OTAN”.
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