La “tormenta” del Covid-19 golpea a Sudáfrica y acentúa su desigualdad

Un hospital de campaña temporal de Médicos Sin Fronteras, cerca de Ciudad del Cabo. Foto: Reuters

El país concentra más de la mitad de los casos reportados en África, con 445.433 contagiados. A diferencia de sus vecinos, el país ha podido reportar sus casos gracias a 2,7 millones de test.


Es el país con más contagios por Covid-19 en África y, de hecho, registra más de la mitad de los 848.781 casos del continente. Ese es el panorama de Sudáfrica, la sexta nación con mayor población en África, pero que ya se ha situado como la quinta del mundo con mayor cantidad de infectados reportados.

El rápido incremento de contagios, que se sitúa en 445.433 y 6.769 fallecidos, mantiene preocupados a los sudafricanos, puesto que en los últimos 20 días el país duplicó los casos positivos: “La tormenta de coronavirus ha llegado”, dijo el jueves pasado el Presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa. Eso sí, gracias al estatus del que goza en África, se han podido llevar a cabo 2,7 millones de test (46 mil por millón), una cifra muy superior respecto de otros países africanos. Eso explicaría en parte que Sudáfrica aparezca por encima de otras naciones africanas que no realizan muchas pruebas y que podrían tener un número mayor de casos no reportados.

La provincia de Gauteng, donde se ubica Johannesburgo y Pretoria, concentra más de un tercio de los contagios.

Un informe del Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica, publicado el miércoles pasado, muestra que hubo un exceso de más de 17.000 muertes en el país del 6 de mayo al 14 de julio en comparación con los datos de los últimos dos años. “Las cifras han mostrado un aumento incesante: en la segunda semana de julio, hubo un 59% más de muertes por causas naturales de lo que se habría esperado”, dice el informe. Esto sugiere una cifra de muertes relacionadas con el coronavirus mucho mayor de lo que se ha informado oficialmente. Según la presidenta del Consejo, Glenda Gray, el exceso de muertes podría atribuirse al Covid-19, así como a otras enfermedades generalizadas, como el VIH y la tuberculosis.

El gobierno también ha indicado que las camas de hospital en todas las provincias podrían estar llenas dentro de un mes, y que el país enfrenta una “grave” escasez de más de 12.000 trabajadores de la salud. Además de la falta de camas y personal, muchos hospitales están lidiando con suministros limitados de oxígeno para tratar a los pacientes con la enfermedad respiratoria.

Y otro dato que se suma al oscuro panorama por el que atraviesa Sudáfrica es que, según Ramaphosa, los científicos han pronosticado hasta 50.000 muertes en el país por Covid-19.

Por eso, el viernes el mandatario decidió que los colegios volverán a cerrar por segunda vez durante cuatro semanas, para limitar la propagación del virus. Los sindicatos de profesores venían insistiendo que los colegios se cierren durante todo agosto luego de que reabrieran en junio.

En las últimas semanas, el gobierno había anunciado otras medidas, como un toque de queda de 21.00 a 4.00 y una extensión hasta el 15 de agosto del estado de desastre declarado en marzo.

Desigualdad

El aumento de casos en Sudáfrica se produce luego de que el país flexibilizara uno de los bloqueos más estrictos del mundo. En marzo, cuando el país contaba con solo 400 contagiados reportados, Ramaphosa impuso un confinamiento que incluía la prohibición de venta de cigarros y alcohol, en un intento por aliviar la presión sobre los trabajadores de la salud ya que el país cuenta con una alta tasa de accidentes relacionados con el alcohol. Los soldados controlaban en las calles el cumplimiento de la cuarentena.

Pero un aumento en la pobreza y el desempleo del país obligó al gobierno a levantar las restricciones mucho antes de que el brote estuviera bajo control. En el primer trimestre del año, la tasa de desempleo fue de un 30% y los expertos estiman que seguirá aumentando.

Se decretó así el uso obligatorio de mascarilla en público y se alentó por el distanciamiento social y el lavado de manos. Pero estas dos últimas no han podido ser implementadas.

Sudáfrica es el país con mayor desigualdad según el coeficiente de Gini utilizado por el Banco Mundial. “El hacinamiento hace que el distanciamiento físico sea muy difícil, el agua limpia puede no estar disponible para lavarse las manos y las personas se ven obligadas a viajar en los taxis minibuses que van llenos”, escribió en una columna Steven Friedman, profesor de estudios políticos en la Universidad de Johannesburgo. Según el experto, “el gobierno podría haber superado estos problemas si hubiera elegido trabajar con personas en estas áreas para encontrar formas de protegerse. Pero no lo intentó, se basó en instruir a las personas para que hicieran cosas que claramente no podían hacer”.

Además del cierre de los colegios, tras haber desconfinado a la nación a principios de junio, el gobierno tuvo que volver a imponer el 12 de julio la prohibición al alcohol. El ministro de Salud, Zweli Mkhize, justificó la decisión en que tras el levantamiento a las restricciones al alcohol, los hospitales registraron “un aumento de hasta el 60% de ingresos en urgencias y de hasta el 200% en cuidados intensivos”.

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