Las razones tras la decisión de Rusia de convertirse en el primer país que reconoce al gobierno de los talibanes en Afganistán
Aunque los talibanes han intercambiado embajadores con China y Emiratos Árabes Unidos, esta es la primera vez que el grupo es reconocido oficialmente como el gobernante en Kabul.
Este jueves, Rusia se convirtió en el primer país en el mundo en reconocer al gobierno talibán como autoridad legítima en Afganistán, casi cuatro años después de la retirada de Estados Unidos del país asiático. Si hasta el momento el gobierno talibán era visto como un Estado paria en el contexto internacional, se espera que el reconocimiento ruso anime a otros países a relacionarse con Kabul.
La noticia la dio en una primera instancia el ministro de Relaciones Exteriores afgano, Amir Khan Muttaqi, que anunció en X que el embajador ruso en Kabul, Dmitry Zhirnov, había “oficialmente convenido la decisión de su gobierno de reconocer el Emirato Islámico de Afganistán”. Zhirnov, por su parte, añadió en su propia cuenta que esta medida “dará ímpetu al desarrollo de una cooperación bilateral productiva entre varios ámbitos”, resaltando el comercio y la energía.
El reconocimiento ruso es visto como una victoria significativa para los talibanes, que habían sido aislados internacionalmente a medida que iban reinstaurando restricciones en la vida y educación de las mujeres afganas. Ya en 2021, el gobierno en Kabul impidió a las niñas en secundaria ir al colegio, y un año después prohibió totalmente el acceso e mujeres y niñas a la educación superior.
De momento, las normativas contra las mujeres, que entre otras cosas les impiden ir a parques públicos, han sido la razón por la cual los países del mundo entero evitaban reconocer a Afganistán oficialmente. Por su parte, después de 20 años de guerra y una retirada caótica en agosto de 2021, Estados Unidos no ha mostrado mucho interés en reconocer a los talibanes. Esto, incluso cuando otros rivales han aprovechado para ocupar ese espacio.
Alemania, por su parte, también mantiene a Kabul a una distancia importante, ya que necesita de los talibanes. El ministro de Interior alemán, Alexander Dobrindt, aseguró este miércoles que su país tendrá que conseguir un acuerdo pronto con Afganistán, para poder facilitar las deportaciones de afganos que están en territorio alemán.
“(Actualmente) necesitamos que terceras partes mantengan conversaciones con Afganistán. Esto no puede seguir siendo una solución permanente”, reconoció Dobrindt en una entrevista con la revista Focus, en la que expresa su intención de “llegar a acuerdos directamente con Afganistán para permitir las repatriaciones”. Sin embargo, Berlín no mantiene lazos diplomáticos oficiales con el gobierno talibán, lo que podría complicar la tarea.
Si bien los talibanes han intercambiado embajadores con China y Emiratos Árabes Unidos, y tienen una oficina política de larga data en Catar, estos países no los reconocen como el gobierno de Afganistán. De todos modos, esta falta de reconocimiento no ha impedido que los nuevos gobernantes de Afganistán hagan negocios con actores extranjeros. En 2023, una compañía petrolera china firmó un acuerdo de extracción de petróleo con los talibanes.
Hasta el momento, los puentes entre Afganistán y Estados Unidos no están completamente cerrados. Según CNN, los esfuerzos diplomáticos entre ambos países se han intensificado desde que el presidente Donald Trump comenzó su segundo mandato. En marzo de este año, dos estadounidenses fueron liberados de Afganistán, y Washington retiró millones de dólares en recompensas contra tres funcionarios talibanes.
Por el lado ruso, Moscú tiene una historia compleja con Afganistán. Las tropas soviéticas invadieron el país en 1979 para instaurar un gobierno comunista y se vieron envueltas en una guerra de 10 años contra combatientes muyahidines armados por Estados Unidos. Cerca de 15 mil soldados soviéticos murieron en la guerra.
El reconocimiento por parte de Rusia del gobierno talibán culmina meses de expansión de las relaciones entre ambos gobiernos, incluyendo la ayuda humanitaria y la lucha contra el terrorismo. En abril, el Tribunal Supremo ruso eliminó a los talibanes de su lista de organizaciones terroristas, más de 20 años después de que se les asignara la etiqueta por primera vez.
Funcionarios rusos afirmaron que la eliminación permitiría una cooperación de seguridad más estrecha contra el Estado Islámico-Khorasan, una rama del Estado Islámico activa en Afganistán. Este grupo ya había provocado atentados en Moscú.
Para Muttaqi, el canciller afgano, este reconocimiento representa la ilusión de dejar de ser el Estado paria que Kabul ha venido siendo estos últimos cuatro años. “Esperamos que otros países usen también esta oportunidad y reconozcan al Emirato Islámico”, señaló en X.
Por su parte, en declaraciones al diario The Moscow Times, el experto en Asia Central Ruslan Suleymanov opinó: “El reconocimiento del Emirato Islámico de Afganistán es, de una forma u otra, un mero gesto simbólico que subraya el carácter amistoso de las relaciones entre Moscú y Kabul, en un momento en que el Kremlin está perdiendo aliados en el escenario internacional”.
Por su parte, el experto en política exterior rusa en Medio Oriente Nikita Smagin declaró al mismo medio que, considerando cómo se fue dando, la decisión no fue fácil para el Kremlin. “Las conversaciones han estado dándose desde que los talibanes tomaron el poder en Afganistán. Si hubiera habido un consenso total, la bandera talibán se habría izado en la embajada en Moscú mucho antes”, declaró.
Smagin añadió que el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso se inclinaba por el reconocimiento, mientras que las actitudes dentro de los servicios de seguridad rusos eran “mucho más ambivalentes”.
Según el experto, el reconocimiento “ofrece ventajas tácticas limitadas”: ”Es poco probable que los talibanes sean socios fiables, y el propio Afganistán no puede compararse con Siria o Irán en términos de importancia estratégica”.
Para Giuliano Bifolchi, un analista en Special Eurasia, este reconocimiento forma parte de una tendencia más amplia: “Los gobiernos controlados por militantes o terroristas designados, como los de Afganistán y Siria, están ganando legitimidad paulatinamente gracias a la conveniencia geopolítica. Esta tendencia amenaza las normas internacionales sobre legitimidad estatal y podría alentar a grupos armados en otras zonas a intentar tomar el poder por la fuerza, creyendo que la utilidad geopolítica podría conducir al reconocimiento oficial”.
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