Michael Baker, epidemiólogo y asesor del gobierno de Jacinda Ardern: “Queríamos eliminar el virus en lugar de contenerlo como los otros países”

Foto: AFP

Para el epidemiólogo, impulsor de la estrategia neozelandesa, el éxito de la estrategia fue que pudieron anticipar la pandemia y no lidiaron con el coronavirus como si fuera una influenza, sino que como un SARS.


El epidemiólogo Michael Baker es uno de los asesores del gobierno neozelandés de Jacinda Ardern, e impulsor de la exitosa estrategia para enfrentar el coronavirus, que ya tiene a su población de vuelta en la normalidad y sin presencia de transmisión local.

El académico de la Universidad de Otago, en Wellington, defendió las duras medidas de confinamiento que se aplicaron en la isla para eliminar el virus, en lugar de contenerlo. Su enfoque tuvo éxito: el país tiene 1.519 contagios y 22 muertos. El 8 de junio Jacinda Ardern anunció que habían dado de alta al último paciente con coronavirus y se levantaron las restricciones. Desde entonces solo han tenido tres casos que venían del extranjero.

En conversación telefónica con La Tercera el especialista explica la estrategia que se llevó adelante en su país y da cuenta las claves de los buenos resultados.

-Usted fue uno de los impulsores de la estrategia de erradicación del coronavirus, en lugar de contenerlo, ¿Por qué adoptó ese enfoque?

-No es un enfoque original. Cuando la pandemia estaba surgiendo en China y luego expandiéndose en todo el mundo, era claro que iba a haber una pandemia desde el comienzo. Tomé conciencia antes de que tuviéramos los primeros casos, cuando vi que en China y en otros países asiáticos estaban enfocados en detener la transmisión, la palabra que usamos nosotros fue contener. A eso se sumó que era un virus SARS, no una influenza. El hecho que el SARS ha sido detenido de manera bastante eficiente, me hizo pensar que en lugar de tratar el coronavirus como una influenza, debíamos tratarlo como un virus SARS. Así que impulsé muy fuertemente que teníamos que hacer todo lo posible para detener el virus en las fronteras. Teníamos que erradicarlo, básicamente eliminarlo. Ahora, el problema es que para mediados de marzo habíamos pasado de tener casos importados a transmisiones locales. Era bastante obvio que no íbamos a ser capaces de detenerlo simplemente confiando en esas medidas estándares, porque cerramos nuestras fronteras y las personas que llegaban hacían una cuarentena de 14 días. El virus ya estaba en el país, los niveles de testeo y rastreo de los contactos no era lo suficientemente altos para contenerlo. Presenté un argumento muy fuerte para que se aplicara un confinamiento estricto, para básicamente extinguir el virus. En lugar de tener un plan para una influenza, que es lo que la mayoría de los países tiene, en el que se trata de mitigar el virus, de aplanar la curva, de reducir su impacto. La eliminación no era parte del plan, porque fue hecho para la influenza. Básicamente, el mensaje que se usa para eliminación es diferente, así que el confinamiento intenso se estableció para hacer tres cosas. Primero, extinguir la carga de transmisión, porque si todo el país está en cuarentena por bastantes semanas la cadena de transmisión básicamente desaparece. Segundo, eso da tiempo para construir medida de rastreos de los contactos y también de hacer testeos. Además las personas debían lograr de tener un entendimiento del distanciamiento social y otras medidas para reducir la transmisión. Nosotros salimos de la cuarentena, luego de un confinamiento severo, de manera muy cautelosa, y llegamos a un país que no tiene el virus.

-¿Por qué cree que las personas en Nueva Zelandia cumplieron este confinamiento estricto?

-En Nueva Zelandia el gobierno le explicó a los ciudadanos de manera muy clara por qué estábamos aplicando el confinamiento y qué era lo que queríamos lograr, que era deshacernos del virus. Tenemos una buena líder (la primera ministra) Jacinda Ardern y las personas le creyeron. Los funcionarios de gobierno trabajaron muy bien en términos de explicar y comunicar el confinamiento y ocurrió en unos pocos días. Unos cuatro días después de que fue anunciado, las personas tuvieron una advertencia de que se prepararan. Y se hizo cumplir de manera estricta. Las ciudades estaban absolutamente vacías, las personas podían salir y caminar para hacer ejercicios y esas cosas, pero tenías que estar en casa a menos que tuvieras que comprar suministros esenciales o tener cuidados de salud.

-¿Cuáles son las lecciones que Nueva Zelandia sacó de otros países?

-Miramos a Asia, miramos a países de habla inglesa, de la OCDE, bastante ricos, con buenos recursos y, usualmente miramos a la OMS y al Centro de Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos y la salud pública de Inglaterra, el centro de control de enfermedades de Europa. Pero esas organizaciones no daban buenos consejos sobre lo que había que hacer: decían que había que mantener las fronteras abiertas, que no te preocuparas sobre usar mascarillas, porque eso se les dejaba a los médicos. Los consejos eran muy pobres. Al final miramos más hacia Asia, el éxito de China y Taiwán al manejar la enfermedad. También miramos a Singapur, Hong Kong y Corea del Sur. Todos ellos estaban haciendo cosas que parecían ser efectivas. Lo otro que motivó a Nueva Zelandia fue que a mediados de marzo, todos mirábamos lo que la pandemia estaba haciendo en Europa, especialmente en el norte de Italia. Queríamos evitar una situación similar. Esas cosas ayudaron. El virus fue introducido probablemente en Nueva Zelandia en enero, febrero. Probablemente como Chile, no sé cuándo vieron su primer caso, no fue al comienzo como algunos países en Europa y Asia. Creo que tuvimos un poco más de tiempo. Creo que al final el gobierno estaba abierto al consejo de los científicos. Creo que hizo lo correcto, porque es muy difícil aplicar ese confinamiento intenso. Cuando se aplicó solo teníamos 100 casos y ningún muerto. Creo que pudimos anticipar lo que venía. Creo que el problema de muchos países es que pensaron en esperar hasta ver qué pasaba y eso fue un error terrible.

-En algunos países, como Chile, se hicieron anuncios respecto de la inmunidad de rebaño. El nivel de contagios y de muertos demostró finalmente que no funcionó ¿Cuál es su visión de esta estrategia?

-Esa es la estrategia de mitigación. En Nueva Zelandia había personas que abogaron fuertemente por aplicar eso. Este enfoque tiene varios supuestos. Asumes que la pandemia va a llegar y va a inmunizar a las personas, a una proporción de la población, quizás un 60% o más, lo que en teoría es suficiente para detener la transmisión o en gran medida detienes la transmisión, porque cuando tienes 60% a 70% de personas inmunes el virus no circula más, hasta cierto punto. Igual va a circular hasta cierto nivel. Asumes que mientras eso ocurre puedes proteger a las personas más vulnerables para que no se enfermen. Eso significa ser muy cuidadoso con los hogares de ancianos y otras instalaciones para las personas mayores. Lo tercero, es que asumes que la economía irá mejor, porque no cierras los negocios hasta cierto punto. Suecia es el mejor ejemplo de eso. Pero ninguna de esas suposiciones aplicaron ahí. Lo que ocurrió fue que la infección llegó y se expandió más rápidamente, pero todavía no crea mucha inmunidad, quizás 10% a lo más. Así que no tienen los beneficios de la inmunidad. Y no fueron capaces de proteger a los más vulnerables y tienen cinco mil muertos, lo que es una alta mortalidad. Y tercero, es dañino para la economía, no tienen un gran beneficio. Así que todas las suposiciones fueron incorrectas.

-La pandemia ha sacado a relucir las debilidades económicas de los países y se plantea la dicotomía de reactivar la economía, pese a las cifras de contagios y muertos. ¿Cuán importante es este factor al momento de elaborar una estrategia?

-En Nueva Zelandia el desempleo va a aumentar, no ha subido mucho todavía. Parte de eso es inevitable, porque una de nuestras mayores industrias es el turismo internacional y ese básicamente se detuvo. Así que al margen de lo que hiciera Nueva Zelandia, no se puede evitar. Creo que la contracción económica será severa, pero no será como en Reino Unido que tiene un continuo problema de transmisión. Hace dos semanas regresamos a la normalidad en Nueva Zelandia. Nosotros salimos del confinamiento el 8 de junio, sin ninguna restricción.

-Ustedes tuvieron tres casos de coronavirus tras ese término de confinamiento. La primera ministra incluso dijo que había sido un error. ¿Qué fue lo que ocurrió?

-Las personas contagiadas se contagiaron en el extranjero, así que de hecho, no hemos tenido más transmisión local en Nueva Zelandia. Fue un error. Esas personas estaban en cuarentena y fueron liberados antes por razones de compasión, para que visitaran a un enfermo cercano , así que después de que los liberaron los testearon y dieron positivo. El otro caso, era alguien que estaba en cuarentena y vamos a seguir teniendo esos casos, porque las personas están volviendo a Nueva Zelandia. Unas 300 personas diarias puede llegar del extranjero y ellos son sometidos a una cuarentena de 14 días y ahora se les testea más. Probablemente una vez a la semana alguien saldrá positivo. Pero ellos están en cuarentena. No son casos locales.

-En EE.UU. se habla de una segunda ola ¿Cómo ve esta situación?

-Es un término curioso ese de la segunda ola, porque no hay un virus en Nueva Zelandia. Técnicamente de lo que tenemos que preocuparnos ahora es de gestionar nuestras fronteras de manera apropiada. Cuando vemos los brotes en Beijing, eso no es una segunda ola. Lo que ocurre ahí es que son casos importados desde el extranjero. Es que alguien viene de afuera y está contagiado e infecta a alguien más y comienza el brote de nuevo. Si consideras la población, son 1.400 millones de personas, es impresionante que no se vean más casos. Ellos lo han hecho muy bien, protegieron a casi toda la población. Si estás en Estados Unidos, tienes un segundo virus y dices que van a abrir la economía, el virus se va a expandir a todos lados. El término de la segunda ola viene de la pandemia de influenza de 1918, que vino en tres olas, la segunda ola fue la más severa en muchos países. Es muy diferente a lo de ahora. Creo que la segunda ola es un término extraño para describir lo que está pasando. De hecho, en muchas formas se trata de la primera ola, en realidad solo ha habido una ola. No hay nada especial, es una consecuencia predecible.

-Todo el mundo espera una vacuna, ¿qué posibilidades hay de que ocurra?

-En general las personas dicen que se demora un año o 18 meses para que haya una vacuna disponible que sea ampliamente usada. Es realmente incierto. Puede que antes lleguen los antivirales, por ejemplo. Esa es otra posibilidad. Si miras el número de enfermedades serias a las que nunca se les encontró una vacuna, tenemos el HIV, la malaria. Para esas enfermedades tenemos buenos tratamientos, puedes tratar a las personas y lidiar con la enfermedad, pero ha tomado mucho tiempo tener buenos tratamientos. Quizás tengamos medicamentos que hagan que el coronavirus no sea letal.

-¿Qué consejos puede dar y qué países considera que lo están haciendo bien?

-Para mí lo más importante es tener buenos científicos y buenos liderazgos y tomar medidas tan pronto como sea posible en una pandemia. Eso parece ser la forma en que puedes tener el mejor resultado posible. Y los países que han hecho eso, generalmente le está yendo mejor que a los que no. Si planeas bien y tratas de tener un confinamiento puedes salir en un país donde no hay virus. Parece que funciona si haces un rastreo de los contactos y manejas las fronteras. Países como Vietnam y Mongolia parecen no tener muertos, realmente manejaron la pandemia muy bien. Y no son países ricos y tienen fronteras terrestres con otros países, con mucha transmisión. Es más fácil para Nueva Zelandia y Australia porque son islas y creo que Taiwán. Pero países con fronteras complejas y sin muchos recursos han logrado eliminar o contener la pandemia.

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