Histórico

Altiplano sin puna

Una nueva ruta, llamada Altur, permite ascender desde las costas de Arica a las alturas del lago Chungará serpenteando pueblos que reflejan el llamado "sincretismo" religioso y cutural. Con increíbles paisajes y gastronomía, es un recorrido lento, a prueba de punas.<br>

AL CONTRARIO

de lo que dice la canción que ganó la competencia folclórica del Festival de Viña de 1988, la mayoría de los turistas nunca van Camino a Socoroma. En lugar de eso, pasan raudos a fotografiar vicuñas, flamencos y a observar el imponente volcán Parinacota, a los pies del lago Chungará.

Pero lo que hay en Socoroma, en medio del largo, culebrero y empedrado camino entre Arica y el P. N. Lauca, es quizás el tesoro mejor guardado del Altiplano. Uno que tiene iglesias, ceremonias aimaras, vino pintatani, oasis donde se cultivan exquisitas frutas, y plantaciones en terrazas que alimentan al resto del país durante el invierno. Y gente como la de Socoroma, que parecería pueblo fantasma si no fuera por tres hombres, ya mayores y bien serios, que a punta de chuzo destruyen la plaza del pueblo, para "remodelarla", como la de Putre. Aunque no les gusta mucho la idea de romper su plaza llena de flores.

Cuando comienza a sonar desde un smartphone la canción: "Camino a Socoroma, su tarka al viento está…", sus rostros morenos y cansados se miran escuchando la música, con desconcierto primero y luego con indiferencia, para inmediatamente seguir en lo suyo. Los turistas se ríen y siguen paseando, agradeciendo la libertad, el paisaje y la caminata para ir adaptando el cuerpo a los 4.500 m.s.n.m. que se aproximan.

DE ARICA A CODPA

Hernán Blanche no es un guía común y corriente. Es un investigador (egresó, pero no se tituló de geólogo) y un profesor frustrado, que hace de los turistas sus alumnos de turno.

"¿No me van a hacer la pregunta millonaria?", dice camino al Valle de Azapa. Y muestra las plantaciones de jatropha, biodiésel que se ha apoderado de algunos terrenos en Codpa y que, según él, infertiliza la tierra de manera permanente. "No es una conjetura, les estoy diciendo que esto es negocio ahora, pero no lo será mañana", asegura. Pero cambia rápidamente de tema e indica los ficus gigantes que crecen a la orilla del camino. "Esas cosas que ustedes tienen como plantas decorativas en el sur, acá son árboles". Luego de pasar por la tienda Emporio del Valle, donde 14 empresas de la región venden productos que incluyen aceitunas, aceites de oliva, mermeladas, concentrados de fruta, quinoa e hilados con fibra de alpaca, se llega al museo San Miguel de Azapa. Acá se encuentran las momias Chinchorro mejor conservadas y que se observan tras una mampara de vidrio como se hace con un recién nacido, aunque tenga más de 4.000 años. Los Chinchorro sacaban los órganos y musculatura de los muertos, reforzando el esqueleto con maderas y luego rellenándolo con ceniza, arcilla y vegetales. Para terminar, les colocaban una peluca y esa máscara con gesto de sorpresa permanente, el mismo con el que las miramos.

HOJITAS DE COCA

Luego de una visita a caleta de Camarones, donde viven pescadores descendientes de Chinchorros y se encuentran más restos de momias aún no analizados ni protegidos (deuda que espera saldarse con el gran museo de la cultura Chinchorro), se llega a   Codpa. Ahí, Homero Altira, yatiri del lugar, realiza la ceremonia de la pawa que significa "la paga a la tierra". En el suelo hay una típica manta aimara y sobre ella, hojas de coca, un vaso, una botella del vino pintatani (de uva pequeña y dulce) y una especie de brasero con hierbas aromáticas.

"Hay que darle gracias a la tierra por su visita, y pedirle que vengan muchos más a visitarnos", dice, para a continuación darle de beber vino a la Pachamama y exclamar: "¡Hayaya!" -que sería como un "salud" aimara- y empinarse el vaso.

Así, varios otros lo hacen. Mientras, Homero cuenta cómo su abuela y su padre le enseñaron a ser yatiri, lo que incluye, además de hacer ceremonias, ser componedor de huesos, partero y tener la notable cualidad de leer las hojas de coca -salvo los martes y viernes, porque esos días actúa el demonio. A cambio de la lectura frustrada, ofrece unas hojitas de coca para mascar y así ayudar al cuerpo con la falta de oxígeno que progresivamente lo ataca (aunque Codpa sólo se sitúa a 2.000 m).

La visita a Codpa termina con un almuerzo donde Doña Fely y su famosa kalapurca, una especie de ajiaco norteño de carnes de alpaca y charqui, luego con una visita a la Quinta Santa Elena, donde siete hermanos trabajan de abril a junio en la vendimia del delicioso vino pintatani, y finalmente, el recorrido por los Petroglifos de Ofragía, con sus 60 bloques de grabados del 1000 y 1500 A.C. Tras ese descanso, se sigue subiendo por caminos de tierra, observando la puesta de sol y las milenarias iglesias de adobe en cada pueblo.

Lo próximo es alojarse en Putre y disfrutar de una buena cena en el restaurante Kuchu Marka, donde Gloria Ulloa, una mujer grande y sensual, sirve gigantescas ollas de greda con picante de alpaco y otras preparaciones con maíz, quinoa y frutos de la zona, como el tambo sour.

El final de esta historia es cuento sabido. Sólo queda subir y subir, hasta llegar a la inmensidad del Parque Nacional Lauca, a la orilla del lago Chungará, donde apenas se siente el ruido del viento. Donde, cuando los guías turísticos deben ofrecer oxígeno a los turistas descompensados, las vicuñas curiosas giran su cabeza, como si les estuvieran hablando a ellas, para luego seguir comiendo.

Pero eso no es problema si ya lleva dos días recorriendo el altiplano, paseando por plazas de pueblos, visitando productores locales, iglesias y preparando el cuerpo y el espíritu para ese momento donde se enfrenta con el volcán Parinacota. No, no le hace falta oxígeno.

GUIA

Para realizar esta ruta, llamada Altur, debes escribir al mail: alturpmc@gmail.com

Hotel Qantati, Putre:
http://hotelqantati.blogspot.com/

Restaurante Kuchumarka,
Putre: www.kuchumarka.com/

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