Crítica de cine: Amigos con beneficios
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Puede que ahora ya nadie lo recuerde, pero hace quince años tuvo cierta popularidad un estafador con título de guionista que vino a "reinventar" el género de las películas de terror con una idea vieja como la mentira: hizo que los personajes fueran autoconcientes de su condición de personajes y, en este caso, estuvieran enterados de los archiconocidos mecanismos narrativos de las películas de terror. La lesera se llamó "Scream", y el vendehumo, Kevin Williamson. En el cine es común que ciertas sabandijas aparezcan de tanto en tanto a revivir antiguallas, quizás conscientes de que puede ser un crimen impune ante la facilidad con que los medios masivos necesitan encumbrar nuevos genios para llamar la atención sobre algo.
Por supuesto, no hay mejor juez que el tiempo, y el feo de Williamson fue olvidado porque la testera le dio para poco más que para explotar su pequeña veta hasta un desvencijado "Scream 4" que ya no alcanzó ni para nostalgia. El recuerdo viene a colación porque en "Amigos con beneficios", la comedia de Mila Kunis ("El cisne negro") y Justin Timberlake ("La red social") que se estrena esta semana, algo hay de esa idea de autoconciencia de los personajes, de meta-género, pero está hecha con la emotividad suficiente como para que la sumatoria vaya más allá de guiño vacío y tontorrón. A veces, las ideas viejas se pueden robar con más clase.
Expliquemos: Dylan es un exitoso diseñador que es seducido para que trabaje en una exitosa revista de Nueva York. Eso es mejor sueldo, mejor oficina, más responsabilidad. Pero Dylan no está del todo convencido de aceptar el trabajo hasta que conoce a Jamie, la chica de la oficina de headhunters que está empeñada en que tome el puesto. Jamie lo invita a recorrer Nueva York, le muestra su lado más especial, el Nueva York que Jamie ama, y Dylan (y todos) nos enamoramos de Jamie, secretamente.
Pero Dylan es más pillo y sabe que si acaba de llegar a la ciudad no le conviene perder tan rápido a la única amiga que tiene, y como la atracción sexual entre ambos es innegable, le propone la idea del título: que sean "amigos con ventaja", es decir, que puedan tener intimidad de vez en cuando, pero sin que se pierda el cariño y la empatía.
El director Will Gluck entiende lo que Williamson nunca entendió: si va a hacer una meta comedia romántica (porque Jamie hace referencia constante a las comedias románticas, tal como lo hacía también Emma Stone en "Se dice de mí" [Easy A, 2010], la película anterior del mismo director), con mayor razón sus personajes no pueden ser de cartón ni unidimensionales. Gluck lleva ese esfuerzo no solo a los principales, sino que además construye personajes secundarios con un esmero muy encantador, y los pone a cargo de grandes actores, como lo son Patricia Clarkson y Richard Jenkins. Y tiene un sentido: cuando descubrimos el pasado y la relación que Dylan y Jamie tienen con sus respectivos padres es que entendemos por qué hacen lo que hacen, y en qué radica la pena negra de su inseguridad.
Más arriba decíamos que las ideas viejas se pueden robar con más clase. Pero realmente no es un asunto de buen gusto: tal como lo entendía el viejo Ernst Lubitsch (el padre de Billy Wilder, el abuelo de Cameron Crowe), la ironía en sí misma es estéril si no existe una intensa carencia afectiva donde pueda contrastarse y producir la tan ansiada empatía del espectador. "Amigos con beneficios" lo entiende y por eso es de las comedias buenas de la temporada.
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