Crítica de cine: La Pivellina
<br>

Mucha tinta se ha derramado para constatar el asombro o consignar
la decepción generada por las interpretaciones infantiles, de Jackie
Coogan y Shirley Temple a Victoire Thivisol (Ponette) y Haley Joel
Osment (Sexto sentido). Y lo menos que se ha dicho es que más fácil
es hacer actuar a un perro. ¿Pero qué queda cuando un personaje
esencial de una película no llega ni a los 3 años? ¿Puede alguien decir
que está actuando?
Uno de los méritos de La pivellina es que la pregunta queda sobrando:
poco importa si la chiquita que figura enorme en el afiche de esta
cinta ítalo-austríaca (Asia Crippa) hace lo que le sale o lo que le dicen,
como si esto último fuera posible. El punto parece estar tanto en el ojo
aguzado con que se la mira, como en una política narrativa que inserta
sus destellos de inocencia en un drama contundente y nunca del todo
clausurado.
Nominada por Austria a la pasada entrega del Oscar, esta cinta deriva
de un anterior trabajo conjunto de los documentalistas Tizza Covi y
Rainer Frimmel (Babooska), donde entraban en la vida de una troupe
de artistas circenses. Pero esta vez la gente de circo hace de sí
misma. Y no desentona en absoluto. Como tampoco la fluidez de un
relato que algún erudito emparentará con el estilo de los hermanos
Dardenne, pero que ofrece salidas allí para donde los belgas no hay
vuelta.
La película parte sin créditos ni preámbulos, a ras de suelo, mostrando
a Patty (Patrizia Gerardi), señora madura de pelo rojísimo que
deambula por calles y plazas poco glamorosas de Roma, buscando a
su mascota. En eso anda cuando encuentra sentada en un columpio
a la pequeña Asia, sin nadie que la acompañe. La toma en brazos,
busca por todos lados a los padres o responsables de la chica de
ojos verdes y crespos cabellos rubios. Pero nada. Así que se la
lleva al trailer donde vive y allí descubre en una nota que la pivellina
("pequeñita") fue dejada en el lugar por su propia madre, quien dice
que volverá por ella en algún momento.
Y así, entre concisos e informativos trozos de vida, se va tejiendo
una dramaturgia de la espera y del suspenso, también del apego y
del día a día. La propia Patty busca pistas acerca de los padres de
la chica, pero a la pasada fantasea con la posibilidad de acogerla
permanentemente. Y en esto inciden otros personajes que hacen
también las veces de familia. Sea en una conversación o esquivando
los cuchillos como demanda un acto circense, la coprotagonista se
muestra genuina y, por esta vía, creíble.
La pivellina formó parte en 2009 de la Quincena de Realizadores del
Festival de Cannes, sección autodefinida "libre" e "independiente" que
apuesta por los valores jóvenes y por un cine más desafiante. Se diría
que esta cinta sensible y valiosa cumple con ese y otros requisitos,
haciéndosenos sorpresiva y novedosa sin forzar la nota. Generando
un método para dirigir la espontaneidad. Atacando los sentimientos sin
tomarlos por asalto.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.