Histórico

El cuento del hoyo

Lo que estamos observando es el fin de una era, donde  el equilibrio entre el poder del Estado y el poder del sector financiero se había desbalanceado hacia este último.

HACE POCO compartí un cartoon en redes sociales. La primera imagen tenía a un gordinflón con traje que se cae en un hoyo hondo. El gordinflón grita: "¡Ayuda Estado, ayuda!". Aparece un circunspecto señor y lo mira hacia abajo. El guatón le dice: "No sé cómo me caí, pero si traes mucho dinero tal vez pueda salir". El señor se va y vuelve con un gran saco de dinero y se lo pasa. El gordo lo pone en el fondo y lo usa para alcanzar la mano del señor y luego salir. Una vez arriba, el guatón le aforra un cachetazo al señor, gritándole: "¡Nunca más vuelvas a hacer eso!" Saca el saco de dinero del hoyo y se va con él mientras exclama: "¡Estatista!". El señor se queda mirándolo perplejo.

Luego de la gran crisis financiera Sub Prime hemos tenido una sucesión de eventos como el del cartoon: primero Estados Unidos, por cierto, pero luego el Reino Unido, Islandia, Irlanda y otros más. El sabor del mes es España, pero la secuencia de eventos ha sido, detalles más, detalles menos, completamente simétrica. En el caso de Grecia, convenientemente para los apologistas del financierismo, el descaro del sector financiero se compuso con la irresponsabilidad fiscal y la rigidez cambiaria para agravar aún más la crisis y colocar a ese país al borde de un colapso casi completo. Pero en todos los demás países lo que ha ocurrido es fundamentalmente una gigantesca nacionalización de pérdidas financieras privadas que ha generado un desplazamiento presupuestario de los sistemas de protección social y de bienestar. Siempre es igual, venga el dinero de salvataje de un gobierno o de un organismo multilateral, al final la cuenta se le traspasa a los más débiles y pobres.

El Estado y el mercado de capitales no son otra cosas que mecanismos de asignación y coordinación. De las decisiones que se toman en esas dos instancias resultan no solamente la inversión y el crecimiento económico, sino también la distribución del ingreso y el poder. Ninguno de ellos es perfecto y por ende no es recomendable tener una postura fanática en la que sólo se es partidario de uno u otro: son necesarios los dos. Ambos contienen mecanismos de acumulación de poder y riqueza, por lo que tienen el potencial de generar explotación y abusos.

En términos teóricos, ambos tienen un estado puro perfecto: en el caso del Estado, la democracia ideal, y en el caso del mercado, la competencia perfecta. Pero en la realidad sabemos que éstos no son sus estados naturales y que ambos requieren de infraestructura institucional y controles.

Lo que estamos observando es el fin de una era en que se ha desbalanceado este equilibrio a favor del poder del sector financiero, el que se ha desviado en forma importante del paradigma competitivo y bien regulado. Este momento es simétrico a lo que se vivió en los años 70 y 80 en que se terminó una era inversa de desbalances que concentraban el poder en el Estado. Veremos cómo se produce este re-balance.

Entre otras cosas, requiere avanzar significativamente en la regulación financiera internacional, lo que aún se ve muy lejano. Pero tiene un requerimiento fundamental: que los estados de los países centrales y sus votantes dejen de creer en el cuento del hoyo.

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