En vez de Plaza Sésamo, cita con el sicólogo
Pionero en Chile, un estudio realizado por cinco especialistas devela que los niños de entre cuatro y 11 años sufren cada vez más trastornos de ansiedad. Sobre todo en Santiago. ¿Qué estamos haciendo para criar hijos ansiosos?

Clases de ballet. Clases de tenis. Hora con la sicopedagoga. Cita con el fonoaudiólogo. Almorzar con los abuelos. Fin de semana con el papá. Y tareas. Muchas tareas. Nunca los niños de menos de 12 años habían estado tan ocupados como los de hoy, ni con tal nivel de exigencias. Y tanta actividad extraprogramática les está pasando la cuenta.
Así lo comprueba el primer estudio de Prevalencia de Trastornos Siquiátricos en la Población Infanto-Juvenil en Chile, realizado por un equipo de cinco especialistas con apoyo de la Universidad de Concepción y financiamiento del Fondecyt. El diagnóstico de los niños de entre cuatro y 11 años arroja que un 23,2% de ellos presenta algún síntoma de trastornos de ansiedad, y que a un 9,9% de ellos les afecta en su vida diaria.
Pero niños ansiosos han existido siempre. La diferencia es que esos trastornos son más comunes entre los 12 y los 18 años, ya que ese tramo de edad en sí es un factor de riesgo. Y tiene sentido: la fobia social, por ejemplo, es más común durante la adolescencia; esa es la etapa en la que los jóvenes amplían su círculo y se relacionan con más personas. Sin embargo, en Santiago, la prevalencia de la ansiedad generalizada entre los cuatro y los 11 años que afecta la rutina diaria de los niños es de un 4,7%, mientras que en la categoría de entre 12 y 18 es de 3,1%. ¿Por qué los niños menos propensos a los trastornos ansiosos están obteniendo resultados más altos que los que presentan más factores de riesgo?
APURO URBANO
Según la siquiatra infantil Flora de la Barra, una de las cinco expertas que desarrolló la investigación, esto se debe "seguramente a que son muy exigidos en el colegio, y a que los papás andan estresados y pasan menos tiempo con sus hijos". Y aunque insiste en que habría que estudiarlo con mayor detalle, asegura que el sólo hecho de que los niños estén postulando a prekínder con apenas tres años, es razón suficiente para comprobar la ansiedad que las exigencias escolares les provocan.
Pero más allá del colegio, hay un factor que potencia la ansiedad en los niños: la vida en ciudad. El estudio, que recogió casos en Iquique, Cautín, Santiago y Concepción, evidencia un contraste entre las ciudades más y menos urbanas. Y aún así, Santiago despunta: mientras que en Iquique la prevalencia de cualquier desorden es de un 14% entre los cuatro y los 11 años, en Santiago alcanza un 31,9%. Y Concepción, la segunda ciudad más grande incluida en la investigación, apenas llega al 17,2%.
"La cultura occidental urbana tiene mayores factores de riesgo", explica de la Barra. Y justifica, según ella, que Santiago presente cifras más altas en la prevalencia de todos los tipos de trastornos estudiados: las otras ciudades incluían zonas rurales.
Otro factor relevante, según la siquiatra de la Clínica Las Condes, son las sicopatologías presentes en la familia. Según de la Barra, las que más influyen en los trastornos de ansiedad infantil son la ansiedad y la depresión de los padres: "Aquellos que son más ansiosos están llenos de temores, y crían a los niños de forma muy sobreprotectora. Además, los niños heredan esa vulnerabilidad biológica".
ASUMIR DE FRENTE
Paradójicamente, un factor protector contra el apuro inevitable del ritmo citadino es la familia extendida. Una relación cercana con primos, tíos y abuelos, por ejemplo, "puede auxiliar a una mamá depresiva o ansiosa". El sólo hecho de sentirse al alero de una familia numerosa ayuda a controlar la ansiedad de los niños, como quedó demostrado en un estudio realizado en Puerto Rico con parámetros similares a los que se ocuparon en el primer registro a nivel nacional en Chile. En él se comparaba a los niños puertorriqueños que vivían con su familia en San José con aquellos cuyos padres se habían ido a Estados Unidos en búsqueda del conocido "sueño americano", y las cifras avalaban la idea de que, entre más grande era la familia de los niños, menos ansiedad presentaban. Sin embargo, los resultados de Chile siguen siendo más altos que los de ese estudio -el único intento similar por medir prevalencias a nivel nacional en toda Latinoamérica.
Para disminuir esas cifras, la clave está en modificar el ambiente de los niños. Ver qué les afecta, tanto en la casa como en el colegio, y hablar con los profesores para que ayuden a identificar factores que gatillen cualquier síntoma. También es importante hacer un diagnóstico adecuado de cada caso: a nivel nacional, sólo un 40% de los niños consultaron por sus trastornos en sus colegios, y un 37,8% lo hizo en servicios de salud ambulatoria pública o privada. Medicarlos, sin embargo, "nunca debe ser la primera opción", según la siquiatra. "La idea es ayudarlos a fortalecerse contra la ansiedad y el temperamento ansioso enfrentando las situaciones, no facilitándoles que escapen de lo que les provoca tamor, pero no daño".T
Cómo reconocer a un niño ansioso
A pesar de que el diagnóstico adecuado debe hacerlo un especialista, hay ciertos síntomas que pueden reflejar distintos trastornos de ansiedad. La angustia que genera ser el centro de atención y evitar cualquier instancia de interacción, desde una fiesta hasta hablar en clases, suele significar la presencia de algún grado de fobia social. Estresarse a la hora de tener que disertar frente a los compañeros, también sería un síntoma común. Angustiarse por los estudios, los amigos y las enfermedades, y que esto afecte la vida diaria, habla de una posible angustia generalizada, trastorno que afecta a un 4,7% de los niños de entre cuatro y 11 años. Y la angustia por la separación de la figura de apego, en tanto, hace que el niño se descontrole, haga pataletas y llore. Aunque ésta es la menos preocupante, ya que disminuye con la edad.
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