Enredos de Broadway, el regreso de Peter Bogdanovich a salas locales
Comparado en los 70 con Orson Welles, el cineasta del Nuevo Hollywood estrena nueva película, la primera desde 2001.
Cuando estaba en la cumbre, tras anotarse tres éxitos consecutivos de taquilla y de crítica -La última película (1971), What’s up, Doc? (1972) y Luna de papel (1973)-, Peter Bogdanovich le resultaba a algunos de sus interlocutores un tipo presuntuoso y fanfarrón. Así lo cuenta Peter Biskind en Moteros tranquilos, toros salvajes, donde detalla el progresivo envanecimiento del cineasta y el tono con que le decía a todo el mundo, en fiestas y recepciones, que la primera de las cintas mencionadas era “mi película Ford” y la segunda, “mi película Hawks”.
Cinéfilo rematado, conoció e hizo amistad con las leyendas que filmaron las películas que amaba, entre ellos John Ford y Howard Hawks. Más tarde hizo largometrajes de cinéfilo que engalanan la filmoteca del Nuevo Hollywood de Scorsese, Coppola y el resto. Y estuvo en la cresta de ola.
Después de una acontecida trayectoria, con más bajos que altos, el hombre está de vuelta. Trece años después de su último largo -The Cat’s Meow - realizó Enredos de Broadway. La película es un pastiche de alto vuelo: una comedia de enredos, una screwball ambientada en el mundo del teatro. En lo que toca a Bogdanovich, esta es su “película Lubitsch” (por Ernest Lubitsch, viejo maestro del screwball).
Entretenida y pícara, la cinta relata la historia de una prostituta (Imogen Poots) que quiere convertirse en actriz. Uno de sus clientes es un director de Broadway casado (Owen Wilson), el que se enamora de ella y trata de ayudarla para que se dedique al teatro. La cinta se ajusta mejor al menú de Netfflix que a las multisalas gringas. Y eso puede explicar que en EEUU se estrene en “cines selectos” y en Video On Demand. A Chile llega este jueves. La última vez que Bogdanovich estuvo en salas locales fue en 1990, con …Y todos rieron, de 1981.
El niño y sus tragedias
Nacido en 1939 en Kingston, Nueva York, como Petar Bogdanovi?, es hijo de padre serbio y madre judío-austríaca. Dice Peter Biskind que los Bogdanovich eran una familia de excéntricos, por no decir desequillibrados. El joven Petar tomó clases de interpretación con Stella Adler cuando tenía 15. Dos años antes, había comenzado a acumular tarjetas de 3x5 con la ficha técnica -y sus propias impresiones- de las seis a ocho películas que veía por semana. El mismo cuenta que para los 30, cuando dejó de hacerlas, reunió un total de 5.316.
Algo más de 20 años tenía cuando se convirtió en programador del New York Theater, donde conoció a Polly Platt, otra hija de europeos que se convertiría en su esposa y en su socia artística, aun si en los créditos figuraba sólo como directora de arte.
La pareja se mudó de Nueva York a Los Angeles y él se las arreglaba para ir a todas las premieres y proyecciones. En una de ellas conoció al productor Roger Corman, quien lo contrató como ayudante. Para Corman realizaría Targets (1968), cinta sobre un francotirador que pasó inadvertida para el público, pero que llamo la atención de la productora BBS, la misma de Busco mi destino (1969).
A sugerencia de Platt, BBS propuso a Bogdanovich adaptar una novela sobre un pueblo tejano de los 50 cuya sala de cine está punto de cerrar. Filmada en blanco y negro, La última película es una obra de desvergonzado clasicismo en tiempos donde tal cosa no era la norma. Que se llenó de nominaciones al Oscar, hizo que Newsweek lo comparara con Orson Welles e infló por los cielos el ego de un Bogdanovich que quiso mantener la sociedad conyugal y creativa con su esposa mientras se encamaba con la protagonista, la rubia y espigada Cybill Shepherd. Acabado el rodaje, Polly lo echó de casa.
La complicidad artística con Platt continuó hasta 1973. Una vez finalizada, coincidencia o no, Bogdanovich entró en una espiral de fracasos artísticos y comerciales. Llegaría incluso a decir que su ex mujer había alimentado la leyenda de que le hacía las películas a él. Y que se dejó llevar por el amor, que no pudo ser de otra forma.
No muy distinto es lo que diría a principios de los 80, después de que la tragedia golpeara su puerta. En la mansión de Hugh Heffner había conocido a la “conejita” Playboy Dorothy Stratten. Como le pasó con Shepherd, se enamoró perdidamente y le dio un papel en Y todos rieron. Pero la chica era casada y su marido la mató. Nadie quiso distribuir la película y el director gastó lo que no tenía en distribuirla él mismo. Su historia con Dorothy, en tanto, se desplegaría en Star 80 (1983), de Bob Fosse.
El director no ha igualado su esplendor setentero, pero en años recientes se las ha arreglado para estar ahí, haciendo documentales o recibiendo el reconocimiento de pares más jóvenes. Como Wes Anderson (Los excéntricos Tenenbaum) y Noah Baumbach (Mientras somos jóvenes), productores ejecutivos de Enredos en Broadway, una cinta cuya intriga tiene más de un guiño a las experiencias de Bogdanovich con las mujeres.
En el nuevo siglo, la gente de a pie que conoce a Peter Bogdanovich, lo conoce como el terapeuta de la terapeuta de Tony Soprano (en la serie Los Soprano). Cuando le preguntan qué le hace sentir eso, él sólo responde: “Mientras me conozcan…”.
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