Histórico

Hotel Kunza: Lujo ancestral

<img height="15" alt="" width="99" align="left" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/210300.jpg " /> <br /> Frente a los ojos del volcán Licancabur, con una vista privilegiada a la Cordillera de la Sal y sobre el Altiplano chileno se levanta el hotel Kunza, obra del arquitecto Cristián Boza.<br />

Mostrar el desierto de una forma distinta, construir con él un escenario sobrecogedor en donde todo está pensado para potenciar el silencio absoluto y la magia que se vive en San Pedro de Atacama, esa es la propuesta del hotel Kunza.

Dentro del oasis ubicado en el ayllú de Yaye, a casi dos kilómetros al sur del pueblo, se levanta este potente proyecto de 5.600 metros cuadrados delimitado por horizontes extensos. Fue la oficina Cristián Boza & Asociados Arquitectos la encargada de modelar la oferta geográfica para construir un espacio que admite reverencia, según lo que históricamente allí se ha vivido. "El hotel se emplaza en el oasis de San Pedro de Atacama, un lugar donde el agua acompaña los actos cotidianos del hombre; un asentamiento conformado por ayllús o comunidades agrícolas, mientras que en el área central o pueblo viejo se conforma la vivienda como unidad indisoluble", relata Cristián.

Considerando lo anterior y, en cierta medida, buscando mimetizarse pero, a la vez, crear una nueva presencia, la arquitectura sigue una estructura que se comunica perfectamente con el entorno. "A lo largo del recorrido se instala una secuencia de volúmenes formada por las habitaciones y dos cuerpos mayores, que acogen los servicios y proponen una escala volumétrica acorde a los árboles, canales y muros estructurantes del entorno", puntualiza el arquitecto.

Se trabajó bajo la idea de las sensaciones que provoca estar en un oasis: descanso y refresco insertos en un contexto desolado. "Buscamos evocar 'detención', ya que la permanencia en el desierto resulta insostenible. Como estrategia se quiso habitar la extensión del terreno mediante un sistema de detenciones a modo de cruces, a través de un eje central. Se propuso un sistema de paseo lineal, que abarca el sitio como eje principal y elementos estructurados en la totalidad del programa", explica. Cada una de estas decisiones se materializa en unidades, ya sean habitaciones o espacios de servicios, que se distribuyen a lo largo de un gran paseo que remata en dos plazas de piedra: una en honor a San Pedro y otra a San Pablo.

Finalmente, la arquitectura se complementa con las comodidades de la ambientación donde cada detalle ha sido cuidado dentro de una decoración que recuerda las raíces de lo autóctono y que estuvo a cargo de las diseñadoras de interiores Carolina Pimentel y María Inés Cabrera. "El interiorismo surgió de una interpretación de dos conceptos: traducir lo propio de la zona con su cultura e historia y, por otra parte, respetar  las características de un hotel cinco estrellas. En cuanto a los materiales, se utilizaron fibras naturales, maderas sólidas y colores que representan la cultura atacameña", sostienen las socias, sumando el aporte de piezas ancestrales que se transforma en una característica que sobresale en los espacios comunes del hotel, donde "destacamos los auténticos telares antiguos de la cultura Nazca que se distribuyeron en los estares, ofreciendo la combinación de confort moderno representado por los sofás y sillones  y que fueron decorados con tapices y aguayos", aclaran las diseñadoras.

Son la sombra de un chañar y la arquitectura camaleónica, que se funde con el entorno, las encargadas de recordar los pueblos autóctonos, pero sin olvidar el lujo, elemento clave para convertir el hotel en el lugar ideal para desconectarse de lo cotidiano y sentir de más cerca nuestra tierra.

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