La novela más amarga y biográfica de Richard Yates está en Chile

Bordeaba los 50 años, estaba separado, tenía pocos amigos. Una conquista pasajera lo describió como una versión adulta de Holden Caulfield, el atormentado héroe de JD Salinger. La carrera literaria de Richard Yates estaba fría. No había sido capaz de repetir la intensidad de Vía revolucionaria, su debut, 14 años atrás. A mediados de 1975, un par de ex alumnos lo visitaron en su departamento de Nueva York y salieron impresionados por la "insoportable soledad" que se respiraba adentro. Frío y vacío, lo único que resaltaba era un manojo de hojas sobre el escritorio: el original de Las hermanas Grimes, la novela que le devolvería la vida a Yates. Al menos, momentáneamente.
Publicada en 1976 como The Easter parade, fue el gran éxito de Yates: concitó el elogio de sus pares y, tras ser incluida en la selección Book of the Month, vendió 112 mil ejemplares, una cifra inusitada para Yates. El éxito, sin embargo, nunca lo convenció: decía que lo había "despachado en 11 meses, sólo por dinero"; le parecía "muy corto" y, con algo de razón, poco imaginativa: es absolutamente autobiográfica.
LA MALDITA EMILY
Publicada a fines de los 70 en español como Desfile de Pascua, ahora, y a 10 meses de ser reeditada en España como Las hermanas Grimes, está por fin disponible en Chile. No es un trago fácil: si en Vía revolucionaria había poco espacio para la esperanza, aquí Yates extiende una desoladora amargura sobre las vidas de las hermanas Sarah y Emily. Pero no es el morbo por la caída: es una tristeza vívida y luminosa, cargada de un sabor a realidad pocas veces logrado.
"Ninguna de las hermanas Grimes estaba destinada a ser feliz", nos informa en la primera línea el escritor. En adelante, narra el desdichado camino que sigue cada una, entre la década de los 30 y los 70. Sus padres estaban separados: él es un perdedor que vive entre whisky y cigarrillos, y ella, una mujer arribista, que obliga a sus hijas a llamarla Pookie. Sarah, la mayor, opta por una vida tradicional, casándose joven con un hombre que la golpeará. Antes de los 50 años, con tres hijos, adopta el hábito alcohólico de su madre.
Emily, en cambio, diseña un camino propio. Estudia literatura, vive sola en Nueva York, va de hombre en hombre, y jamás se casa. Pero tampoco le va bien: a los 48 años está cesante, su madre ha muerto, no tiene pareja y necesita un trago para dormirse. Por supuesto, a Yates le fue fácil escribir la historia de las Grimes: era su vida. Parafraseando la famosa frase de Flaubert ("Madame Bovary soy yo"), le dijo a un amigo: "La maldita Emily Grimes soy yo".
Las señas biográficas van más allá: a la madre de Yates todos le decían Dookie, y su hermana, como Sarah en la novela, también fue alcohólica y golpeada por su marido. Sintiéndose culpable, tras publicar la novela Yates le pidió perdón a su sobrino, el hijo de ella. Poco después, mientras disfrutaba del éxito de Las hermanas Grimes, un cigarrillo mal apagado incendió su departamento en junio de 1976. El humo se llevó la buena racha y Yates volvió a la segunda división de las letras americanas, para morir prácticamente olvidado en 1992.
Las hermanas Grimes
Richard Yates
Alfaguara
224 páginas
$ 13.500
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