Columna de Enrique Aliste: Ciencia y conocimiento como patrimonio de la sociedad



Resulta frecuente escuchar que los recursos destinados a la investigación van en beneficio unilateral de una reducida comunidad de científicos y científicas. Este argumento es parcial e incompleto ante la ausencia de una mirada sobre el beneficio e impacto positivo que genera la producción de conocimiento en el conjunto de la sociedad.

Por ejemplo, para responder a los desafíos de la pandemia por Covid-19, enfrentar las consecuencias del cambio climático, atender los dilemas éticos que nos plantea el avance de la inteligencia artificial, entre tantos otros temas, se requiere del más alto nivel de conocimiento que posibilite y guíe la toma de decisiones en beneficio de todas y todos.

A nivel nacional, la investigación científica se centra fundamentalmente en las instituciones de educación superior, representando prácticamente el 50% de la ejecución del gasto en I+D y más de la mitad del personal dedicado a esta actividad en el país, según datos de la última encuesta disponible sobre gasto y personal en I+D.

De esta forma, la evolución de las universidades chilenas se traduce en una mayor complejidad que, además de la formación de profesionales a la altura de los desafíos futuros, contempla la instalación de laboratorios, institutos y centros de excelencia abocados a la investigación científica.

En Chile contamos con la mayor tasa de productividad científica de la región. Por ejemplo, en el año 2016, último dato comparable disponible, las personas dedicadas a investigación publicaron 2,8 artículos académicos en promedio, lo cual se encuentra por sobre el 1,3 de los países miembros de la OCDE. De esta forma, las recientes herramientas de medición académica han dado cuenta del alto posicionamiento de las universidades chilenas en los rankings internacionales, especialmente reconociendo y valorando los aportes en investigación para enfrentar los desafíos locales y globales.

La historia sustenta que, todo país que ha dado pasos decisivos a un genuino desarrollo, lo ha hecho de la mano de acciones robustas orientadas a fortalecer su base científica, favoreciendo una trayectoria a partir de una economía del conocimiento.

Ello se traduce en el fortalecimiento de la calidad de la educación y el aporte de cimientos sólidos a la base productiva, la creación y la innovación, así como también, teniendo una robusta base de científicas y científicos altamente productivos y profesionales calificados y formados en un entorno de excelencia.

Estas son razones de peso para dar un decidido respaldo público y privado en financiamiento a las diversas acciones e iniciativas necesarias en este campo, posibilitando que el país desarrolle ciencia y producción de conocimiento e innovación en todas sus múltiples formas.

Chile necesita de este amplio espectro de creación de valor, especialmente en una sociedad que tiene enormes oportunidades futuras, gestadas en una sociedad que cambia a una velocidad abismante.

Aprovechar estas oportunidades va más allá del aumento de recursos. Más y mejor financiamiento a la I+D es una condición necesaria, pero no suficiente. Por ello, debemos avanzar hacia una trayectoria de una economía del conocimiento con instituciones flexibles, modernas y con capacidad de adaptación a los nuevos tiempos que definen los marcos para las relaciones sociales; el avance de la inteligencia artificial; la necesidad de conservación de la biodiversidad; los logros en biomedicina y debates bioéticos; las oportunidades de las tecnologías aeroespaciales; la forma de mirar y entender las nuevas relaciones internacionales; y la economía global, entre otros tantos ámbitos del conocimiento.

Para este conjunto de desafíos, la sociedad requiere de estrategias, políticas, planes y programas que, por consecuencia, requieren de conocimientos avanzados para explorar, descubrir y avanzar en nuevas formas de establecer alianzas, colaboración y formas de gobernanza.

Por lo anterior, en el contexto del Día de la Ciencia celebrado ayer, resulta vital convocar al conjunto de la sociedad a mirar el tema con una perspectiva amplia y de futuro, valorando la relevancia de los aportes que surgen desde la producción de conocimiento para mejorar la vida de las personas. Solo de esta forma podremos concluir que la ciencia y el conocimiento constituyen un valor patrimonial fundamental de un país que avanza hacia el genuino desarrollo.

Por Enrique Aliste, Vicerrector de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.