Columna de Camilo Feres: Cogobierno

Gabriel Boric encabezó la entrega de Premios Presidente de la República a las Artes Escénicas y Música Nacional.

Sea para negociar o sea para echarle la culpa, que la derecha ya tenga a sus candidatos desplegados extiende por un pequeño lapso la iniciativa del Gobierno y está por verse si éste tiene el talento o las ganas de tomar esa oportunidad y que es lo que prefiere hacer con ella.



La dinámica electoral se esparce sin contrapesos en el ambiente político. Es lógico, más allá de la posición que le toque ocupar a cada uno en el tablero actual, las elecciones de este y el próximo año son las que determinarán dónde estará cada cual en el ciclo siguiente. Ese derrotero termina por doblegar a candidatos, partidos y pactos, obligándolos a dedicarse en cuerpo y alma a los gallitos, operaciones y negociaciones propias de estos menesteres.

Para los gobiernos el destape de los espíritus animales del sistema político es siempre una mala noticia ya que cuando la competencia entra por la puerta, la cohesión sale por la ventana. Las elecciones son espacio de diferenciación y, en ese contexto, aunar la voluntad de los propios resulta cada vez más complejo.

La situación se agrava con el cambio en la correlación de fuerzas del Congreso y lo que partió en el Senado -con el desahucio del acuerdo administrativo-, podría repetirse en la Cámara. Este sólo hecho daría para decretar la temporada de pato cojo de la actual administración, sin embargo, el ciclo electoral también afecta a la oposición y de ahí emerge, curiosamente, una oportunidad.

La derecha enfrenta la otra cara de la moneda. La expectativa de un ciclo favorable para sus partidos ha adelantado la contienda facciosa del sector, obligando a algunos sacrificios dolorosos (como el de Peñaloza) y a anticipar la carrera presidencial destapando desde ahora y sin eufemismos la opción de su carta mejor ubicada: Evelyn Matthei.

El adelantamiento de la carrera presidencial trae aparejado también el adelantamiento de la pugna Kast – Matthei y los efectos prácticos de eso es que todo movimiento de Chile Vamos detona una acción de diferenciación en Republicanos.

La falta de elementos de cohesión suficiente en la derecha ha derivado, en los hechos, en una intervención de Matthei en los debates más relevantes del Congreso, opinando en público y privado para ordenar las posiciones. Eso, que podría someter a un desgaste innecesario a la carta de Chile Vamos ofrece al gobierno una oportunidad de diálogo productivo con una parte de la oposición.

Por un tiempo acotado, una parte del oficialismo -esa que aún cree que es mejor tener algo que mostrar que tener a alguien a quién culpar- podría encontrar receptividad en una oposición cuya figura principal se beneficia de tener a Boric como interlocutor, evitando desgastarse en una dialéctica fratricida con José Antonio Kast sobre quién es más de derecha.

Probablemente, para el ala del oficialismo que se inclina a la demanda social y la guerra cultural, el entendimiento productivo con la más probable candidata opositora resulta en un inaceptable cogobierno. Subsidiar hoy a quién te va a competir mañana no parece una gran estrategia, pero ser minoría no es gratis y nuestro jibarizado régimen político no contempla válvulas razonables para esa condición como si lo hacen las democracias parlamentarias.

En suma, sea para negociar o sea para echarle la culpa, que la derecha ya tenga a sus candidatos desplegados extiende por un pequeño lapso la iniciativa del Gobierno y está por verse si éste tiene el talento o las ganas de tomar esa oportunidad y que es lo que prefiere hacer con ella.

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