Columna de Diana Aurenque: Recuperar la política

Los resultados de la última Encuesta Bicentenario realizada por el Centro de Políticas Públicas de la UC nos permiten atender una pregunta hoy imprescindible: “¿quiénes somos los chilenos?”. La encuesta revela que la mayoría de los/as chilenos/as considera que la familia y la nación constituyen fuentes decisivas para su identidad. No obstante, se afirma que la identidad está también muy marcada por la integración de estilos de vida emergentes, relacionados con el cuidado de mascotas, el contacto con la naturaleza, la alimentación, etc. Por otra parte, dentro de las cuestiones que menos marcan la identidad de los chilenos sería la orientación política o la pertenencia a pueblos originarios. Asimismo, para la gran mayoría es más importante cuidar a sus mascotas que pasar tiempo con amigos y, lo menos valorado, fue la participación en algún movimiento u organización social.
Estos resultados deberían invitarnos a reflexionar. Por un lado, queda claro que las preferencias y los factores de identidad son elegidos desde una perspectiva donde los valores individuales son los que priman por sobre los comunitarios. Las formas de vida preferidas corresponden a proyectos vitales de poco vínculo social -se reconocen lazos privados o decisiones personales. Que la organización social o la orientación política tengan un lugar tan bajo en los intereses, demuestra que en Chile la tendencia es la misma que en el resto del planeta y que Byung Chul Han ha descrito bien: al centro de la sociedad está el individuo, atomizado y fragmentado.
Los resultados en otras materias -como preferir el trabajo remoto y desde el hogar- nos confirman que en Chile se estaría consolidando un “individualismo doméstico”, como lo denominó Eduardo Valenzuela, psicólogo de la UC. Los chilenos prefieren quedarse en sus casas que salir al espacio público -dato que dificulta cualquier intento por recuperar espacios públicos de manos de la inseguridad y delincuencia.
Más sobre Voces
La encuesta nos ratifica algo más grave; nos advierte que Chile, ya no solo posee altas tasas de desconfianza interpersonal, sino que, además, aumenta la desconfianza institucional. Esto es gravísimo, pues, en un país donde los ciudadanos privilegian sus vínculos privados por sobre los sociales, ¿quién vela por lo público? Sabemos la respuesta formal: los políticos. Pero cuando la institucionalidad política está en tan hondo descredito, ¿lo pueden hacer? En cuanto accionar contra el “individualismo doméstico” imperante puede ser una tarea demasiado larga, lo urgente tiene que ser otra cosa: rehabilitar la política.
Para ello es preciso diferenciar el discurso: no es cierto, y jamás lo ha sido, que “todos los políticos son iguales”; tan poco cierto como que todos los carabineros son héroes o que todos los hombres son machistas. Diferenciar el discurso es quizás la única forma de iniciar un cambio -y en ello, los políticos son los primeros llamados en detener los ataques oportunistas a sus pares, reconocer méritos en sus adversarios e implementar mecanismos regulatorios que sancionen a quienes mienten, violenten o difamen a sus pares- y hacerlo sin temor.
Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.