Columna de Ernesto Ottone: Resistencias sorprendentes

AP


Si bien las tendencias sociales, económicas y políticas que se habían proyectado para 2022 en el mundo, no fueron desmentidas por los acontecimientos, la realidad fue todavía mas adusta de lo imaginado.

El año que aun no termina ha sido un año en que el mundo ha vivido en peligro, incluso hubo amenazas del uso de armas nucleares. A los nuevos temores se agregó el renacer de viejos miedos. Ha sido un año donde la barbarie ha tenido más presencia que la civilización.

En este cuadro han existido, sin embargo, sorpresas que muestran una capacidad de resistencia ciudadana frente a la ley de la selva, al matonaje político, la imposición de un discurso y de la acción violenta, que deja abierta la esperanza para una mayor acumulación civilizatoria que fortalezca la democracia y las libertades.

La mayor sorpresa ha sido la resistencia de Ucrania a la invasión rusa, cuyo costo ha sido terrible para ese país y ha tenido repercusiones políticas y económicas en todo el mundo, pero cuyo significado histórico sin duda influirá en el curso de la historia.

La invasión de Rusia a Ucrania tiene sus raíces mas profundas en la historia lejana, pero las raíces mas cercanas se encuentran en el fin de la Unión Soviética y adquieren fuerza en la Rusia post soviética, desde que el proyecto democrático no logró cristalizar en ese país y la democracia perdió toda esperanza con la elección de Vladimir Putin, cuya única orientación era la reconstrucción de una potencia rusa herida y venida a menos. Lo inspiraban tanto los sueños imperiales del zarismo arropado por la Iglesia Ortodoxa rusa como la versión más nacionalista del estalinismo soviético, que prosiguió el camino expansivo, arropado por una religión laica: el comunismo.

Putin combina en su pensamiento un extraño maridaje en el que conviven alegremente un capitalismo corrupto de raíz oligárquica y un nacionalismo autoritario, a gran distancia de todo lo que huela a democracia liberal. Para ello busca amigos en la extrema izquierda populista, sobre todo en América Latina, en la extrema derecha soberanista en Europa y en las dictaduras islámicas “para ayudarlas en lo que pueda cuando llegue la ocasión”, parafraseando a Celedonio Flores el letrista del tango “Mano a Mano”de Gardel .

Por cierto en la consolidación de esa realidad, las democracias occidentales vencedoras de la Guerra Fría y en particular Estados Unidos cometieron gruesos errores, tanto en lo económico como en lo político, pero ello no constituye una explicación causal satisfactoria de la invasión de Rusia a Ucrania.

Lo central está en la voluntad geopolítica de Putin de recuperar el poder perdido por un país inmenso, pero que ha mostrado serias limitaciones para enfrentar los desafíos de la sociedad digital, perdiendo su rol de superpotencia, centrando su fuerza sobre todo en los recursos naturales y en la tecnología militar y debiendo a regañadientes abrazarse de manera subalterna a una China que le sacó en pocos años una distancia, al parecer, irremontable.

Desde hace ya varios años el camino de Rusia es el camino de la fuerza. Ha pasado por Chechenia, Georgia, Moldavia, ha incursionado en Siria y en Libia , se implantó en Crimea y trata de hacerlo en el Donbass. La decisión de invadir y cancelar a Ucrania en febrero de este año es la cristalización de ese camino.

Ucrania es un país con una historia nacional compleja, rica en recursos, pero débil económicamente. Con una democracia " ahí no más” y con un presidente procedente del mundo del espectáculo.

Se suponía que la invasión sería una opción ganadora y fácil, que se completaría en pocos días, casi un paseo triunfal, que correría los cercos de la geopolítica mundial. Pero Ucrania tenía inesperadas sorpresas. En primer lugar, le asistía la razón y el derecho a mantenerse como nación independiente y democrática y la voluntad de hacer los sacrificios que fueran necesarios para lograrlo.

La democracias europeas y norteamericanas comprendieron afortunadamente que la resistencia a esta invasión se jugaba, al menos en parte, el futuro de la democracia en el mundo y apoyaron con decisión a Ucrania. El presidente Zelenski no huyó y Ucrania logró lo que parecía imposible, sobrevivir primero, defenderse después y finalmente recuperar parte del territorio ocupado.

Las pérdidas han sido muchas en vidas y destrucción física. Reconstruir Ucrania será una epopeya el día en el que se logre la paz, cosa que bien sabemos no está a la vuelta de la esquina. Esa paz es necesaria, pero tendrá que hacerse respetando el enorme sacrificio de quienes fueron invadidos.

Chile en este conflicto ha estado de la parte justa de la historia, Boric no ha tenido vacilaciones y ha hecho bien .

En otro registro, pero también muy importante, por tratarse de quien se trata, ha sido la sorpresa de los resultados de las elecciones de midterm en Estados Unidos , que tradicionalmente favorecen al partido opositor.

En esta ocasión estaban dadas todas las condiciones para que así fuera. La economía atravesaba una fase difícil, Biden había descendido en apoyo popular y la situación al interior del partido demócrata no era una taza de leche. Pero no era un problema de partidos, lo desastroso era el regreso al ruedo de Trump, que anunció estas elecciones como definitorias para sus aspiraciones de poder.

El triunfo de estas elecciones, al menos en las dimensiones que él imaginaba, significaba su control total del Partido Republicano, una inmovilización del gobierno de Biden y una peligrosa acentuación de la polarización de la sociedad norteamericana en una situación mundial tremendamente incierta.

No fue así, hubo una reacción negativa de los votantes frente a varios candidatos que imitaban su discurso tosco y odioso, prefiriendo votar por la defensa de las conquistas sociales y la convivencia democrática.

Nada está resuelto hacia el futuro, pero la deriva hacia un populismo narcisista hoy aparece mas lejano. Dependerá mucho de la capacidad de Biden para impulsar los cambios sociales necesarios, sin provocar desequilibrios que generen espacio al discurso pendenciero de Trump.

De regreso a nuestro país debemos señalar que también en Chile en 2022 tuvimos una gran sorpresa, fue el inesperado 62% de rechazo al proyecto presentado por la Convención Constituyente en el plebiscito del 4 de Septiembre.

Es bueno recordarlo cuando nos acercamos al final del año. Fue una manifestación clara e indiscutible de sensatez, de madurez cívica, de voluntad reformadora y de reforzamiento democrático. No fue un triunfo del conservadurismo frente al cambio, fue un triunfo del caminar sereno frente a la exacerbación identitaria y al quiebre de los contrapesos en el ejercicio del poder.

Para el Gobierno su aceptación ha sido difícil. Primero fue el estupor, después la negación y mas adelante la ingravidez, pero poco a poco la realidad tendió a imponerse y aun con dificultades, contradicciones y disgusto de los sectores más radicales y mesiánicos ha surgido el embrión de un esfuerzo real por producir cambios de rumbo. Ojalá ello se consolide y se generen acuerdos amplios para salir adelante.

A fin de cuentas es el único camino posible para responder a los duros desafíos que el país tiene por delante.

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