Columna de Magdalena Merbilháa: Credenciales Democráticas vacías

En su sesión 36 del pleno, el Consejo Constitucional vota la totalidad del texto de nueva propuesta de Constitución. La sesión fue realizada en la sala de sesiones de la Cámara de Diputados, sede Santiago.
Agencia Uno.


Lo democrático parece ser hoy algo “manoseado” que requiere ser definido para poder entender que es lo que implica. Las democracias liberales son algo relativamente nuevo en el mundo, que, sin duda, cambió el modo de hacer política. Hasta antes de esto y en toda la historia, la violencia física fue el modo de hacer política. Primaba la ley del más fuerte y sí, los enemigos políticos se mataban en forma real, cual “Game of Thrones”. La política en la historia fue siempre y sigue siendo, un “juego de tronos”, de cómo conseguir y mantener el poder. Para esto, la fuerza física y la aceptación de la violencia como parte de la política y la realidad misma fue la tónica desde la caverna hasta el siglo XVIII. Esto es necesario tenerlo en cuenta para comprender que las democracias liberales tienen la gran innovación de eliminar la violencia física de la política. La democracia no implica sólo la mayor participación, sino que, desde esta mayor participación y la instauración del voto, las pugnas dejan de resolverse “a combos” y pasan a dirimirse en las urnas. Esto es esencial para hablar de “credenciales democráticas”. La democracia liberal se expresa en las urnas y respeta las libertades de los individuos y hace énfasis en la libertad de expresión, opinión, asociación, movimiento. Son los individuos quienes son sujetos de derecho, por lo que hay que evitar el excesivo poder opresor. Para eso, teniendo en cuenta la necesidad de un Estado, y para evitar el poder total que podría violar los derechos individuales, se concibe la separación de poderes y las constituciones, para proteger a las personas del potencial poder tiránico de un “Leviathan”. La democracia busca proteger a las personas de los potenciales abusos del Estado, ya que como decía Lord Acton “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. De ahí los pesos y contrapesos.

Estos conceptos son importantes de replantear y recordar, ya que las pulsiones totalitarias son y han sido siempre una constante. De modo permanente en la historia, siempre hay quienes buscan dominar y controlar a otros, por lo que, sin alternativa pasan a llevar la libertad y los derechos individuales de otros. Hoy en Chile esto vuelve a aparecer con fuerza. Nuestro país tuvo una inmersión en Educación Cívica en estos últimos años que ha hecho que la ciudadanía aprenda mucho. Con el fin de poder acumular más poder que el sensato, se había eliminado de la educación todo lo que explicaba el funcionamiento político. Lo más conveniente para quienes buscan el dominio es que la ciudadanía no esté informada, ni bien educada, eso los hace manipulables. De ahí la promesa política que desde y con un nuevo texto constitucional, todos los problemas se iban a arreglar. Chile cambiaría a un literal “paraíso terrenal” solo con firmar una nueva Carta Magna. Hoy tras 4 años desde el intento revolucionario que quiso derrocar a un gobierno democráticamente electo y de poner sobre la mesa la constitución que dio a Chile estabilidad, nadie está mejor, sin duda. Las personas ya aprendieron que esa promesa de “magia constitucional” no era tal. Y tras dos procesos la ciudadanía, gracias a la educación informal desde diferentes medios ha aprendido mucho.

Frente al nuevo texto constitucional que tiene en una encrucijada al gobierno, sectores de izquierda refundacional amenazan con “un nuevo estallido social”. No solo es una frase del “guaripola” de la refundación, el hombre de la “retroexcavadora”, sino que pareciera ser una “minuta” de varios que se auto arrogan las credenciales democráticas, pero al validar la violencia física como un modo de imponer sus ideas solo demuestran no serlo. No se puede ser democrático y usar la democracia a conveniencia para luego cuando no les resulta en las urnas estar dispuestos a usar la calle, la fuerza y la violencia para imponer sus ideas, aunque no sean ni mayoritarias. El 62% no les bastó para entender que las personas no quieren una refundación, ni tampoco la concentración del poder en una mano. No puedan aceptar que Chile quiera que sus fondos sean personales y que quieran decidir sobre sus vidas. Buscan imponer un modelo fracasado a toda costa, aunque para ello tengan que quemar el país. Lo hicieron para lograr el poder y ahora buscan volver a hacerlo para conservar el poder. De democráticos solo tienen en nombre. Igual que sus argumentos, son consignas vacías y slogans, simplemente flatus vocis.

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