Columna de Marcelo Contreras: Caras de este puerto herido

La Región de Valparaíso superó el millar de fallecidos por coronavirus.


En los 80 Antonio Vodanovic inauguró una tienda en pleno centro de Valparaíso, imprimiendo pasajero glamour a una época triste de familias porteñas desmembradas en busca de oportunidades a miles de kilómetros. Donde estuvo Vodanovic, Condell con Ecuador, hoy queda un edificio incendiado en la revuelta.

Desde esa esquina hacia la plaza Aníbal Pinto, donde un grupo insólito bailó cueca sin mascarilla, te sientes en una zona de guerrilla con tribus urbanas y edificios irreconocibles por los rayados. Si continúas hasta Serrano, ingresas a un limbo de sitios eriazos y comercio de sobrevivencia. En Bustamante hacia la Aduana te reciben perros, punks flatulentos y ex convictos sin trabajo.

El Plan, motor comercial de Valparaíso, atraviesa su peor momento. En cambio la parte alta, donde vive la mayoría de la población, luce mejoras que rara vez los medios revelan, proclives a reportar sólo tragedias desde el Puerto. El Camino Cintura y avenida Alemania, el link entre 20 cerros, han sido repavimentados en amplios tramos tras décadas de abandono. Se construyeron miradores, estaciones de ejercicios y cicleteros. Hay obras pendientes en la arteria pero el avance es notorio. Esos miradores solían ser vertederos.

Avanzando desde Playa Ancha hasta Las Cañas por la serpenteante ruta, los vecinos de ese sector reconstruido tras el mega incendio de 2014 se preocupan algo más por la basura, como en cerro Toro persiste la costumbre de ensuciar a pesar del nuevo asfalto y los espacios recuperados.

El Valparaíso de hoy no es obra exclusiva de la alcaldía mesiánica de Jorge Sharp, tampoco de los últimos 30 años de municipios desastrosos. Es un complejo proceso de degradación de un siglo con el Estado chileno como espectador. Los ascensores adquiridos por el gobierno hace nueve años siguen fuera de servicio.

Mientras no exista proyecto-ciudad, los habitantes tenemos pendiente un cambio cultural que supera a la autoridad. “Así quedó el pasaje Prieto (...). Ojalá dure (...)”, escribió en redes el alcalde Sharp, una especie de ruego por la limpieza hacia a esos habitantes que apenas descienden de la locomoción en el Plan, arrojan al suelo cuanto encuentran en los bolsillos, desde niños hasta ancianos. Qué decir de la costumbre medieval porteña de orinar donde la vejiga llama, y del vecino que suelta al perro en el barrio desatendido de fecas y mordidas.

Lo que parece derruido se sigue destruyendo. La suciedad se cubre de mayor inmundicia. Por mientras, algunos bailan en las ruinas de una ciudad maltratada que en panorámicas sigue siendo una joya.

Marcelo Contreras, periodista nacido en Valparaíso y crítico de música.

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