Columna de Ricardo Lagos: ¿Washington o Beijing?: tenemos el derecho a la multipertenencia

Debemos poder trabajar con cualquier otro país cuando coincidan nuestros intereses y decidir sin presiones sobre las mejores oportunidades y aportes para un mejor vivir de nuestra gente.



Con una diferencia de pocos días, tanto el Presidente de Chile, Gabriel Boric, como el de Colombia, Gustavo Petro, cumplen visitas oficiales en diálogo con las más altas autoridades de China y Estados Unidos. Es un hecho que cabe sopesar en todos sus alcances, por lo que representa y simboliza, cuando las dos principales potencias económicas del mundo están enredadas en un sistema de confrontaciones.

Los dos mandatarios sudamericanos, cada uno en su estilo, han señalado en sus declaraciones que los países de América Latina, desde sus distintos intereses, deben saber construir unas relaciones equilibradas y de mutuo respeto con esos Estados gigantes. No son tiempos de la Guerra Fría, cuando los países del entonces llamado Tercer Mundo eran conminados a elegir entre la Unión Soviética o Estados Unidos, exigiendo una definición ideológica. Bajo ese lente, se calificaba de comunista o peligrosamente pro Moscú a todo intento de progreso social avanzado en América Latina, y como una amenaza para Estados Unidos. Ahí están los ejemplos de los golpes de estado en Guatemala, Brasil, República Dominicana o en nuestro país. Un fenómeno muy similar a lo ocurrido en África o Asia tras la descolonización.

Ahora las cosas son distintas, pero no por eso menos complejas. Hay una multipolaridad donde estos dos grandes ocupan los roles principales del escenario mundial, que sin embargo no evitan conflictos como los de Rusia con Ucrania o de Israel y Palestina, donde el horror y la deshumanización se imponen por encima del diálogo político y la sensatez. Recordemos que respecto de éste último, existe un acuerdo de dos décadas en la ONU, de crear dos Estados soberanos en esa región y hasta el momento solo existe Israel.

Sin embargo, más allá de esas confrontaciones focalizadas, Beijing y Washington emergieron en este siglo como polos dominantes en una nueva forma de confrontación y disputa por el poder. Ello nos obliga a entender las aristas de lo que está en juego y precisar cómo, dentro de ese nuevo escenario geopolítico, cabe impulsar los intereses propios de países como Colombia o Chile.

A comienzos de este siglo, apoyado en los esfuerzos previos, Chile supo suscribir Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, en 2003, e iniciar las conversaciones al año siguiente con China, para suscribir un Tratado de Libre Comercio con el país asiático en 2005. Lo hicimos en un mundo sin las confrontaciones de hoy, pero donde todo nos advertía que debíamos estar en uno y otro mercado porque de eso dependería nuestro desarrollo. Ahora el Presidente de Chile ha participado en Beijing, en el tercer Foro de la Franja y la Ruta, colocando su visión sobre la trascendencia de la economía digital y los cambios que ésta trae a la productividad en el siglo XXI. Al mismo tiempo, selló acuerdos sobre inversiones en litio e infraestructuras, que dan cuenta de cómo Chile es núcleo económico esencial en el crecimiento de la electromovilidad en expansión. El siguiente paso es la reunión bilateral con el Presidente Biden este martes 2, para luego ser parte del diálogo y los debates que tendrán lugar en la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas (APEP), en Washington. Esta es una iniciativa surgida de la Cumbre de las América, donde doce países definirán las estrategias que el Banco Interamericano de Desarrollo debiera llevar adelante, tras los estragos dejados por la pandemia y las desigualdades heredadas de antes.

Esta semana que termina tuvo lugar un seminario que, en cierta forma, también aporta a los cauces de interacción que está trayendo a nuestros países esta nueva realidad geopolítica global. “Estados Unidos, China y América del Sur: desafíos y preguntas”, fue el título de un encuentro donde hubo participación de académicos de China, Estados Unidos, Brasil y Chile. El conversatorio, convocado por la U. Andrés Bello, dejó en evidencia que ambas potencias continuarán presentes en nuestra geografía. Y que conoceremos de presiones y pugnas de norteamericanos y chinos buscando ocupar espacio en proyectos de desarrollo estratégicos para el crecimiento de nuestros países. Ha ocurrido así y así seguirá ocurriendo. Estados Unidos hablará de vecindad, de confianzas, de seguridad compartida, de identidad cultural. China nos hablará de cooperación, de un mundo global donde no importa la distancia, de diálogo cultural, de proyectos donde ganan las dos partes.

¿Washington o Beijing? La pregunta no es pertinente si buscamos movernos en los desafíos de la Era Digital. Hay una industrialización clásica en retirada y a la vez que una dimensión digital en todos sus alcances industriales ocupa progresivamente los planes de futuro. Chile no puede dejar de conocer en detalle cómo avanza China en su denominada “modernización” y ver como la electromovilidad, la “ciudad inteligente” o la agrotecnología abren oportunidades para nuestra economía y para el sector empresarial. Colombia se abre a discutir no sólo la presencia de China en la construcción del metro de Bogotá, sino a plantear un proyecto ferroviario mayor para unir los puertos que dan al Atlántico desde la costa caribeña, con aquellos existentes en la costa del Pacífico. Y también están los planes en desarrollo con Estados Unidos, de energías limpias, aplicaciones digitales de avanzada en educación, en servicios y áreas del trabajo, como también infraestructuras.

Frente a esa pregunta principal cabe decir: tenemos el derecho a la multipertenencia, a trabajar con cualquier otro país cuando coincidan nuestros intereses, a decidir sin presiones sobre las mejores oportunidades y aportes para un mejor vivir de nuestra gente.

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