Coronavirus: la unión hace la fuerza

A medical employee collects a smear at a special corona test center for public service employees such as police officers, nurses and firefighters during a media presentation as the spread of the coronavirus disease (COVID-19) continues, in Cologne, Germany, March 31, 2020. REUTERS/Thilo Schmuelgen


Esta columna se escribió en conjunto con Alejandra Benítez, investigadora del CEP.

Si bien hasta ahora las cifras del coronavirus en Chile muestran una evolución más lenta que en otros países, no sabemos qué ocurrirá en el futuro. Chile cuenta con bajos recursos para la salud (médicos, enfermeras, camas), tanto en comparación con países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), como con Latinoamérica. Tiene la mitad de camas por habitante que la OCDE (promedio), un cuarto que Alemania y un quinto que Corea del Sur. La tasa de camas de cuidado intensivo por persona está entre las más bajas de la región, según The Economist. Además, la población chilena presenta factores de riesgo altos, especialmente, aquellos de menores ingresos (entre los mayores de 65 años, un tercio tiene diabetes y 73% hipertensión arterial y tres de cada cuatro chilenos tiene sobrepeso u obesidad). Adicionalmente, el país venía debilitado económica, social y políticamente por varios meses. Por tanto, estamos ante un escenario de riesgo importante.

Todo ello se suma a las dificultades propias de decidir qué medidas tomar para enfrentar esta pandemia (como las cuarentenas totales obligatorias), porque cada una tiene efectos colaterales. El más obvio es el económico, que afecta más a los hogares más pobres, mediante disminuciones de su ingreso disponible. También está el impacto sicológico producto del aislamiento y encierro (como la violencia intrafamiliar y sus efectos). O el retraso en los aprendizajes de los niños sin condiciones adecuadas para el aprendizaje online. Y así, suma y sigue. He ahí la importancia de evaluar con rigurosidad cada paso que se da, enfrentando la crisis con unidad.

La OCDE sugiere, según la observación de buenas prácticas, aprovechar los conocimientos y experiencia de todos los expertos y actores relevantes (como líderes políticos, gremiales y de la sociedad civil) para analizar el impacto de las medidas en las distintas dimensiones (como salud física y mental, ingresos, desigualdad). Ello, en un ejercicio de deliberación genuino (escuchar, dialogar, contrarrestar evidencia), que ayudará no solo a mejorar la toma de decisiones, sino también a la coordinación y la aceptación de las medidas implementadas.

Es fundamental informar adecuadamente, sobre la realidad sanitaria actual y los escenarios posibles, entregando datos y recomendaciones de manera transparente y confiable. Conocer la realidad (cantidad de contagiados graves y estimaciones futuras, riesgos reales, recursos disponibles, entre otros), mejora la aceptación y cumplimiento de las medidas.

Todo ello se basa en estrategias de recopilación, levantamiento y análisis de información potentes. Por ejemplo, es muy efectivo testear masivamente para detectar también a los asintomáticos, para así aislarlos a ellos y a sus contactos y hacerles un riguroso seguimiento (resguardando su privacidad). Además, la información se debe compartir con la comunidad para que pueda ser analizada y luego usada como insumo en la toma de decisiones.

La mejor manera de enfrentar este virus es mediante la sinergia. Por una parte, poniendo todos los recursos a disposición de la ciudadanía y, por otra, que la ciudadanía se ponga a disposición de la autoridad y de sus compatriotas. De la crisis sanitaria no se sale solo y lo que hagamos ahora, dirá mucho de cómo podemos enfrentar los demás desafíos que tenemos por delante.

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