Eficacia del Estado y confianza ciudadana



Por Ignacio Irarrázaval, Centro de Políticas Públicas UC

A propósito del éxito de la actual campaña de vacunación, han surgido varias opiniones en redes sociales y columnas de opinión alabando la eficacia y eficiencia del Estado chileno a partir de esta iniciativa. ¡Enhorabuena! Ciertamente, para los que no somos expertos en salud pública, era poco comprensible, la necesaria anticipación para el desarrollo de los ensayos que terminaron con la aprobación de las vacunas, la planificación que debió realizarse para la estrategia de compra de vacunas a distintos proveedores y toda la logística asociada al proceso mismo de vacunación. ¡Bien!, un buen motivo de orgullo transversal.

Sin embargo, es importante tener presente que poco o nada de esto sería posible sin una significativa cuota de confianza institucional y disposición a la colaboración. Probablemente, los resultados de haber logrado un buen stock de vacunas, habrían sido limitados sin el compromiso de los funcionarios de la salud, la contribución de las universidades, la gestión de los municipios, el aporte de la sociedad civil y obviamente la buena disposición de los ciudadanos a concurrir a los vacunatorios en forma ordenada de acuerdo a un calendario definido. En otro ámbito, también podemos recordar que, en cada proceso electoral, los chilenos nos orgullecemos por la transparencia y efectividad del recuento de votos, sin desmerecer el trabajo de Servel, el mayor mérito está en el compromiso y seriedad con el que muchos ciudadanos participan y colaboran en esta trascendental tarea.

La confianza se asocia a la disposición a colaborar con el otro, emprender acciones conjuntas y de esta forma propender a objetivos compartidos. Cuando hay poca confianza, no se hacen los esfuerzos necesarios en los momentos de crisis, ni están las condiciones necesarias para contribuir al bien común y obedecer la ley sin necesidad de coacción.

Justo hace 14 años atrás, cuando comenzó la fase de implementación del Transantiago, el “animus societatis” era distinto. A pesar de su desastroso inicio, largas esperas, desorientación de los usuarios y demoras en los recorridos, hubo una mezcla de resignación y aceptación de la necesidad de los cambios. En la práctica, un ánimo más colaborativo que un afán destructivo, por ir a quemar los nuevos buses.

Ciertamente, desde esos años, nuestra sociedad ha cambiado, hay más tecnología, acceso instantáneo a información, y mayores expectativas por parte de la población. Aún así, con o sin estos elementos, se requiere de la confianza y la colaboración ciudadana en la implementación de las políticas públicas. No se trata de una mera opinión o participación ciudadana, sino de entender que por muchos recursos e institucionalidad que disponga el Estado, sin contar con la cooperación e involucramiento de todos, esté no podrá ser eficaz por sí solo.

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