El precio de la soberbia
La misma semana del aniversario de la violencia de octubre del 2019 se conoció el error en el cálculo de las cuentas de electricidad. Definitivamente, allá arriba hay alguien con sentido del humor o, al menos, con aguda ironía. Aquellos días no solo fueron un momento de extrema violencia, del intento explícito y sedicioso de derrocar a las autoridades por la vía de hacer ingobernable el país, sino que fueron una pública epifanía para quienes iban a refundarlo todo, los que condenaban los 30 años y despreciaban a la izquierda y la derecha de ese período.
Nada nubla más el juicio que la soberbia, ese es el mayor problema del Frente Amplio que nos gobierna. No bastó el papelón del gas a “precio justo”; ni el escándalo de las fundaciones que, dicho sea de paso, defienden el secreto bancario con dientes y muelas; ni el feminismo de cartón expuesto por el caso del ex subsecretario del Interior; ahora, tarde y mal, nos enteramos del error en el cálculo de las tarifas eléctricas.
Además de lo obvio, es irritante recordar la manera en que, durante el gobierno pasado, los mismos pontificaron, criticaron de manera implacable, atribuyeron intenciones, juzgaron, condenaron y, especialmente en redes sociales, llamaron a verdaderos linchamientos populares de las autoridades de la época, empezando por el propio Presidente Piñera.
El ahora exministro Pardow hasta se vestía con delantal blanco, para descalificar a quienes manejaban la pandemia. Con la perspectiva de estos pocos años, debiera ser incuestionable que ese trabajo, liderado personalmente hasta en los detalles por el exgobernante, fue excepcional. ¿Cuántos países -incluso desarrollados- vivieron el drama de la última cama? ¿Cuántos tuvieron que esperar acceso a las vacunas mientras el Covid cobraba miles de víctimas? Los chilenos, sin distinción, tuvieron acceso a respirador cuando lo necesitaron y vacuna apenas estuvieron disponibles en el mundo.
El error en el cálculo de las cuentas es extraordinariamente grave, pero quién soy yo, apenas un simple columnista, para erigirme en juez de los que fallaron. Las instituciones que correspondan lo harán, seguramente los ciudadanos impondrán su veredicto personal con su voto, y la prensa expondrá la verdad de lo ocurrido.
Pero otra cosa es el escrutinio acerca de la inconsistencia de quienes, en su momento, se sintieron habilitados para juzgar a los demás, así como de la poca dignidad que han exhibido después para asumir sus propios fallos. No es el error el que motiva estas líneas, es la inconsecuencia, es la pequeñez de intentar desviar la responsabilidad a las empresas o a quienes elaboraron la metodología, es la tardanza en informar, es el ejercicio reiterado de la política de la confusión.
A la hora de la hora, los pontífices resultaron ser más ineptos, los feministas no le creyeron a la denunciante, los que piden levantar el secreto bancario lo niegan para sus cuentas. Probablemente, enfrentarán un duro juicio ciudadano. Ese será el precio de la soberbia.
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