El primero contra el último, el que aspira a la corona contra el que lucha denodadamente por salvar del descenso. El mundialmente celebrado y prestigioso, al nivel de ser un técnico canónico, Marcelo Bielsa frente a un desconocido austríaco de nombre Gerhard Struber. El duelo entre Leeds y Barnsley no tiene pronóstico, las apuestas indican 10-1 en favor del puntero, y casi campeón, de la Championship inglesa. Y, sin embargo, en la cancha las cosas se aplanan, emparejan y el partido termina, como era previsible, con triunfo del local, pero mediante un autogol y con grandes dosis de esfuerzo, especulación y no poco del llamado “antifútbol”: repliego de líneas, demoras en los saques, pelotazos sin destino para alejar el peligro… Entre los devotos y fanáticos decir esto es un pecado, pero la realidad del fútbol es más fuerte que la idea preconcebida, la respuesta antes que la pregunta, de que el fútbol es un asunto de conceptos abstractos, incluso morales, que tienen al juego en la cancha como una mera extensión a ratos prescindible.

Bielsa hizo lo que tenía que hacer. Con el desastre frente al Derby County del 2019 todavía fresco, en estas últimas fechas el fútbol del Leeds se volvió de un pragmatismo casi blasfemo con su punto culminante el jueves: metido en su campo, aguantando con dientes y uñas frente a un atildado pero inefectivo Barnsley. El último de la liga remató cuatro veces más a puerta que el líder. Esa es la realidad.

¿Bielsa traicionó sus principios? Para nada. Solo demuestra que no es el predicador moralista que algunos buscan afanosamente, esa compulsión de los gurúes tan en boga, sino un entrenador inteligente que, llegado el momento y porque el partido lo pide, sabe maniobrar con la cabeza fría para obtener un resultado preciso. Mucho aportaría a la leyenda autocomplaciente de algunos una nueva caída honrosa, con el pecho descubierto y las botas puestas, en esa otra compulsión de estos tiempos: la adicción a la épica. Pero Leeds necesita ascender y trabajó todo el año para eso. Llegado el momento, si hay que tirarla arriba del techo de la casa de al lado, para allá va la pelota.

A veces se olvida que el rival también juega, que cada partido es distinto y que se sale a la cancha a ganar, no para dar lecciones o enseñanzas de vida. No es una charla de liderazgo, es un partido de fútbol. Que tanta gente haya seguido este duelo entre Leeds y Barnsley en América Latina, en ADN Radio fue el primer partido transmitido en semanas, demuestra la gran expectativa que Bielsa genera por buenos motivos. Ahora, en la cancha se gana corriendo y metiendo la pierna, basta de la monserga de “morir con la suya” o “hasta cuando perdemos ganamos”. Bielsa quería ganar y lo hizo. Leeds a un paso del ascenso y el título. Eso es lo que vale. Lo demás es pura hojarasca.

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