Incertidumbre y democracia

Violentistas


Tradicionalmente febrero es un mes tranquilo, en el cual la pauta de los medios abusa del verano en una especie de paréntesis de cara al año que se avecina. Sin embargo, este es un febrero diferente. Hemos querido cerrar los ojos, ignorar deliberadamente la destrucción y delincuencia que capturó la convivencia nacional, y aparentar una inexistente normalidad. Sabemos que en marzo se inicia una nueva y decisiva etapa para el futuro de Chile. Claro está, el Chile que conocíamos hasta hace unos pocos meses nos fue arrebatado por medio de la violencia de unos y la indolencia de otros. En el Chile que viene, lo que imperará será la incertidumbre. Cualquier cálculo sobre el futuro es incierto.

La sociedad civil irrumpió en la escena contra lo que se percibe como un establishment arrogante y ajeno al interés general. Hay descontento por todas partes. No obstante, ello es propio de los tiempos y no propio de Chile. Lo único propio de Chile ha sido el nivel de violencia y la exaltación a la misma por parte de algunos actores políticos, que en lugar de encausar nuestras diferencias se esmeran en profundizarlas.

En este escenario, me permito compartir tres breves reflexiones y tareas para este año.

Primero, entender lo que pasa. Al decir de Groucho Marx, la política no puede consistir en hacer diagnósticos falsos y aplicar remedios equivocados. El plebiscito del próximo mes de abril -en la actual coyuntura- es definitivamente un remedio equivocado.

Segundo, recuperar la voluntad política. El actual estado de cosas no es inevitable. No se puede renunciar a gobernar, y ello es responsabilidad no solo del Poder Ejecutivo, sino también del Legislativo. Ello tiene costos que generalmente pagan los partidos políticos tradicionales que, conscientes de los límites de la política, adoptan posiciones de mayor equilibrio. Por lo mismo, los ciudadanos debemos respaldar a quienes exhiben mesura y voluntad, dejando de lado nuestra paroxística tendencia a solo criticar.

Tercero, no ceder ante "lo popular". Hay quienes se apoderan de lo que aparece como popular, administrando la legitimidad política y excluyendo a quienes discrepan. Sin embargo, al decir del filósofo español Daniel Innerarity, "es un principio democrático fundamental que quien discrepa sigue formando parte de los nuestros y tiene los mismos derechos de hacer oír su voz que si formara parte de la mayoría".

En otras palabras, lo esencial que se juega este año es entender que tanto una nueva Constitución como una reforma a la actual son opciones válidas. Pretender un big bang constitucional excluyendo a parte de Chile implicaría entender que la discusión constitucional se dirime con planteamientos disyuntivos en lugar de articular y armonizar nuestra heterogeneidad democráticamente.

No pueden haber ganadores ni perdedores, pues en ambos casos tiene que haber lugar para todos.

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