Lecciones de la memoria

Allende y Pinochet parecieran figuras destinadas a ser divisivas, aun casi cincuenta años después del golpe. Para algunos en la izquierda pareciera que el idealismo político de la Unidad Popular eclipsara la severa situación económica y política que produjo, sin necesidad ni responsabilidad en la reflexión sobre Allende o su gobierno. Para otros en la derecha reconocer las graves violaciones a los derechos humanos corre por carriles separados a la modernización del Estado. Que Chile haya pasado de ser una republiqueta a ser el "jaguar de América Latina" tuvo como meros efectos colaterales las atrocidades cometidas. Mientras una gran mayoría pareciera dispuesta a "dar vuelta la página", cada cierto tiempo algún hecho nos recuerda la fragilidad de nuestra reconciliación.
¿Qué hacemos con la memoria, particularmente la que nos duele o divide? Esto puede parecer una discusión inoficiosa, pero es de lo más importante: un país que olvida su historia y sus horrores no evitará repetirlos, y la polarización agitada hoy por sectores extremos sólo busca dividirnos. Lo que sí podría ser algo en que todos pudiéramos estar de acuerdo es que no existe justificación alguna para los crímenes cometidos y que la búsqueda de la verdad, justicia y reparación son imprescindibles para la democracia.
Comúnmente se asocia la discusión de derechos humanos a las víctimas de la dictadura, quizás por la atrocidad de los crímenes cometidos o porque aún hay más de mil detenidos desaparecidos cuyas familias todavía esperan justicia, pero reconocer que todavía existen discusiones necesarias sobre memoria histórica no puede opacar que existen muchas áreas donde los derechos humanos están en juego ahora mismo. En este sentido, debe reconocerse que en Chile la institucionalidad de infancia a quienes menos ha protegido es a los niños, que subsisten arbitrarias discriminaciones contra las mujeres o los pueblos originarios, o que no somos un país libre de violencia para personas LGBTI. Recientemente se presentó el Plan Nacional de Derechos Humanos, que comprende más de 600 acciones en quince temas distintos, tales como personas con discapacidad, pueblos originarios, diversidad sexual o niñez, que puede servir para trazar esa hoja de ruta sobre nuestros desafíos de futuro.
Los derechos humanos deberían comprometernos a todos. Como sostiene Carlos Peña en "El tiempo de la memoria", el valor de ésta no radica en ser una reproducción secuencial de nuestra historia sino de una reflexión crítica sobre los hechos que ocurrieron desde cierta noción de un futuro compartido, que nos permita aprender de lo ocurrido, y construir desde ella. Una democracia más firme e inclusiva será un mejor camino si reconocemos a todas las personas el derecho a vivir vidas libres de violencia o discriminación, o que no existe diferencia política tan profunda que justifique dejar de tratarnos como iguales.
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