Liderar con empatía: la regla, no el lujo
Ayer, en medio de empanadas y celebraciones patrias, se conmemoró el Día Internacional de la Igualdad Salarial. Un recordatorio necesario: a pesar de los esfuerzos de décadas, la brecha salarial persiste en Chile y en el mundo.
Las barreras siguen ahí: diferencias salariales, menos oportunidades de liderazgo, segregación ocupacional y una distribución desigual de las responsabilidades de cuidado (ONU, 2025). La igualdad sigue siendo un desafío global, y aunque el crecimiento económico es necesario para abordarlo, no es suficiente. Se requiere un enfoque intersectorial que articule al Estado, el sector privado y las organizaciones sociales para lograr un cambio real (OIT, 2025).
En este escenario, quienes lideran juegan un papel fundamental. Y eso parte por algo básico: ponerse en los zapatos de las personas con quienes trabajan. Escuchar sus necesidades, comprender sus realidades y estructurar el trabajo de manera que la vida laboral y personal puedan convivir en equilibrio.
Liderar con empatía no es blando ni accesorio: es una estrategia poderosa para crear lugares de trabajo más amigables, innovadores y sostenibles, que impacten positivamente en la vida de las personas. De hecho, ignorarla tiene costos altos: baja moral, alta rotación y una cultura donde las personas se callan las ideas y las preocupaciones (HBR, 2025).
Debemos construir espacios donde no se reproduzcan divisiones rígidas del trabajo. De lo contrario, los cambios normativos serán solo parches y el progreso será limitado. Mientras sigan vigentes las normas sobre lo que “deben hacer” hombres y mujeres, la igualdad seguirá lejos. Por eso, crear entornos empáticos significa también liberar a los hombres de esas expectativas: que no resulte raro que un padre —y no solo una madre— lleve a sus hijos e hijas a un control pediátrico o que organice las rutinas.
No cerraremos las brechas si quienes lideran no se comprometen a ejercer un liderazgo distinto, uno que combine visión estratégica con cercanía y empatía. Es imprescindible que entiendan que estas decisiones conllevan diversidad, un valor estratégico y un motor de competitividad a largo plazo. Es muy difícil progresar sin su compromiso explícito, sin que la igualdad se traduzca en acciones concretas y no solo en declaraciones de buena voluntad.
Desarmar y rearmar las lógicas existentes es la condición para que las políticas públicas funcionen de verdad. Solo así podremos derribar las barreras que persisten y que siguen evitando que las mujeres desplieguen todo su potencial, y solo así todas las personas podrán conciliar su vida personal y laboral, y ejercer plenamente sus derechos.
Ayer fue el día para recordarlo. Hoy -y todos los días- es el momento de decidir si queremos seguir administrando desigualdades o construir una sociedad verdaderamente igualitaria. Porque liderazgos con empatía no deberían ser un lujo, sino la regla.
Por Cristina Vio, directora ejecutiva de ComunidadMujer
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