Opinión

Modernidad en riesgo

Santiago 10 de julio 2025. Dragomir Yankovic/Aton Chile DRAGOMIR YANKOVIC/ATON CHILE

El incendio que hace algunos días afectó al edificio Plaza de Armas, ubicado en la esquina nororiente de la plaza, en pleno centro de Santiago, representa una tragedia en múltiples dimensiones, incluyendo a las familias y locatarios que han tenido que desalojar el inmueble.

Con ello también se destruyó el mural “Terremoto” del destacado artista Nemesio Antúnez, declarado el 2011 Monumento Histórico por el Consejo de Monumentos Nacionales, y que se encontraba en el foyer del antiguo cine Nilo en el subterráneo del edificio. Pero esta pérdida no es accidental, ya que responde a una coyuntura mucho más compleja y amplia: el abandono sistemático del patrimonio moderno y su lamentable deterioro.

El edificio afectado representa una pieza fundamental en la historia de la arquitectura moderna en Chile, diseñada en 1954 por los arquitectos Emilio Duhart, Sergio Larraín, Juan Larraín, Osvaldo Larraín y Jaime Sanfuentes, caracterizada por su estética y lenguaje formal de líneas simples y geométricas, y, sobre todo, por la innovación tipológica, al incorporar la solución de placa comercial y torre habitacional. Esta condición tipológica introduce mayor altura y densidad, considerando la fachada continua existente y predominante en el centro, solo en los niveles de articulación con la placa, mientras la torre se despega de los bordes del terreno para adquirir cuatro fachadas urbanas, y, por lo tanto, ventilación y asoleamiento total del volumen de viviendas.

La arquitectura moderna en Chile sufre un problema grave: una escasa valoración como patrimonio, además de la falta de instrumentos públicos que garanticen su adecuada mantención y conservación. Los edificios modernos terminan muchas veces atrapados en el círculo del deterioro, ya que al precarizarse sus condiciones materiales se deprecia su valor comercial; quienes los habitan, por lo general, no cuentan con los recursos económicos para enfrentar las complejas y costosas tareas de conservación; y así, tanto la edificación como su comunidad residente, entran en un proceso de empobrecimiento y abandono.

Esto no ha sido un accidente aislado, por el contrario, tanto en Chile como en el extranjero se reconocen casos con este desenlace predecible, síntoma de la desidia frente a un patrimonio moderno que rara vez recibe atención y protección. Se trata de un fenómeno que afecta a muchas obras que fueron concebidas como emblemas del progreso, y que hoy se encuentran convertidas en espacios vulnerables y deteriorados.

Es evidente que las declaratorias Municipales o del Consejo de Monumentos Nacionales, y otras como las de la Unesco, por sí solas no garantizan el cuidado y preservación de las obras artísticas, arquitectónicas o de los contextos urbanos. Por otro lado, preservar el patrimonio no se limita a la arquitectura historicista o ecléctica. La modernidad, con sus valores sociales, de innovación tecnológica, tipológica y estética, también es parte de nuestra historia y debe ser preservada en clave de futuro, garantizando su uso, actualización y, por sobre todo, su cuidado.

No podemos seguir aceptando la pérdida continua del patrimonio arquitectónico, menos aun cuando ello afecta también la vida y dignidad de las personas que habitan estos espacios, y en este caso, además, contribuyendo a la pérdida del patrimonio artístico.

Por Macarena Cortés Darrigrande, directora Centro del Patrimonio Cultural UC

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