Salmonicultura: aprendizajes en crisis

Salmones

Las proyecciones muestran que después de haber aumentado los envíos en 2020, el próximo año la industria exportará menos, y lo hará en un contexto de un consumidor ávido de proteínas y alimentos sanos, nutritivos y fáciles de cocinar, y que aumentará su consumo conforme se reabran restaurantes y se reactive el turismo.



El 2020 será recordado por muchas generaciones como un año de crisis, con cambios profundos en prácticamente todo orden de cosas.

Para quienes tenemos la responsabilidad de organizar a trabajadores y proveedores a fin de servir a miles de clientes, han sido meses abrumadores y disruptivos que han puesto a prueba todos los eslabones de nuestra cadena de valor, desde la producción y distribución, hasta llegar al paladar de millones de consumidores.

Aprendimos a ser más flexibles y anticiparnos; a buscar siempre la mejor solución posible, no la más fácil ni segura, y a comunicar decisiones a la velocidad de la luz conforme a la evaluación del momento. Adaptamos procesos, turnos y planes, anticipándonos al siguiente revés u obstáculo; intuyendo problemas de los proveedores y apostando por cambios en los hábitos de consumo. Aprendimos a navegar poniendo a prueba nuestras capacidades en cada ola, demostrando que - por ejemplo- la seguridad de los trabajadores es compatible con la continuidad operativa.

La salmonicultura, a diferencia de otras industrias, se sustenta en el manejo responsable de seres vivos -peces- que no conocen de crisis, no protestan, pero tampoco esperan. Somos nosotros, los productores, quienes debemos prepararnos y ajustarnos a los cambios que el momento exige.

Con todo, en un annus horribilis, la salmonicultura chilena logró avanzar varios años en sus planes de desarrollo y deja lecciones importantes, comunes a otras industrias. Un margen muy disminuido nos hizo repensar cómo hacemos nuestro trabajo para cuidar mejor los muy escasos recursos, y una sociedad conmocionada por la pandemia, a reflexionar sobre cómo servimos mejor a la sociedad, considerando a colaboradores, comunidad y clientes.

El vaso medio lleno: un precio del salmón que se convirtió en la mayor promoción de la historia y que los consumidores supieron aprovechar para incorporar este super-alimento en sus dietas. Las restricciones en mercados como China y Rusia nos han confirmado también la importancia de estar cerca de los clientes, ajustando formatos, productos y canales, moviéndonos con agilidad para buscar a quienes más valoran el producto en cada momento.

Entre otros, las disrupciones de la pandemia han acelerado la transformación digital, y ella nos llevará a ser más competitivos. La digitalización de la humanidad fue evidente en la campaña del Salmón de Chile en EE.UU., donde más de 300 millones de personas han visto en las distintas plataformas digitales los mensajes del Salmon de Chile: “Salmon at home, super simple, super food”, y más de 233 mil cibernautas han visitado en un solo mes el sitio www.salmondechile.com.

Las proyecciones muestran que después de haber aumentado los envíos en 2020, el próximo año la industria exportará menos, y lo hará en un contexto de un consumidor ávido de proteínas y alimentos sanos, nutritivos y fáciles de cocinar, y que aumentará su consumo conforme se reabran restaurantes y se reactive el turismo. El salmón es rey en esa cancha, y los chilenos, que no hemos dejado de exportar en todo este año, sabremos cómo servir con seguridad, inocuidad, calidad y responsabilidad, ahora en una mejor posición como resultado de los aprendizajes.

Al final, el saldo será positivo, seremos mejores productores y estaremos más cerca de los consumidores finales para llevarles las riquezas del mar de Chile.

En eso estamos.

-El autor es vicepresidente de Salmones Camanchaca y director de Salmon Chile AG

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