Soledad crónica
Sentado en un restaurante, observo a una joven pareja. Cada uno imbuido en su teléfono, cabeza gacha, espalda ligeramente curvada. Ante la llegada del mesero, ambos levantaron la vista para ordenar su pedido. Luego, como un reflejo condicionado, volvieron sobre la pantallita, sin dedicarse un mínimo de atención entre ellos. Al cabo de algunos minutos, les trajeron dos sándwiches y bebidas, los que consumieron sin levantar la mirada. ¿Estarán enojados?, me pregunté. Sin embargo, al ver que sonreían mientras hacían scrolling con la cara pegada en sus teléfonos, descarté esa tesis. Los dos estaban interconectados, pero cada cual en lo suyo, solos.
Vivimos en una época de soledad, la cual se extiende como una silenciosa pandemia. La Encuesta Bicentenario UC 2025 plantea que el 62% de los jóvenes entre 18 y 24 años declara haberse sentido solo durante la última semana. La hiper conectividad que promueven las redes sociales a través de algoritmos absorbentes, sumada al vicio de no perderse ningún comentario, evento o información (FOMO), socaba la capacidad de estar presentes y empatizar con el otro. En Estados Unidos, se estima que un tercio de las relaciones amorosas de la generación “Z” se termina con un emoticón, a distancia. Triste y preocupante, pues da cuenta de la fragilidad de los compromisos.
Pero la soledad no solo afecta a los jóvenes. Un número creciente de personas mayores experimenta una soledad diferente, involuntaria, aislados de la sociedad, con impactos negativos a nivel físico y mental. La falta de compañía, de cariño y redes de apoyo, así como la carencia de actividades, los van dejando solos, en un silencio que roza el olvido. Según la última Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez (Universidad Católica y Caja Los Andes), la sensación de soledad está aumentando progresivamente. No es casualidad que en Chile la tasa de suicidio en mayores de 80 años es de 15 por cada 100.000 personas, la más alta de todos los grupos etarios.
¿Es Chile el único país que enfrenta esta soledad crónica? No, muy por el contrario; pareciera que se trata de un fenómeno bastante generalizado, fruto de una era individualista, de cambios demográficos acelerados y carente de vínculos profundos, significativos y duraderos. La atención presente que requieren las relaciones interpersonales y la convivencia social está siendo reemplazada por el vicio de la interconexión digital. Frente a esta problemática, hay países que están reaccionando. En 2018, el Reino Unido nombró un Ministro para la Soledad, y en 2021, Japón siguió el mismo camino con un Ministro para la Soledad y el Aislamiento Social. ¿Qué estamos haciendo en Chile?
El desamparo que nos afecta se extiende de manera silenciosa, sin prisa, sin pausa. El vacío que deja la soledad podría estar profundizándose con el exceso de ruido digital, escondiéndose en el consumo compulsivo, aturdiéndose con likes. Reflexionar sobre nuestros hábitos, priorizar el contacto humano, compartir con otros y volver a mirarnos a los ojos, pueden ser pequeñas acciones con grandes efectos. Quizás un primer paso sea simplemente dejar el teléfono guardado cuando compartimos una comida o conversación con alguien querido, ¿o es muy difícil? En definitiva, el vacío que deja la falta de cariño y amor no puede ni podrá reemplazarse con nada.
Por Lucas Palacios Covarrubias, Rector Inacap.
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