Tiempo de compromisos incompatibles
Llevamos a cuestas un cúmulo de lealtades y compromisos. A la familia, a los amigos, a la empresa o institución en que laboramos, a una profesión, a una iglesia o a alguna convicción ética, a algún partido político. A veces conviven en calma. Pero a veces, chocan entre sí y nos vemos obligados a optar entre ellos. Lo conocimos, por ejemplo, entre familias y política en la UP y para el golpe de 1973. Ahora, para muchos, son tiempos donde el compromiso con su sociedad o sus ideas entró en conflicto con aquel hacia el partido político al que han pertenecido.
Lo viví cuando mi manada renegó de las lecciones dejadas por la UP y el exilio, que alimentaron la renovación socialista y la exitosa gobernanza concertacionista. Culminó en la defenestración de Ricardo Lagos para proclamar a Alejandro Guillier y luego, en la subordinación al FA y el PC. La situación se hizo insoportable. Quienes dejamos la manada, empacamos con pena y salimos a caminar por el desierto. Luego fue el “estallido” y sus inconsecuencias. Después, el plebiscito donde para muchos la lealtad al pueblo-nación se hizo incompatible con aquella a la manada. Unos optaron por la manada, otros por el Rechazo a un texto delirante.
Conscientes del deterioro electoral generado por su opción constitucional de 2020 y por las secuelas de inseguridad y estancamiento que lega su actual gobierno, lideres oficialistas vociferan “¡impidamos que gane la derecha!” y propalan anatemas morales contra quienes no los siguen. ¡Majaderos! Son ellos los responsables de que una mayoría se convenciera que era mejor votar por la derecha, o al menos contra esa izquierda y su mala obra. Demócratas, Amarillos y otros muchos, solo son caminantes del desierto en busca de una democracia reformista, eficiente, proclive a los acuerdos y proba. La encontraron en esa parte democrática de la derecha luego que otros vaciaran de centroizquierda el paisaje político nacional.
Pero irrumpió también una paradoja inverosímil. Casi escena final de una novela negra sobre los años de una izquierda descarrilada: militantes votando por Jara logrando así que en segunda vuelta gane Kast y no Matthei. Un triste epílogo. Por eso valoro la distancia física e intelectual de esa paradoja, que Carolina Tohá ha mostrado.
Vivimos tiempos difíciles con este amasijo de compromisos y lealtades en pugna. Entre convicción democrática reformista y pertenencia grupal; entre anhelos de seguridad, empleo, sistema político y modernización del Estado y una izquierda paralogizada.
Estamos a 35 días de las elecciones. Vote como vote, el mundo de izquierda sabe que será derrotado y para tener futuro, deberá emprender el camino doloroso de enmendar errores que lo llevaron a ella. Pero en 35 días más tienen la opción de ser leales a su convicción y a su sociedad o de agregar otro compromiso partidista descarrilado a su ya larga lista.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista.
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