
Todos por el Apruebo

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
Resulta desconcertante que tanta gente se muestre de repente de acuerdo con plegarse a lo que se cree es el sentir mayoritario a favor del Apruebo, aun cuando, hasta hace poco, muchos dijeran compartir legítimas dudas al respecto, y pensaran que era positivo que hubiese disenso. Por lo visto, ya no. En una de éstas se convencieron que un plebiscito puede que vuelva a arrojar un resultado no suficientemente unánime, como en 1988, en que una “mitad” empata con la otra, manifestándose una voz soberana popular esquizofrénica respecto a la “Alegría ya viene”, no suficientemente oracular, prefiriendo esta vez eliminar equilibrios y dejar que otros arrasen.
Desconcertante también porque, uno sigue en esta línea, y al plebiscito se le estaría dando por oleado y sacramentado. Parecido a 1964, en que se produce una estampida de un sector clave y termina pesando más aquello de lo que se huye que a donde se quiere ir. Quedar fuera del juego de la historia y la política suele ser opresivo (vimos ya una vez qué significó eliminar a la derecha). Por tanto, entendámoslos, se saben nuevamente amenazados, a punto de extinción, deben sobrevivir como sea y han optado esta vez por camuflarse tácticamente de puro desesperados (al igual que el Thaumoctopus mimicus o pulpo mimo, un molusco capaz de imitar a quince otros animales marinos para ahuyentar a predadores).
Y, en cuanto al resto, la masa de chilenos anónimos, es posible que estemos ante un milagro. Por primera vez en la historia, nuestra República puede que esté por constituirse a sí misma como un todo indivisible, en que sumen o no las partes, el todo es lo que vale, las minorías dejan de existir, no quedándoles más alternativa que se les subsuma, corrija y “fuerce a ser libres”; es decir, estamos a punto de conseguir la unanimidad sofocante con que soñara Rousseau, dieran por hecho Robespierre, bonapartistas y cuantos burgueses liberales capaces de desdecirse tantas veces fuese necesario para igual promover sus pingües negocios, “Allons enfants de la Patrie/ Le jour de gloire est arrivé…”, pegajosa canción.
El problema con esta ingenuidad es que, se salga o no del paso, no terminará con una historia que sus protagonistas suelen empeñarse en repetir. No desaparecerán los divisionismos. Se volverá a decir que la Revolución de nuevo ha sido traicionada. Se impondrán totalitarismos aún más férreos para confirmar dicha soberanía popular. Igual surgirán élites, aunque rueden cabezas. Se volverá a denostar a la “tiranía de la mayoría”, y recrudecerán las revoluciones y contrarrevoluciones. No sé de dónde sacan que esta vez, a diferencia de 1980 u otras ocasiones, la Constitución derivada del Apruebo va a disponer de credenciales que la hagan intachable, no tramposa. ¡Qué de cosas sostienen los fanáticos del diseño perfecto!
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