Opinión

Tras el diluvio. Los extravíos de la izquierda.

Presidente Boric dice que gobierno privilegiará el diálogo, pero no descarta aplicar Ley de Seguridad del Estado por situación en Enap

Por Mauro Salazar J. Observatorio de Comunicación, Crítica y Sociedad, Universidad de la Frontera

Lejos de negar la vocación de “realismo” que ha impulsado el Presidente Gabriel Boric, es conveniente exponer algunas oscilaciones que asedian a su propio discurso. De un lado, cabe reconocer su prudencia ante el utopismo de una izquierda antineoliberal, napoleónica y, de otro, el rechazo al quinto retiro, los reiterados errores político-comunicacionales de Interior y la pugna por la primacía de Hacienda. Tales fricciones representan una transgresión a los propios postulados ideológicos que informan al “gobierno socialdemócrata”. La relevante vocación técnico/gestional, esta vez no pudo lidiar con un progresismo que hasta hace 90 días aún murmuraba (“lo electoral”) con los retiros de las AFP. Y no cabe duda: los retiros no fueron, ni serán jamás una buena política pública. En suma, si en opinión del Frente Amplio, la transición chilena a la democracia fue una fase institucionalista (un mundo de fríos indicadores y gestores que se prolongó por más de dos décadas), hoy irrumpe un discurso que obra súbitamente desde un manual de pragmatismo -abrazando lo criticado por tantos años-. En suma, el actual oficialismo, contraviniendo su marco ideológico, la teoría hegemónica (postmarxista), no dimensiona que el rechazo al último retiro abraza una “vocación tecnocrática”, que castiga la “demanda popular” (populus) del programa transformador y renuncia al oráculo del nuevo ciclo. La contradicción insalvable es entre la demanda popular y la “soberbia de la técnica”. Bajo Sebastián Piñera, en un contexto absolutamente difícil de gestionar, se gestaron tres retiros efectivos, y en las últimas semanas el gobierno invoca un cambio doctrinal que tuvo lugar durante el verano. Y aunque ello fuera totalmente cierto, cómo explicar en el territorio, a la capa media popular, a la violenta insurgencia de Estación Central y al mundo de la revuelta (2019) que ahora llegó la hora de la técnica. Y qué hay del bullado “gatopardismo” que el actual progresismo aborreció durante dos décadas. En las últimas horas el Ejecutivo esgrime que frente a problemas estructurales no aplican soluciones contingenciales (populismos de las transferencias). Ergo, de dónde saldrán los recursos y los votos necesarios para sostener el programa transformador. Por de pronto solo prima la imagen de un gobierno sin épica que vive defendiéndose luego de cada acto que anuncia.

Todo ello redundará en un déficit de “voluntad ciudadana” para sostener el fervor popular que requiere la Convención Constitucional: ambas cuestiones no están separadas. De suyo el Presidente Boric padece una crisis carismática -difícil de revertir- y el debilitamiento irreversible de Interior -la fuerza en alza del PS y una alianza irrefrenable con la ex Concertación- hará perder legitimidad al proceso para sostener la defensa del 80% (apruebo) que se invoca como “ley de bronce” de la nueva Constitución. Desde el punto de vista de la “comunicación política”, Apruebo-Dignidad será retratado, desde la disidencia más crítica de la izquierda y un sector del propio PC, como una coalición que ha escoltado el sistema de AFP y que cede la gobernanza al campo del socialismo post-transicional (el PS ocupando el rol de la DC). La tenaz crítica del “jaduismo” ha migrado en esa dirección, mientras las fracturas dentro de la izquierda se agudizan de modo irrefrenable.

Según el nuevo progresismo, la democracia no debería estar restringida a imperativos de procedimiento, administración, institucionalización y ciudadanía electoral, sino admitir las expresiones de una democracia expresiva (“voluntad popular”) -a riesgo de caer en el “demonio populista”-. Los últimos sucesos, incluyendo las oscilaciones del Presidente respecto al nuevo texto constitucional (la Casa de todos), agravan la situación interna de las izquierdas y reflejan que el gobierno ha renunciado -antes de tiempo- a su vocación transformadora evidenciando una colosal pérdida de imaginación política. De momento solo migran anhelos democráticos en medio de una izquierda ingobernable, sin disputa de imaginarios (horizontes) y carente de toda comunicación política. Quizá la herida abierta será el adiós precoz al “gobierno transformador”. Y en medio de los extravíos, la destacada teórica política Chantal Mouffe, semi-Diosa del Frente Amplio, calificó a Boric Font como un “socialdemócrata radical” (champagne mediante). Huelga la pregunta, ¿el PC-Jadue, el feminismo crítico y los movimientos sociales piensan lo mismo que Chantal?

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