Opinión

¿Votamos libremente o solo somos libres de votar?

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El dicho popular “miente, miente que algo queda” cobra una relevancia inédita en la era de la información, donde a pesar de tener a un clic la posibilidad de verificar cualquier dato, la desinformación se propaga con más fuerza que nunca. La facilidad con que hoy se fabrican y difunden mentiras digitales ha convertido esta máxima en una amenaza directa para nuestras democracias.

La desinformación no es un fenómeno nuevo. Desde antes de la llegada de la inteligencia artificial, narrativas falsas se han utilizado para influir en sociedades democráticas. Sin embargo, con el tiempo, la difusión coordinada y masiva de contenidos engañosos se ha convertido en una verdadera industria de manipulación política. El ascenso de Rodrigo Duterte en Filipinas, el referéndum del Brexit o las campañas de Donald Trump son ejemplos claros de cómo estas tácticas distorsionan procesos electorales. Más recientemente, en Rumania, la proliferación de noticias falsas y la manipulación algorítmica obligaron a aplazar elecciones, una tendencia que la inteligencia artificial ha potenciado aún más.

En el último año, la experiencia de Estados Unidos con la inteligencia artificial aplicada a campañas políticas ha mostrado cómo imágenes hiperrealistas (deepfakes), videos y voces clonadas difuminan la línea entre realidad y ficción. Esta sofisticación hace casi imposible para la ciudadanía distinguir lo verdadero de lo falso, convirtiendo a la desinformación en una herramienta poderosa y peligrosa que pone en riesgo el funcionamiento democrático. En 2024, deepfakes y la propaganda con IA infiltraron casi todas las elecciones importantes del mundo, con consecuencias alarmantes.

El periodista Nathan Heller describió la estrategia comunicacional de Trump con el concepto de “ambiente de información”, donde en lugar de microtargeting, se busca saturar el espacio público con ideas repetidas hasta que se vuelvan sentido común. Algo similar ocurre con las campañas de José Antonio Kast en Chile. Como explica Heller, no es necesario un relato detallado, basta con crear una atmósfera de sugestión: una foto difundida sugiriendo que el presidente estaba borracho en la vía pública vale más que mil palabras, y hoy sabemos que las noticias falsas se difunden seis veces más rápido que las verdaderas. Con la inteligencia artificial, basta con mentir una sola vez; los algoritmos y bots se encargan de multiplicar el mensaje.

Mientras la política digital avanza, la regulación electoral en Chile permanece anclada en preocupaciones del pasado: las palomas y las franjas radiales. Sin embargo, está claro que hoy las campañas se juegan en el espacio digital, y es donde se está jugando sucio: durante el plebiscito de 2022, el Servel archivó más de 200 reclamos sin investigarlos, alegando falta de autoridad para actuar. Un ejemplo actual de estas maquinaciones es la narrativa difundida por sectores de ultraderecha que busca instalar que Evelyn Matthei padece Alzheimer. Más de 70 cuentas troll, creadas por un grupo vinculado al entorno de José Antonio Kast, han inundado el ambiente digital —ya de por sí saturado y con escasa atención— con noticias falsas y videos distorsionados. En una sociedad donde la mayoría no busca activamente noticias, sino que las recibe mientras realiza otras actividades en sus dispositivos, esta táctica tiene un impacto particularmente dañino.

Ningún país ha encontrado aún la fórmula perfecta para regular la inteligencia artificial y las redes sociales, pero múltiples esfuerzos a nivel global estan avanzando en esa dirección. La evidencia es contundente y apunta a que debemos dejar de pensar que las amenazas a la democracia provienen solo de formas visibles, como golpes militares. Hoy, la desinformación habilitada por IA actúa de manera mucho más insidiosa e indetectable, con efectos catastróficos en nuestro sistema democrático.

Sin una regulación efectiva sobre la manipulación en campañas digitales y el uso de inteligencia artificial, ¿podemos decir que los chilenos votamos libremente? ¿O simplemente somos libres de votar?

Por Juanita Silva, experta en comunicación estratégica.

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