Mostrarnos sexis: ¿Nos empodera o cosifica?

Cuando la cantante de 19 años Billie Eilish apareció al estilo pin-up, ajustada a un corset, en una sesión fotográfica de la Revista Vogue, las críticas no tardaron en llegar. La estrella pop, que se había caracterizado por su icónica ropa holgada, y por haber logrado la fama sin tener que recurrir a la clásica imagen sensual de las cantantes, fue acusada por sus fans de hipócrita y de haberse vendido a la industria. Frente a esta lluvia de ataques, Billie defendió su derecho y libertad como mujer a hacer con su cuerpo lo que quisiera. Lo mismo le ocurrió en 2017 a la actriz y activista Emma Watson, cuando posó semidesnuda para la revista Vanity Fair. La cara visible de la campaña HeforShe, que promueve la equidad de género, según las críticas, se desacreditaba como feminista al exponer así su cuerpo. Al respecto, Emma reflexionó en una entrevista sobre cuántos conceptos erróneos existen acerca de lo que es el feminismo, que según dice, se trata precisamente de liberar a la mujer.
Estas polémicas de famosas, que pueden parecer triviales para el movimiento, esconden un debate que genera roces entre las distintas ramas del feminismo. Enseñar el cuerpo de manera erótica o sexual ¿nos empodera o nos sigue encadenando como objetos?
La filósofa y feminista española Ana De Miguel, en su libro Neoliberalismo sexual, profundiza sobre este debate y denuncia detrás de esa supuesta liberación de la mujer, ejerciendo su derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera, una ideología neoliberal que sigue convirtiendo nuestro cuerpo en mercancía. Esa falsa libertad de las mujeres, según la autora, estaría funcionando como una herramienta más del sistema patriarcal para seguir legitimando la desigualdad. Denomina a esto “el mito de la libre elección” o el “patriarcado del consentimiento”. Es quizás la forma de opresión más difícil de identificar, pero la más habitual en las sociedades contemporáneas, donde supuestamente mujeres y hombres ya hemos logrado los mismos derechos. La mujer no será obligada de manera explícita a cumplir un rol, como en otras sociedades directamente opresivas, pero buscará ansiosamente, sin darse cuenta, dice Ana, cumplirlo; entre ellos el de objeto sexual.
Catalina Escanilla, integrante del colectivo feminista Feminarias, tiene una visión similar a la presentada por la filósofa Ana De Miguel. “A lo largo de los años y con los distintos contextos sociales, el patriarcado se ha ido modelando para seguir vivo. Lograr salir de ese lugar, en donde históricamente nos han puesto, es darle una patada. Vemos con lágrimas de emoción videos o fotos de mujeres que lucharon en los años 70, quemando sostenes o boicoteando los concursos de bellezas. Entonces, ¿cuál es el avance que queremos nosotras dejarles a las niñas? ¿Cuál es la conciencia colectiva que queremos construir? Cuestionar el por qué estamos criadas y acondicionadas a ser productos del goce masculino es parte de ser feministas y es nuestra responsabilidad como tales”.
En la otra vereda, hay un feminismo que busca liberar a la mujer de prejuicios y pautas de comportamientos y ve en ese mostrarse sensual o con el cuerpo descubierto, una forma de empoderamiento sobre nuestro cuerpo y sexualidad, que nada tiene que ver con agradar a un hombre o hacerle un favor al patriarcado, sino con recuperar nuestro propio placer. La modelo Emily Ratajkowski, considerada en el 2014 como la mujer más sexy del mundo, y conocida por aparecer desnuda en el video de la canción Blurred Lines, publicó un ensayo sobre el tema donde alegaba esa dicotomía entre sensualidad y feminismo. “Mucha gente considera que una mujer que se muestra sexual o que está siendo sexualizada es justo lo contrario a feminismo. Pero yo siento que, de alguna manera, ese debate en sí mismo puede resultar opresivo para las mujeres, porque les estás diciendo cómo deberían vestirse y cómo deberían actuar, y eso es justo lo contrario al feminismo”. Este juicio que denuncia Ratajkowski, suele venir muchas veces de las mismas mujeres, que ven en la reproducción de este tipo de imagen sexualizada una trampa en la que caemos sin darnos cuenta. “Es doloroso reconocer en nosotras mismas prácticas nocivas, y más aún cuando otra nos las apunta en nuestra cara”, dice Catalina, desde su colectivo. “Pero es necesario asumir posturas políticas dentro de un movimiento que es político, que tiene formas y causas históricas. El fin común, siendo una pieza dentro de un movimiento colectivo, debe ser más grande que la satisfacción personal”.
Constanza Buneder, psicoterapeuta feminista, experta en dependencia emocional y autoestima, hace una distinción entre las diferentes visiones de lo que significa el erotismo y la sensualidad. “Creo que hay un estereotipo que es el dictado por la sociedad y el consumismo, pero hay muchas otras maneras de ser sensuales o eróticas, que tienen que ver con el propio placer, algo que se nos ha reprimido por siglos”. Aun así, afirma que la clave es ser conscientes de por qué queremos mostrarnos de manera erótica. “Muchas veces puede ser una manera de empoderarnos de nuestra sexualidad y muchas otras podemos estar al servicio del patriarcado, buscando aprobación y likes, por ejemplo. La clave es ser consciente de por qué lo hago. ¿Lo hago por mí, por sentir que de esa forma me empodero, o por vender?” Para Constanza, ambas opciones son posibles y piensa que cada mujer tiene el derecho de decidir por qué y qué quiere hacer con su cuerpo. “De eso se trata el feminismo, de tener el derecho sobre nuestros cuerpos. La clave está en la consciencia de elección. Si yo decido, conscientemente, que quiero ser sexy y mostrar mi cuerpo de esa manera, aun sabiendo que respondo a mandatos patriarcales, entonces estoy tomando en mis propias manos el derecho de elegir y el derecho sobre mi cuerpo”.
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