Paula

Andrea Zondek: “Si contratas a una persona con TEA sin un proceso de cambio cultural, no hay inclusión”

La directora de Fundación Tacal fue la primera en Chile en crear una organización dedicada a capacitar laboralmente a personas que viven con discapacidades físicas, sociales y/o intelectuales. En la semana en que se conoció el caso de abuso y tortura cometido contra un trabajador del espectro autista en el Hospital de Osorno, habla de este país que desconoce, y dice que la inclusión no es un acto simbólico, sino que implica un cambio dentro de las empresas.

Fue a principios de los 80 cuando Andrea Zondek se dio cuenta. Terapeuta ocupacional que llevaba un tiempo trabajando en un hospital público en Santiago, quiso saber qué había pasado con los pacientes que habían rehabilitado y dado de alta. Allí se encontró con la sorpresa: hombres y mujeres deprimidas, sin salir de casa y que ni siquiera se animaban a ponerse las prótesis que les habían entregado.

“Se puso de pie”, recordó Andrea que decía Don Francisco cuando en la Teletón un niño con discapacidad lograba dar unos pasos, pero ella pensó: “Ponerse de pie para qué. Uno se pone de pie para ir a la escuela, para ir a trabajar, se levanta para algo”.

Primero vino el dolor y se dio cuenta que no podía seguir trabajando en hospitales. Después, cuando se encontró con el Padre Baldo Santi, entonces Presidente de Caritas Chile, el dolor se convirtió en motivación: él le pidió un proyecto y ella se lo entregó. Así nació en una casa de adobe la Fundación Tacal, organización destinada a formar laboralmente a personas con discapacidades físicas, sociales e intelectuales, en materias que van desde envasado o cocina, hasta inteligencia artificial.

No fue porque sí. Antes recorrió hogares y vio que las personas con discapacidades aprendían a estampar telas usando papas como timbres y bordaban proyectos que no se vendían. “Nadie los formaba para salir a trabajar”. 40 años después, Tacal ha formado laboralmente a casi 3.000 adultos que se pusieron de pie para trabajar con contrato indefinido en outsourcing, contabilidad, computación, recursos humanos e incluso ir a la universidad. Y Andrea se ha transformado en la persona que más sabe de inclusión en Chile, al menos desde la práctica.

Paralelo a su trabajo estudió un Master en Inclusión de Personas con Discapacidad en la Universidad de Salamanca en España, ha dictado cursos y talleres en empresas y universidades donde enseña a hacer de la inclusión algo más que un proceso simbólico, sino un cambio cultural. Su trabajo le ha valido ser premiada por la ONU, Mujer Impacta, entre otras instituciones.

La celebración del aniversario fue el martes 2 de septiembre por la mañana. El gobernador Claudio Orrego cortó una cinta en que celebraban la entrega de casi $300 millones en equipamiento de parte de la Gobernación y Andrea mostraba orgullosa ante autoridades, empresarios, egresados y trabajadores, cómo hace algunos años la casa de adobe se transformó en dos edificios diseñados por el arquitecto Gonzalo Mardones que se conectan por un puente creado por el arquitecto Francisco Gazitúa. Puente que en el barrio le llaman del crepúsculo, en homenaje al poema Los Crepúsculos de Maruri de Pablo Neruda y que hoy, mil adultos al año cruzan para ir aprender y salir a trabajar.

A la misma hora en que el gobernador Orrego apuntaba que una “ciudad inclusiva tiene como foco las personas, donde hay espacio para todas sin discriminación” y Andrea enfatizaba que “la inclusión laboral es una tarea compartida que requiere voluntad, acción y afecto”, el portal de Radio Biobío publicaba una noticia que le puso la piel de gallina: cuatro trabajadores del Hospital de Osorno aparecían en distintos videos abusando y torturando a un funcionario con características de trastorno del espectro autista. Las imágenes muestran a un hombre que en silencio intenta sin resultados esquivar que lo rapen, que lo quemen con vapor, que lo amarren en el suelo.

Andrea se vino a negro.

“Duele el alma, la Dina queda a la misma altura”, fue lo primero que escribió al enterarse por WhatsApp.

- ¿Qué sintió al escuchar esta noticia?

–Horror. Espanto. Pensando que este tipo de situaciones en este país no existían. E indignación, especialmente cuando uno ve que la administración del hospital no hizo nada. Sentir que en este país hay personas capaces de torturar de esa manera, reírse de la persona, grabarlo y subirlo a redes. Estamos en un país que desconozco.

–¿En qué está Chile hoy en inclusión? ¿Seguimos entre el discurso y la práctica?

- La inclusión no es contratar a una persona con discapacidad. Los procesos deben llevar un cambio cultural en la empresa y, en este caso, en el hospital. Si contratas a alguien con TEA sin comprensión ni respeto por la diversidad, no hay inclusión.

–Las empresas abren cupos, pero muchas veces no están preparadas. ¿Qué riesgos ve en esa inclusión a medias?

–Ni siquiera la llamaría inclusión. Incluir es garantizar derechos y posibilidades de participar en las mismas condiciones que una persona sin discapacidad. Aquí solo hubo integración. Si contratas a una persona con características como el trastorno del espectro autista y no haces un proceso de inclusión y cambio cultural para comprender y respetar la diversidad, no hay inclusión.

–Usted hace cursos en empresas para “enseñar a incluir”. ¿Con qué se ha encontrado?

- Encuentras de todo. Lo más importante es eliminar prejuicios. La gente prejuzga por lo que conoce. Cuando logran compartir y aprender, los sesgos disminuyen. En toda capacitación previa al ingreso de una persona con discapacidad debe trabajarse la cultura empresarial y la diversidad como valor.

–¿Le tocó ver casos similares al de Osorno?

–Esto es lo más grave que he escuchado. Años atrás, en una multinacional, un grupo no lograba integrar a un trabajador: lo encerraban en el baño y lo dejaban fuera de reuniones. Grave, pero corregido con sumario y sanciones. Este nivel de tortura no lo había visto. Lo que más impresiona es que la dirección del hospital abrió un sumario y no sancionó. Avaló el maltrato.

–¿Pensaría que esto sigue pasando en Chile?

–Cuando uno avanza en inclusión, ve cambios emotivos e importantes. La valoración por la diversidad es admirable. Pero esto que vimos en los videos es inexplicable. Ese no es el Chile donde quiero vivir.

40 años de Fundación Tacal

–¿Qué trabajo realiza hoy la Fundación Tacal?

–Formamos para el trabajo a personas con discapacidad, muchas con TEA. Tras la capacitación, buscamos un puesto adecuado según competencias. No por caridad, sino para que aporten al desarrollo de la empresa. Elaboramos análisis de puesto, capacitamos al equipo y luego hacemos seguimiento. Hoy tenemos casi 3.000 personas trabajando con contrato indefinido.

–En TACAL forman a personas con discapacidad. ¿Forman a empleadores y equipos también?

–Sí. Nacimos formando a personas, pero entendimos que las empresas también debían avanzar. Por eso hay sensibilización, capacitaciones y gestores de inclusión. Tenemos nano cursos asincrónicos.

Un ejemplo: en una clínica una TENS con siete hernias debía trasladar cuerpos en pabellón. Al cambiar su función, bajaron un 87% sus licencias. El catastro no es solo saber cuántas personas con discapacidad hay, sino mejorar la calidad laboral.

–¿Cómo evalúa la Ley de Inclusión Laboral en Chile?

–La Ley obliga a que el 1% de trabajadores de empresas con más de 100 empleados tenga discapacidad. Pero solo el 30% de 11 mil empresas informa. La ley no basta. Estamos lejos de cumplir.

–¿Qué falta para que la inclusión sea efectiva?

–Mayor fiscalización y motivación. La fiscalización es sencilla: cruzar listados. Pero no se hace. Más allá de sancionar, falta motivar. Reconocimientos y premios ayudarían más que multas.

De la invisibilidad a los logros

–Partió en 1985, ¿qué significaba hablar de inclusión en ese Chile?

–No se hablaba. La discapacidad era invisible. La inclusión nació después. Fuimos pioneros en demostrar que una persona con discapacidad podía trabajar con adecuaciones. No había nada. Todos pensaban que estaba loca. Pero el tiempo nos dio la razón. Insisto: tenemos casi 3.000 personas con empleo. Desarrollamos una oficina de intermediación laboral para técnicos y profesionales con discapacidad. Muchos no son contratados según sus competencias. Un joven ingeniero comercial trilingüe estaba resignado a un call center. Hoy trabaja en un banco. En Chile, uno de cada dos con discapacidad termina la básica. Uno de cada diez la media. Uno de cada veinte ingresa a la superior, pero solo el 1% la termina. Si alguien logra terminar, la sociedad debe darle la oportunidad de trabajar en lo que estudió.

–En estos 40 años, ¿qué logros la emocionan más?

–Cada persona que se incluye es una emoción tremenda. Un joven me dijo: “Hoy mi mamá me sirve el tecito igual que a mi papá”. Eso es dignidad.

Otro caso: un trabajador del metro con discapacidad compró los lentes que su madre esperaba hace 5 años. Eso es significancia.

Deudas pendientes

–¿La legislación actual es suficiente? ¿El Estado ha estado a la altura?

–El Estado incumple más que la empresa privada. No hay estadística oficial, pero claramente no cumple. Mucho se luchó para aumentar del 1 al 2%, pero yo pelearía solo porque se cumpliera el 1%. La sociedad está en deuda. La ley es apenas un piso. Lo importante es dejar de discriminar y excluir.

– ¿Cómo evalúa las propuestas presidenciales en materia de inclusión?

–No he escuchado nada concreto. Me encantaría escuchar a candidatos comprometidos de verdad. Muchas veces se usa como marketing. La ley TEA no ha significado mejor trato en la escuela. Sin recursos para capacitar a los profesores, no basta.

–En el caso de Osorno, ¿qué espera que ocurra?

–Espero la mayor sanción posible y destitución, que no puedan volver a trabajar en el ámbito público. El dolor de la familia debe ser extremo. Esto debería trabajarse en escuelas y lugares de trabajo de manera preventiva.

–Después de 40 años, ¿qué sueña para los próximos diez?

–Espero poder cerrar en algún minuto la fundación. Que la inclusión sea algo natural. Ese todavía es un sueño.

–¿Qué mensaje dejaría hoy a empleadores y autoridades?

–A las autoridades les diría que partieran por casa: que el Estado cumpliera la ley y fiscalizara. Al mundo empresarial, que brinde espacios para todos. Hago un llamado a avanzar en inclusión y buscar apoyo en las organizaciones que trabajamos por ella.

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