
A fines de marzo, cuando recién iniciaba la cuarentena y comenzábamos a vislumbrar un futuro en aislamiento, una de las principales causas de angustia para muchas personas era el hecho de perder el contacto con otros. Y las relaciones con amigos, familiares, colegas e incluso desconocidos en la calle son sin duda alguna vínculos importantes para las personas. Después de todo, los seres humanos somos seres intrínsecamente sociales. De hecho, el aspecto social es tan importante en nuestra especie que muchos de los trastornos de salud mental que existen actualmente se definen precisamente por una disrupción en los comportamientos sociales esperables de un individuo sano, según un estudio realizado por el profesor de psiquiatría Simon N. Young y publicado por la Revista Canadiense de Psicología y Neurociencia.
Pero a medida de que los días en aislamiento social han pasado, y gracias a la tecnología, hemos podido sortear las barreras de la distancia para mantenernos en contacto con nuestros círculos laborales, pero también con los sociales, y ha surgido un nuevo problema. Y no es precisamente la falta de conexión con otros seres humanos, sino la dificultad de desconectarnos. Según el estudio Claves 2020, realizado por Ipsos, un 56% de los chilenos afirma que, producto de la cuarentena, ha comenzado a contactarse de forma frecuente con personas con quienes antes no mantenía una relación cercana a través de aplicaciones de mensajería instantánea u otras plataformas similares. Y el 51% dice mantener este nivel de contacto social, pero a través del teléfono.
Muchas veces, ante las llamadas o mensajes de amigos del pasado, antiguos colegas o familiares cercanos –y no tanto– que muestran un interés por saber de nosotros a raíz de la pandemia, nos sentimos comprometidos a hacer recíproco el gesto y no dejar esa mano virtual extendida. ¿Pero qué pasa cuando estamos realmente agobiados de pasar todo el día frente a una pantalla en reuniones laborales o simplemente no tenemos ganas de sociabilizar en el mundo digital?
María Ignacia Pizarro, entrenadora socioemocional y coach especialista en comunicación asertiva, explica que frente a este tipo de situaciones, en las que nos sentimos presionados a participar de una video llamada, reunión social o conferencia virtual con amigos o familia, nuestro primer instinto es tratar de zafar diciendo una mentira blanca. “Pero al esconder mi real sentimiento con respecto a ese espacio lo único que hago es permitir que se repita el episodio una y otra vez”, explica la experta. De esta forma, entramos en un círculo vicioso incómodo donde me volverán a preguntar y volveré a recurrir a esa excusa o verdad a medias que, según explica María Ignacia, activa una emoción de culpa, al estar transgrediendo un valor propio de honestidad. “Es esencial identificar por qué no queremos tener ese espacio para poder comunicarle al otro mis motivos. Para muchos la extrema digitalización de las interacciones se ha vuelto algo vertiginoso, y no todos hemos reaccionado de las misma manera”, explica.
Hasta hace algunos meses para la mayoría de nosotros el día a día transcurría en el mundo de lo tangible, pero ahora casi todas nuestras actividades, laborales, sociales y recreativas, implican alguna forma de virtualidad que nos saturan de exposición a pantallas. “Muchos sienten como si las pantallas fueran nuestra única ventana al mundo, pero no por tener una linda ventana queremos tenerla abierta todo el día, y cerrarla en algunos momentos es parte de nuestro autocuidado”, comenta la coach.
Para evitar recurrir a falsedades, la especialista explica que existen varias respuestas que, aún siendo 100% honestas, si se comunican de manera asertiva, no solo cumplen con entregar el mensaje fuerte y claro, sino que además no hieren los sentimientos ni susceptibilidades de nadie. “Lo primero que tenemos que tener presente es que estas invitaciones son para compartir un momento placentero, generar un espacio de ocio y desconexión de la rutina común, una actividad de autocuidado que nos permite cultivar las relaciones saludables si esto no se cumple para nosotros, por la razón que sea, no suman”, comenta. Y en estas instancias, en las que nuestro tiempo y organización son esenciales para poder mantener el bienestar físico y emocional, la especialista en administración del tiempo es enfática en declarar que una actividad que no nos suma, nos está quitando momentos valiosos. “Muchos tienen la creencia que decir que no es de mala persona. Puede ser que hayamos aprendido de niños que la gente que se negaba a hacer algo era egoísta o poco bondadosa. Pero el decir que no cuando no queremos hacer algo, cuando no estamos de acuerdo o simplemente no adherimos a la idea que se nos está proponiendo es esencial para tener una sana autoestima”, comenta.
Los pasos que recomienda seguir María Ignacia para declinar una reunión virtual sin mentir son:
- Ser honesta, contigo y con los otros: La especialista explica que una de las razones que comúnmente subyace a esta reticencia a negarnos incluso a aquello que no queremos hacer es no querer quedar mal con los demás, el miedo a ser rechazados, a no ser parte del grupo o a que no nos quieran. Como si nuestro valor como persona dependiera de la opinión que los demás tienen de nosotros. “Si nos están invitando a compartir de manera virtual es porque la otra persona nos tiene estima, cariño y quiere dedicar parte de su tiempo con nosotros, y esto más que verlo como una presión para tener que aceptar, podemos tomarlo como una invitación para poder contestar con honestidad y transparentar nuestras necesidades actuales”, explica María Ignacia.
- Da las gracias por la invitación: “Muchos sienten que es parte de nuestra responsabilidad social el acompañarnos en estos momentos de incertidumbre, y en gran medida esto es cierto, el poder mantenernos en contacto con nuestros seres queridos es algo que aumenta nuestro bienestar”, explica María Ignacia. Pero al igual como hace tres meses atrás no te reunías a tomar café con tus amigas de lunes a viernes a las 19:00, ni almorzabas lunes, miércoles y viernes con tus papás, y te juntabas con las compañeras del colegio solo cada 5 años, actualmente las distancias se acortan y eso genera esa sensación de estar más obligados a interactuar”. La realidad, explica la coach es que el límite lo ponemos nosotros y lo que tenemos que tener como primera prioridad es cuidarnos para cuidar a otros. Por eso es importante agradecer el que nos hayan considerado para la actividad, a pesar de que en esta oportunidad no queramos participar.
- Explicarte de forma concisa las razones por qué no quieres participar de la reunión: La coach dice que la capacidad de decir que no está directamente asociada con el conocimiento que tengo sobre mis propios límites. Una buena manera de ir reconociendo cuando un no es necesario y me protege es preguntándonos ¿qué es lo que queremos cuidar? “¿No lo estás diciendo porque quieres descansar? ¿Porque has estado todo el día frente a una pantalla y el solo hecho pensar tener que estar una hora más para hablar con amigos o familiares te genera dolor de cabeza? ¿O porque la persona que te está haciendo la invitación realmente no es tan cercana y prefieres invertir esa hora de tu tiempo regaloneando con tus hijos o jugando con tu perro?” Esas son solo algunas de las razones, y todas según explica la especialista son válidas.
- Poner ojo a la cantidad de veces que se rechaza la interacción: María Ignacia aclara que si no quieres interactuar con nadie y tus rechazos son de manera constante y recurrente puede ser una señal de que requieres ayuda. “Cuidar tus tiempos y espacios es sano, pero la necesidad de aislarte completamente puede ser un indicador de un estrés mal manejado”, explica la especialista. Si bien no estamos obligados a compartir constantemente, estar en aislamiento social no implica necesariamente estar solos. Y si sentimos que nos estamos alejando de todos nuestros círculos sociales puede ser una señal de que algo no está bien.
- No al “sí” fácil: Las personas que tienden a tener un “sí” fácil, explica María Ignacia, suelen cuidar mucho su imagen pública –ese yo más externo– en desmedro de sus reales necesidades internas y terminan evitando el no por miedo a romper alguna normal social. La coach explica que por lo general estas son pequeñas muestras de algo que puede ser una capa más profunda: “¿Ese no te cuesta sólo para la reunión de Zoom o también te cuesta negarte en otras circunstancias de la vida?", plantea. “Si las emociones de rechazo que me surgen al decir que no me están haciendo sobrecargarme de compromisos y están mermando mi bienestar, una buena opción es buscar apoyo para identificar la raíz y poder trabajar en los propios límites”.
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